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Iruñeko erraldoi eta prozesioari buruz, Urbeltz

Atzoko Jose Angel irigaray-ren testuaren haritik Juan Antonio Urbeltzen beste bat ekarriko dut gaur hona. Aitor Calleja eta Unai Lako-ren "Gigantes de Navarra" liburuan Iruñeko erraldoien jatorriari buruz idazten du Urbeltzek eta bide batez, San Ferminen prozesioari buruz ere ikuspuntu aberasgarria eskaintzen digu. Honela dio:

"(...) Como imagen simbólica del hambre, el gigante representa lo insaciable. Todo él es tripa, desde la raíz del pelo hasta la uña del pie, una tripa como la del Gargantúa de François Rabelais, imposible de llenar. Una de las apariciones festivas más celebradas en Navarra es la del gigante del Carnaval de Lantz. En este conocido drama rural y como figuración del hambre, el gigantesco espantapájaros de brazos abiertos es paseado en medio de la "locura", que no otra cosa representa la turba de txatxos que lo rodea. Por lo demás, y para completar la idea del hambre, el zaldiko o "caballito" es, desde los textos sagrados del Antiguo Testamento y el Apocalipsis de San Juan, un símbolo calamitoso de la plaga de langosta. Y ya se sabe que la plaga de langosta es una maldición apocalíptica, una tormenta biológica capaz de oscurecer el sol, cuya consecuencia más terrible es el hambre. El drama rural de Lantz termina con la captura y ajusticiamiento del legendario "bandido", lo que equivale a decir que la amenaza de hambruna que ha recorrido las calles de la aldea ha sido controlada.

(...)

El orden de significados reunidos en esta celebración (procesion de San Fermín) ofrece una importante información histórico-etnográfica. Para empezar, la procesión en sí misma es "fundante". Quiere esto decir que cada año y en este día, la ciudad de Pamplona vuelve a su sobrentendido Origen, al momento en que fue fundada después de haber vencido a los monstruos fluviales que pululan por la vega del río Arga y otras potencias que la acosaban.

(...)

En la plaza del ayuntamiento, cuya parte posterior se sitúa encima mismo del río, se incorpora la Corporación Municipal en "cuerpo de Ciudad", acompañada en el protocolo por los los maceros municipales, con maza de plata, peluca y traje de gala y el grupo de dantzaris. Los atributos significantes que adornan al grupo de munícipes se revelan articulados, sin que sepamos cómo, sobre modelos venidos del lejano Neolítico. El conjunto viene a decir al pueblo de Pamplona cómo está la situación. La primera autoridad municipal lleva en la mano la vara simbólica de su alta dignidad que es, doblemente, vara de la Justicia y vara de medir las transacciones mercantiles. Como emblema de su pertenencia al Consistorio, los concejales llevan en una mano el llamado «junquillo», un fino y flexible junco con el que forman un pequeño aro. El junco aquí, como atributo de poder municipal, más los maceros que acompañan a las autoridades (que son imagen y representación de los citados basajaunas u ‘hombres salvajes’) dicen al pueblo que el proceso civilizador sobre la orilla fluvial se ha completado. Los juncos de la margen del río, secos y cortados, están en las manos de los ediles, en tanto que los ‘hombres salvajes’ están tan «domesticados» que desfilan junto al Consistorio como protección armada.

     Los dantzaris son una parte muy importante en estas celebraciones «fundantes». Si bailaran makil-dantzas o ‘danzas de palos’ en distintas partes del recorrido procesional, estarían dando vida a los combates ceremoniales que, in illo tempore, era obligado bailar al objeto de dominar el Mal alejándolo. En tales contextos ecológicos y climáticos, el Mal al que nos venimos refiriendo trae, vía mosquitos y tábanos, peligrosísimos contagios que históricamente han causado terror en las poblaciones que las han padecido.

Y hablando de estas calamidades, el protocolo de la procesión del día de San Fermín lo cierran la bandera de la ciudad y el bulto del Santo. La bandera es una bellísima conjunción de esoterismo islámico y cristiano. Verde en su tela, el color del Profeta, el abismo o centro de la bandera recoge la corona de espinas rodeando las cinco llagas, entendiendo el conjunto como el más genuino símbolo de la pasión y muerte de Cristo en la cruz. En Pamplona, este dramático emblema cristiano es renovado cada año la tarde de Jueves Santo, mediante un voto perpetuo que se remonta a 1599, cuando por intercesión milagrosa de esta figuración sagrada, la Ciudad fue liberada de una espantosa epidemia.

     En cuanto al Santo, y dejando de lado los aspectos hagiográficos de su vida apostólica, lo destacable en él, desde un punto de vista puramente esotérico es el color moreno de la cara. Este color delata un existir simbólico originado en el interior de la tierra. Por ese color oscuro, San Fermín es equiparable al mairu o «moro» de las tradiciones folclóricas europeas. Ese «moro» folclórico en todo es anterior al Islam, es el Otro, con un origen mítico explicado por San Isidoro (c. 580-636) en Las Etimologías. Pero el poderío del devenir histórico unido a la lejanía de la metáfora ha obstruido el libre fluir de ésta, por lo que el folclore ha tenido que identificarlo con el moro histórico, haciendo indistinguibles el uno del otro. San Fermín pertenece al arquetipo de las «cabezas negras», de aquello que los especialistas en Historia Antigua denominan la «primera humanidad». Una primera humanidad a la que atribuyen, desde Mesopotamia hasta China, la fundación de pueblos, imperios y civilizaciones, y que nace a la Historia con los cambios a que da lugar el período Neolítico en su instante más auroral".

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