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Vitruvio áureo
Crítica de danza
Con una hora de duración, '1,618.Da Vinci. Leonardo inspira danza' es un amplio compendio de pequeños esbozos sobre aspectos de la obra del genio italiano, traducidos en quince escenas cercanos a una lección de geometría y matemáticas: octaedro, tetraedro, rectángulo, anatomía, mecánica, etcétera. Dos años ha invertido el coreógrafo Yoshua Cienfuegos en elaborar este espectáculo. Cosas de la ciencia, del arte y de sus artífices. Al igual que Leonardo, el montaje es, a veces, caótico, otras, estrictamente geométrico. En cierta manera se intuye que el creador asturiano ha reformulado la base de su vocabulario coreográfico, ha ampliado el léxico coreútico y pareciera como si hubiera empezado a tirar de un hilo que le habrá de deparar nuevos horizontes creativos.
A nivel coreográfico, la propuesta de Cienfuegos apuesta por la fisicalidad más extrema, llegando a extenuar tanta profusión de movimiento sobre escena. Por ello, apela el asturiano al espectador activo, para seleccionar su propia perspectiva de la obra. Predomina el trabajo coral de los ocho miembros de la compañía, aunque se intercala con ciertas muestras de individualidades en una personal búsqueda del movimiento propio, emulando cada uno a su hombre de Vitruvio interior. Conocido como la divina proporción o la razón extrema, 1,618, el número áureo o f (fi) -en honor al escultor Fidias-, sobrevuela durante todo el montaje, siendo especialmente visible en la escena proporciones, quizás la más lírica del conjunto. Como verdadero alquimista, Yoshua Cienfuegos pretendía hallar la piedra filosofal de la coreografía y consigue construir un espectáculo áureo.
A nivel coreográfico, la propuesta de Cienfuegos apuesta por la fisicalidad más extrema, llegando a extenuar tanta profusión de movimiento sobre escena. Por ello, apela el asturiano al espectador activo, para seleccionar su propia perspectiva de la obra. Predomina el trabajo coral de los ocho miembros de la compañía, aunque se intercala con ciertas muestras de individualidades en una personal búsqueda del movimiento propio, emulando cada uno a su hombre de Vitruvio interior. Conocido como la divina proporción o la razón extrema, 1,618, el número áureo o f (fi) -en honor al escultor Fidias-, sobrevuela durante todo el montaje, siendo especialmente visible en la escena proporciones, quizás la más lírica del conjunto. Como verdadero alquimista, Yoshua Cienfuegos pretendía hallar la piedra filosofal de la coreografía y consigue construir un espectáculo áureo.
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