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Valcarlos, desde la piel de un bolante

La fiesta de los coloristas bailes vuelve a celebrarse después de ser declarada bien de interés cultural

Egilea
Iurre Bidegain
Komunikabidea
Noticias de Navarra
Tokia
Valcarlos
Mota
Albistea
Data
2012/04/08
Lotura
Noticias de Navarra

Esas sensaciones se huelen en los días anteriores. A pesar de que los ensayos empiezan semanas antes, en los últimos momentos todos los nervios están a flor de piel. Todo tiene que estar listo para que disfrutemos pero, sobre todo, para hacer disfrutar. Hacer disfrutar con una tradición y un pedazo de cultura que todos los luzaidarras llevan dentro.

El sábado a la tarde, los dantzaris miran al cielo. Desgraciadamente, este no suele ser muy comprensivo y pocas veces da una tregua para que los Bolantes puedan realizar el pasacalles. Este momento es el previo al gran desfile. A pesar de que no sea tan colorido, la emoción y el nerviosismo que se puede llegar a respirar inunda de alegría la karrika de Luzaide.

Y el domingo llega. Amanece temprano para unos. Un grupo de dantzaris se junta y se reparten para poder inundar con sus bailes los distintos barrios. Los cascabeles ya empiezan a sonar. La manada de coches baja hasta el barrio vecino y los gritos de emoción dan la señal. El día comienza.

Horas más tarde, las amatxos, aguja en mano, cosen la faja de los dantzaris o colocan el último cascabel. Mientras tanto, las chicas anudan a sus tobillos las cintas en forma de trenza. Luzaide se empieza a teñir de rojo, verde y blanco por todas las esquinas.

Hacia las doce empiezan los primeros encuentros en el cruce del pueblo. Comienzan los primeros intercambios de emociones y las primeras inquietudes. Pero todo esto se borra una vez que empieza la música. Las filas se crean instintivamente y todos están preparados. El cruce de miradas y sonrisas reina el desfile, los nervios van desapareciendo hasta llegar a la plaza. Una vez allá, guiados por las gigantes muñecas y al son de los músicos, los Bolantes crean una espiral de colores.

Tras los bailes de la mañana toca un poco de relajación. Los dantzaris se quitan la percha y cuelgan la txapela, puesto que toca disfrutar con la familia o los amigos. Pero las horas pasan y los nervios vuelven a aparecer. El reloj marca las 16.30 horas y los más pequeños ya indican a sus padres que tienen que irse. Vuelve el espectáculo y el terremoto de sensaciones.

De nuevo, los dantzaris miran al cielo para saber si podrán juntarse en la casa parroquial o tendrán que salir directamente de la puerta del frontón. En ese mismo lugar es donde se vive la mayor mezcla de emociones. Todos coinciden en que el momento en que se abre el portón, entran al frontón y ven todos los flashes. Es uno de los momentos más excitantes. Entras mirando al suelo puesto que los caballos tienen por costumbre dejar huella, pero a la vez miras al público y buscas. Buscas a amigos, familiares que te hagan una sonrisa y te reconforten.

El son de la música y el recital de pasos guía los saltos de los Bolantes, quienes tras una multitud de bailes busca cobijo entre la multitud. Pero en esos momentos el cansancio se queda a un lado, nada importa, puesto que todo merece la pena.

Tras la riada de los dantzaris en el frontón, el escenario queda vacío. Llega otro de los momentos más esperados por el público. Este es uno de los momentos que provoca la inquietud del espectador y le hace gritar y hasta levantarse del asiento. Los Gorris escoltan a dos personajes muy especiales. Las cintas de colores, las fajas y los cascabeles dejan paso a las mandarras y las zarzas de los Atxatatupines. El redoble de los tambores crea tensión y los familiares de los nuevos protagonistas empiezan a preocuparse. Tras tres vueltas, algunos de los espectadores se anima a participar y quitarles los harapos a los Atxatatupines. Se viven momentos de tensión y excitación, pero todos ellos basados en el respeto. Las manos levantadas de los Gorris dan fin al juego y tras haberse inmerso en un juego de lucha, los personajes y participantes sonrisa en boca se dan la mano.

El día ha transcurrido, pero aún queda mucho por vivir. Somos los protagonistas y eso conlleva una responsabilidad. La responsabilidad de hacer disfrutar desde la piel de un bolante. Hoy volverán a repetirse los bailes, por primera vez desde que esta fiesta se ha declarado Bien de Interés Cultural.

Un dantzari baila durante el Día de los Bolantes de Valcarlos, en el Domingo de Resurrección.

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