Valor de escuela

Crítica de danza

Muy fiel a la versión empleada por el Ballet Kirov, la compañía dirigida por Alexander Bruskin ofreció una interesante actuación, pese a no contar ni con medio centenar de miembros entre sus filas. Su principal activo es el valor de la escuela rusa. Sutil gracia en el movimiento de brazos, expresividad en los torsos y, sobre todo, una actitud delicada en la ejecución de la coreografía son las características reseñables del llamado método Vaganova, legítimo depositario de la herencia de aquel Ballet Imperial que, precisamente, estrenó esta obra maestra en 1890. Con mucha soltura interpretó el rol de Aurora Natalya Poterkhina, que solventó los titubeos en el trabajo de pareja, con gran determinación en los solos. Menos atractivo resultó Vladimir Iznov, un príncipe Desireé con un lustre algo trasnochado, que echó los restos en sus variaciones. Con permiso de los anteriores, la gran protagonista fue Elena Chebotar, en el papel de Hada de las Lilas, segura en cada movimiento, con gran fortaleza técnica y una bella factura. El último acto convertido en un divertimento en el que se demuestra la destreza técnica ofreció algunos de los mejores pasajes de la velada, sobresaliendo Alexandre Voytin con su gran capacidad de salto como Pájaro Azul, secundado por Ana Voytina, como su pareja femenina. Cinco minutos de aplausos recompensaron la buena labor.