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Un vasco convertido en leyenda del ballet ruso
Un libro condensa la historia de Gerardo Viana, un 'niño de la guerra' que triunfó en la URSS como coreógrafo
Pero lejos de huir del horror de la guerra, Gerardo Viana formó parte
de una brigada para ir al frente en la II Guerra Mundial, en la que le
hirieron, terminando así con su carrera profesional como bailarín. Su
primer retorno a España le llevó a Bilbao, en la temporada 1957-1958,
cuando fundó el Ballet de la ABAO, siendo profesor, entre otros, del
Adolfo Yebra, padre de la estrella del ballet Igor Yebra. Al no poder
traer a su familia, Gerardo Viana vuelve a la Unión Soviética, época en
la que se licencia como maestro de coros y como coreógrafo de ballet.
«Pertenecí a la primera promoción y fui el único que montó un ballet en
el Teatro Kirov, en 1967. Fue Miniaturas españolas. En un primer
momento, yo me asusté. Un niño de Carranza en el Teatro Kirov, el lugar
en el que todos los coreógrafos del mundo sueñan con montar».
Precisamente,
Miniaturas españolas (1967) es la obra que más alegrías le ha reportado
en su carrera como coreógrafo. Se montó en gran cantidad de estados de
la Unión Soviética, con un clamoroso éxito. De hecho, gracias a la
difusión de la cultura española que realiza en esta pieza, el
Ministerio de Cultura español le condecoró con la Medalla de Plata de
las Bellas Artes, en 1994. «La idea de Miniaturas españolas surgió,
cuando Antonio el Bailarín vino a Finlandia con su grupo español. Todos
los bailarines clásicos querían bailar baile español. En aquel tiempo,
se identificaba España con flamenco. Puse flamenco, pero, en realidad,
quería enseñarles qué era el País Vasco, qué era Aragón, qué eran las
Islas Baleares, porque Andalucía, además de flamenco, tiene baile
andaluz, que es el baile español. Todo eso lo metí en siete cuadros. El
acto del País Vasco incluía la Ezpatadantza y San Miguel de Arretxinaga
(Markina). Mis ballets suelen incluir un cuadro vasco. En una actuación
en el Kremlin de Moscú, un director propuso suprimirlo. Me negué y en
esa representación, con 6.000 personas, fue el más aplaudido», rememora
con satisfacción el octogenario artista. Finalizando los años 70, un
accidente de tráfico le postra en una silla de ruedas.
De esta
manera, un resignado Gerardo Viana monta la que es su última
coreografía: Gernika, estrenada en el Teatro Nacional de Riga
(Letonia), en 1990. Como siempre, ese País Vasco que tanto añoró desde
su infancia, toma una relevancia especial en su obra. Afincando en la
actualidad en Vitoria desde 1992, esta tierra le ha devuelto con la
presentación de su libro autobiográfico parte del reconocimiento que
siempre le negó.
Por eso, la Casa de Cultura del Ayuntamiento
de Karrantza estuvo atestada de público recientemente para acompañar a
este niño de la guerra de azarosa vida en la presentación de esas
memorias tan llenas de ricas vivencias y leyenda para el mundo del
ballet.
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