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Verdi danzado la mov en el ciclo escena

Egilea
Teobaldos
Komunikabidea
Noticias de Navarra
Mota
Kritika
Data
2010/04/30

De entrada hay que decir que la compañía que dirige Zaldívar hace un gran trabajo: supera, sin traumas, los inevitables cortes que impone la extensa partitura intercalando sonidos ambientales muy adecuados; es sumamente respetuosa con la narración -eso sí, hay que conocer de antemano la enrevesada trama-, y está a la altura de la música. Todo lo que se oye, se ve. Y viceversa. El planteamiento es fruto del coreógrafo, que ha asimilado muy bien los momentos álgidos de la obra; pero la realización, la doble emoción que nos llega a través de las inolvidables arias de Verdi y de su corporeidad, es mérito de los espléndidos bailarines, y, también de los muy acertados elementos accesorios a la propia danza que, sin embargo, son fundamentales para entender la narración. Desde la ambiental realización audiovisual, discreta para no estorbar lo que sucede en vivo, que funciona como modernos telones; hasta el bellísimo vestuario que define la escena y a los personajes, con pinceladas logradísimas, como el cuello arcaizante del Conde de Luna, o el hábito de las monjas; pasando por los elementos escénicos, como el sillón o la escalera de palacio, sencillos pero rotundos.

En ese todo muy ensamblado -emulando el espectáculo total operístico-, se desarrolla la danza neoclásica, estilo capaz de entrelazar, sin problemas, la tradición clásica de la música que suena, con la siempre contemporaneidad de las pasiones humanas de amor, celos… etc. Luciana Croatto compone una Leonora perfecta, tanto en su fragilidad dubitativa del primer acto, como en su expresivo y, finalmente heroico, amor por el trovador. Es una bailarina etérea, su vuelo es espectacular y delicado a la vez, tanto el paso a dos con el trovador como el solo del aria final, elevaron la música al infinito. Su eje perfecto en esa posición de la vertical de las dos piernas, emociona hasta el escalofrío. El Trovador de Víctor Giménez es rotundo y poderoso. Combinando eso que tanto nos gusta: fortaleza y ternura. Extraordinarios sus giros, virtuosos y clavados en la caída. La Azucena es otro personaje perfectamente definido, totalmente distinto a Leonora, y bailado con especial desgarro; excelente el detalle coreútico de mecerse el pie como un bebé -estos detalles, de los que hubo muchos, ayudaban a seguir el hilo-. Julián Juárez, aún en su juventud, supo asimilar el lado más siniestro del Conde de Luna, y se lució en el cuerpo a cuerpo con Jiménez. Ese momento de lucha entre los dos rivales fue otro acierto. El cuerpo de baile refrenda, con su calidad, lo que en Verdi es tan importante, los coros. Ellas con movimientos de extraordinaria plasticidad como lo bailado en el convento. Ellos con alardes de fortaleza, como el paso a cuatro con Manrico, con un alto grado de simetría en los giros que resultó impactante. Todos, ya sin diferencia de sexos, que el vestuario indefinía muy bien, dieron vida a los conocidísimos temas del coro de gitanos o de soldados -de nuevo detalles como los enlevés simulando los golpes del yunque- con un empaque abarcador de la sonoridad coral. Una bellísima velada, incluso para los amantes de la ópera. Por no decir que todo fue perfecto, me hubieran gustado cuatro pasos -no proceden más- en puntas de Luciana Croatto, sólo para disfrutar ya de todos los registros de esta bailarina.

Intérpretes: Compañía de danza La Mov. Director artístico: Alvaro Zaldíavar. Programa: Trovador, con coreografía de Víctor Jiménez sobre la ópera homónima de Verdi. Escenografía: Jorge Gay. Vesturario: Conchita de la Cueva. Reparto: Luciana Croatto y el propio Víctor Jiménez encabezando el reparto. Programación: Ciclo Escena del Gobierno de Navarra. Lugar y fecha: Centro cultural de Noáin y Casa de Cultura de Caparroso. 23 y 24 de abril, respectivamente.

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