De acuerdo con la arqueología y la antropología, el uso de la ropa se origina por la necesidad de cubrir y proteger el cuerpo de elementos de la naturaleza como los climas helados que enfrentaron los primeros homínidos en eras glaciares. Al término de la última glaciación, en torno al 10.000 a. C, el ser humano tuvo muchos más espacios para habitar y comenzó a establecerse en poblaciones y asentamientos fijos. La nueva vida provocó un incremento de la densidad de población y por tanto los alimentos y productos derivados de la caza animal se vieron recortados. Con la necesidad de mitigar el hambre se inició la práctica de la agricultura y la ganadería, lo que conllevó finalmente a la adopción de prácticas textiles como el cultivo del algodón y la esquila de ovinos para la obtención de lana. Estas serían las primeras bases de la técnica textil. Era pura supervivencia y el vestir no se ligaba en sus orígenes, a cultura alguna. El paso del tiempo demostraría que los pueblos iban a expresar su carácter según se vestía cada cual.

El Museo Vasco de Bilbao que hoy reposa en una renovación integral cerró su último ciclo de vida con la exposición De la cámara a la aguja que tenía como punto de partida una selección de imágenes de la colección de la fotógrafa bilbaina Eulalia Abaitua (1853-1943). En esta ocasión, la aproximación al tema se basó en la indumentaria de las mujeres trabajadoras del Gran Bilbao y de los valles circundantes. A partir del estudio de los detalles de blusas, faldas, chaquetas y pañuelos de finales del siglo XIX y principios del XX, se elaboraron cuatro modelos, que varían en función del uso y el contexto. Las piezas fueron producidas por las mujeres encargadas de confeccionar el vestuario de los grupos de danza Salbatzaile (Bilbao), Agintzari (Basauri) y Zubitxo (Lezo), utilizando hilos y tejidos para encapsular la sabiduría trabajada durante años y heredada de madres y abuelas.

Apoyémonos en ese universo de recuerdos para introducirnos en una atmósfera singular como la que se respira en la tienda Meltxora, donde el ayer reluce con las prestaciones del mañana. Situada en la calle Carnicería Vieja del Casco Viejo bilbaino, Meltxora lleva desde 1898 siendo la tienda de referencia en lo que a moda tradicional vasca se refiere. Su actual dueña, y nieta de los fundadores, Pilar Lekube, mantiene el espíritu de la tradición y proyecta a la tienda hacia un futuro con vida. Los grupos de dantzas, reservas naturales de la vestimenta tradicional vasca acuden a Meltxora con la vocación de regodearse en un estilo de vida y de disfrute a la hora del vestir.

El origen de este comercio está en el número 13 de la calle Somera. Pero echemos un vistazo a la historia que les rodeaba antes de lanzarse a la aventura. Aquel finales del siglo XIX era un Bilbao de un crecimiento demográfico enorme. ¿Quieren un dato? A mediados del siglo XIX (les hablo del censo de 1860...) la villa tenía 17.969 habitantes. El censo de Bilbao de 1910 reflejaba 93.536. Ya ven.

Meltxora Motxobe y Claudio Eguren, fundadores de la tienda, llegaron del campo. Ella de Bergara y él de Durango. Se conocieron ambos trabajando como dependientes y decidieron abrir un comercio nuevo que iba a llamarse con el nombre de la mujer, Meltxora. Cuentan que fue la primera tienda que se erigió como un lugar dedicado a la tradición cultural en la moda vasca para vestir a baserritarras y arrantzales. Pero además, vendían todo tipo de artículos, como pendientes, carteras, cinturones o cuadros.

Fíjense en las dificultades. Hace cien años la indumentaria característica que los campesinos, pescadores y trabajadores habían lucido durante años, sin apenas cambios, comenzaba a desaparecer. Con la llegada de la industrialización, las prendas empezaron a ser producidas en fábricas, y las ropas que antes estaban al alcance de unos pocos, pronto resultaron accesibles para la mayoría de la ciudadanía. Los jóvenes abandonaban los baserris para trabajar en las fábricas y adoptaron una indumentaria de calle, promovida por una moda urbana. Se produjo una gran desvinculación de la tradición, y a pesar de que la gente mayor seguía vistiendo a la antigua usanza, los jóvenes adquirieron nuevas costumbres en el vestir. De este modo, el entorno rural y los baserritarras se convirtieron en los guardianes del legado cultural y tradicional vasco. Sus vestimentas pasaron a simbolizar unos valores que estaban a punto de perderse y su modo de vestir se convirtió en modelo de lo que, hoy en día, es el vestuario tradicional vasco.

Vendían toquillas y kaikus y prendas para el luto y el medio luto, muy demandadas en las vestimentas de las mujeres. Todo fue modificándose. Con más de un siglo de historia, en Meltxora ha sufrido la Guerra Civil y el franquismo, donde no se podían vender kaikus ni ikurriñas, las crisis económicas y el covid. Son unos supervivientes.

Han investigado en libros antiguos para saber cómo se vestía y han innovado. Uno de los principales cambios se ha dado en las camisas blancas que se llevaban; interior y encima otra camisa de color. Sobre todo, las mujeres. Los hombres solían llevar camisas de cuadros. El corpiño era una prenda interior y se ha exteriorizado y se coloca encima de las camisas. Ven con preocupación cómo el pequeño comercio desaparece en las calles del Caso Viejo. Se han convertido en una reserva donde sobrevive la tradición.