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Zubieta se deja envolver por la soka dantza
Una docena de vecinos recreará mañana, festividad de Santiago, la danza de la cuerda, la misma que se bailaba ya en el siglo XV en las plazas de numerosos pueblos vascos
Todos ellos se daban cita en el ensayo general que tenía lugar hace sólo unos días en el que será su escenario, un amplio espacio público situado entre la parroquia y el frontón, el lugar que sirve de punto de encuentro a los vecinos de este barrio donostiarra. Allí recibían las últimas instrucciones de Iñaki Urkia, maestro de danzas desde hace quince años.
Acompañados por la Banda Municipal de Txistularis de San Sebastián, sus discípulos iniciaban el ritual que han logrado mantener intacto pese al paso del tiempo. «En muy pocos sitios se baila ya. El día de San Juan, Goizaldi lo hace en Donosti. En las fiestas patronales de algunos pueblos suele hacerse solamente el aurresku o, lo que es lo mismo, la reverencia, pero no la danza entera. Eso es algo que se está perdiendo», asegura el propio Urkia.
La elaborada coreografía arranca con el grupo al completo de bailarines alineados y unidos por una cuerda que sujetan con sus manos, de ahí su nombre. Aquel que se sitúa en primer lugar, asiendo uno de los extremos, es también el primero en dejarse llevar por la música para efectuar un «baile corto», en el que simula solicitar, en su nombre y en el del resto de sus compañeros, la autorización a quienes ostentan el poder.
«Este año, como el alcalde pedáneo -el presidente de la Junta Vecinal de Zubieta-, es uno de los que salen en la soka dantza, la autorización se la va a bailar a él. El alcalde pedáneo llevará un aro de mimbre, como si se tratara de un bastón de mando, se lo entregará al bailarín y se retirará a su sitio. Luego, una niña lo recogerá en una bandeja».
Desafío y reverencias
La siguiente pieza es la denominada el desafío, ya que en ella se enfrentan las dos personas que se encuentran en cada uno de los extremos de la cuerda. La suya es una igualada contienda hecha a base de rítmicos movimientos corporales, a la que sigue una serie de números individuales. Y es que la espera pronto llega a su fin para los demás participantes que, uno a uno, van acaparando la atención del público cuando les llega el turno de mostrar sus dotes artísticas. Primero, en solitario. Más tarde, ante la que se convierte en su pareja tras ser elegida entre los espectadores. A ésta le dedican la conocida como reverencia.
Los doce improvisados partenaires forman una fila y, sin moverse, son objeto de una nueva reverencia, que en este caso es interpretada de forma conjunta. Cerca de cuarenta minutos después de iniciarse el ceremonial de la danza de la cuerda, el espectáculo concluye con arin-arin, fandangos y sus integrantes haciendo un corro.
Iñaki Urkia observaba con todo detalle el desarrollo del ensayo general, el tercero que ha supervisado este año. «No hace falta que vaya a más», señala. «La mayoría de los que bailan ya han salido otras veces. Ellos mismos se organizan». Así lo demuestran los cinco hombres y las siete mujeres que, con una media de edad de 40 años, toman parte en esta danza.
Aunque esta semana acudían a ensayar ataviados con sus ropas de a diario, mañana actuarán con el atuendo típico de los baserritarras: camisa blanca, pantalón o falta azul marino y alpargatas y cinturones negros. Será a partir de las 12.30 horas. «Siempre se junta un montón de gente, porque coincide con la salida de la misa», indica Urkia.
Este vecino de Usurbil de 70 años disfruta ayudando y compartiendo con cuantos lo desean su pasión por el baile. «Empecé de chaval. Me enseñó Antonio Aramburu y más tarde, Iñaki Ibero. Entonces tenía que ir hasta San Sebastián en bici, incluso con nieve. Las clases se impartían en los bajos del Victoria Eugenia».
Su aportación a las fiestas de Zubieta no ha pasado desapercibida para los vecinos, quienes el pasado año le rindieron un homenaje sorpresa. «No me lo esperaba. Hasta uno de los txistularis dejó de tocar y me bailó la reverencia», dice Urkia emocionado.
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