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Vestidos como antaño
E n las Euskal Jaiak, en las ferias de Santo Tomás que
acaban de celebrarse, en los desfiles que acompañan a Olentzero como los
que se llevarán a cabo en las próximas horas e incluso a la hora de
contraer matrimonio. Vestirse a la antigua usanza, como los
baserritarras que habitaban nuestros montes hace más de un siglo, se ha
convertido en una costumbre que va adquiriendo fuerza año tras año hasta
el punto que cada vez son más los que se hacen su propio traje para
poder lucirlo en esas ocasiones especiales.
Muchos buscan asesoramiento previo en Iraultza Dantza
Taldea, un grupo que se creó hace más de tres décadas en Errenteria con
el objetivo de dar a conocer las distintas danzas de Euskal Herria y que
se ha convertido en un verdadero experto en etnografía vasca, sobre
todo en lo que concierne a los atuendos vascos. Iraultza posee copias de
la mayoría de los trajes utilizados en Euskal Herria desde el siglo XVI
hasta la actualidad. Se trata de réplicas, tanto de originales que
atesora en su sede, como de los atuendos que aparecen en el más de un
millar de fotografías que conforman su fondo documental.
Su labor de investigación se traduce en infinidad de
conferencias y exposiciones como la que puede visitarse hasta el próximo
día 30 en pleno casco histórico de la villa papelera. La muestra reúne
un total de 17 indumentarias completas, 12 de mujer y cinco masculinas,
en la planta baja de Torrekua, el edificio que en un futuro albergará el
Museo del Traje que permitirá dar a conocer auténticas joyas.
Las que ahora se exponen al público atraen a muchos
curiosos, pero también a aquellos que van a la caza de ideas de cara al
modelo que sueñan vestir. Para el director de este grupo de danzas
errenteriarra, Ramón García, estamos ante «un resurgir» de la tradición,
pero, eso sí, un resurgir «un poco peligroso». «Todo el mundo quiere
vestirse otra vez como entonces, aunque parece que a la hora de hacerlo,
en estos momentos, todo vale. Sin embargo, cuando se trata de un traje
tradicional, el 'todo vale' no tiene cabida», subraya, refiriéndose a
esas pequeñas variaciones, detalles en apariencia insignificantes para
quienes se atreven a actualizar un legado que pocos son capaces de
apreciar.
«Lo que no se puede es modificar esos diseños con la
excusa de estar más favorecida. El atuendo de baserritarra se basa en
cuatro prendas. En aquella época no había boutiques y la ropa se hacía
en casa. Hoy en día cualquiera se atreve a diseñarlos. Hasta Ágata Ruiz
de la Prada lo hará el día menos pensado a base de colores fosforitos.
Está pasando lo mismo que con los trajes de sevillanas, que te los
encuentras ya hechos incluso en tela vaquera», comenta Ramón García.
Y no exagera. Basta un vistazo a los vestuarios
'modernizados' que pueblan las calles en estas fiestas para encontrar
decenas de ejemplos. Una falda que en lugar de abrocharse a la cintura
lo hace a la altura de la cadera, porque «es lo que está de moda ahora».
Telas de poliéster empleadas en la confección de la ropa inspirada en
la de hace un siglo «por aquello de que tiene más caída y te hace más
delgada», a pesar de que antiguamente no existían más que las de
algodón. Plataformas, tacones...
El corpiño es otra prenda que, a juicio de Ramón García,
se ha «desvirtuado» totalmente. «Si antes se usaba bien apretado,
sujetando los riñones de la mujer que iba a cortar leña o se tenía que
agachar para trabajar en la huerta, hoy se utiliza cinco tallas más
grande porque nadie quiere ir sufriendo», comenta. Otro tanto sucede con
el cabello. «Las chicas creen que van más monas con el pelo suelto,
luciendo sus rizos, cuando en realidad siempre se llevaba recogido y a
menudo, con un pañuelo cubriendo la cabeza», indica García.
«Más que una evolución, esto es una involución», se
lamenta el director de Iraultza. «Tengo la impresión de que el traje
tradicional se está prostituyendo, utilizándose como si fuera un
disfraz. Incluso habrá a quien le oigas decir que 'hoy me he disfrazado
de baserritarra', en lugar de 'me he vestido de baserritarra'».
Igual de crítica se muestra Ane Albisu, miembro del
proyecto Atondu, que persigue dignificar, de alguna manera, el traje de
baserritarra y garantizar el mantenimiento de las características que
reunía en sus orígenes. En la publicación 'Baserritar jantzia' de Eusko
Ikaskuntza, Albisu explica que «a pesar de que durante estos últimos
años la situación ha cambiado enormemente, y en nuestras fiestas podemos
ver trajes diversos y 'bonitos', el movimiento que se ha creado
alrededor del negocio y de las ganas de 'querer ser diferente' no
colabora, en nuestra opinión, a la difusión del auténtico trabajo de
investigación que estamos desarrollando en torno a este tema. En una
palabra, que flaco favor le hace a nuestra cultura».
¿Se puede poner freno a esa falta de rigor? «No sabemos
cómo. Estamos intentándolo a través de las charlas que impartimos y
siempre animamos a la gente a que se acerque a nuestro local a
preguntarnos sus dudas, ver algunas de las copias que tenemos y si
quiere, probárselas. Vienen, se interesan, pero luego ves que acaban
haciendo lo que les apetece. En los únicos casos en que tratan de
reproducir vestidos fielmente es cuando pretenden utilizarlos para su
boda», asegura Ramón García.
El director de Iraultza Dantza Taldea considera que la
clave está en informarse, ya que «al fin y al cabo, estamos hablando de
una época documentada con fotografías». Además, ofrece algunas pautas
para no equivocarse. El vestuario de los hombres se componía de
pantalón, gerriko, chaleco «estampado y de colores alegres que
contrastaba con el resto de prendas sobrias», chapela y blusón. «Cuantos
más vieses tenía éste, más adinerado era quien lo llevaba», apunta.
Ellas vestían falda, con un delantal que la cubría casi
por entero. También llevaban corpiño o chambra, «a medio camino entre
una blusa y una chaqueta, que se lucía muy entallada a base de tablas o
ancha y fruncida a la cintura». Cubrían la cabeza con un pañuelo. «Era
la forma de marcar a la mujer, de saber su estado civil», concluye.
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