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Olazaran txistulariaren istoriotxoa, bere "Ingurutxo.Danza popular de Leitza" liburuaren hitzaurrean aurkitzen duguna.
Atzean, kulturaren esklusibitatea,eraldatzea,berritzea... Pil-pilean dagoen kontua.
"Eran las fiestas patronales de San Tiburcio de 1926.cuando tuve la gran complacencia de Oír al gran txistulari de Leiza, Evaristo Elduayen, guiando sabiamente las bellísimas danzas del pueblo llamadas con el lindo nombre de Ingurutxo. Apenas terminó de sonar la encantadora música hice llamar a popular artista. Precisaba recoger cuanto antes aquel tesoro de melodías patrias: que junto con la Vieja flauta podían desaparecer de un día para otro.
Al cabo de larga espera. apareció el buen viejo, que hurañamente se obstinaba en negarme su entrevista con el Infundado pretexto de que yo no sabia hablar en euskera. El no comprendía una palabra de ninguna lengua extraña.
-No soy tan ignorante- le dije sonriendo -como para que podamos entendernos en nuestro euskera, amigo mío.
El buen hombre, animado con la cordial acogida, se prestó a cuanto quise: y sacando con disimulo el txistu, que siempre llevaba escondido y cruzado entre la faja y el pantalón comenzó a tañer maravillosamente.
Poco a poco fui trasladando al pentagrama las melodías que incansable y pacientemente repetía. Y al cabo, toda la musica de Leiza, fijada en el papel, sonó en el piano por primera vez.
Repentinamente los claros ojos del viejo auleta se iluminaron con una gran alegría. Sus melodías campesinas, envueltas en la túnica polimita de la moderna armonía, le acariciaban el alma con insospechado deleite.
Pero una sombra de melancolía fue oscureciendo su rugosa faz El pensamiento de que las caras melodías de su desgastada flauta baska dejaran de pertenecerle exclusivamente y saltando del recinto familiar fueran a cantar por el mundo. le afligió hasta el punto de hacerle exclamar:
-Se acabó mi músia. Ahora me la llevan a Pamplona, y...!
Con las más suaves palabras le tranquilicé, haciéndole ver que lo que él creía una profanación y el término de su música. era precisamente el principio de una perennidad gloriosa...
Declinaba el verano. Al hojear un día distraídamente
la prensa, en las noticias oficiales leí con estupor unas líneas
frías y terribles. a las que nadie había dado importancia:
"Cerca de la estación de Leiza ha sido atropellado y muerto
por el tren Plazaola el viejo vecino de dicha villa Evaristo de Elduayen.
El txistulari glorioso a quien debe la raza baska la conservación de una de sus más bellas colecciones de danzas, el flautista euskaldun de misteriosa faz, había callado para siempre aplastado por un tren, cuando se dirigía a sus tranquilas labores campesinas.
Pobre amigo mío! ¡Que Dios haya recibido tu alma inocente!"
Txistulari, 148.alea (1991)
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Iñaki Sagardoi Leuza
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