La directora de Euskal Museoa, Sorkunde Aiarza, suele bromear con la idea de que Eulalia Abaitua (1853-1943) “es una de nuestras trabajadoras en plantilla”. Y es que la pionera de la fotografía vasca, nacida en Bilbao, “nos sirve a través de sus imágenes un tesoro etnográfico importantísimo y nos aporta información”. Ya han catalogado “más de 2.000 imágenes”, cifró la diputada de Cultura, Leixuri Arrizabalaga, que gracias a la reciente digitalización de su archivo, desvelan detalles antes inadvertidos. El museo radiografía la sociedad vizcaina de finales del siglo XIX e inicios del XX recreando prendas que se pueden contemplar en el museo La Encartada de Balmaseda hasta julio. Mujeres de los grupos de danzas Agintzari (Basauri), Salbatzaile (Bilbao) y Zubitxo (Lezo) han cosido los cuatro conjuntos reflejo de los ámbitos en los que se ha catalogado el universo de las mujeres en la época: celebraciones formales y festivas, trabajo en entornos urbano y rural.

La muestra, que rotará después por otras localizaciones debido a la reforma de Euskal Museoa, pretende “dar visibilidad” a la labor de las tareas desempeñadas entonces por las mujeres, “rendir homenaje a las costureras que han mantenido nuestras tradiciones por medio del textil” y divulgar la cultura vasca. En este sentido, pondrán a disposición del público los patrones por si se desea replicarlos. El primero, correspondiente a la celebración formal, se puede obtener en La Encartada en formato papel. “Más adelante se sacarán los de los otros trajes”, adelantó Aloña Intxaurrandieta, comisaria de la exposición.

“Los patrones son una maravilla”, elogió Maite Correa, de Agintzari Dantza Taldea, artífice precisamente del atuendo para las ocasiones más sujetas a etiqueta. “Estoy enamorada de la camisa”, a la que añadió una puntilla hallada en Iparralde por las comisarias de la muestra. Con variaciones de colores –ganando en oscuridad, por ejemplo, en liturgias religiosas– o más o menos adornos dependiendo de si uso respondía a cuestiones prácticas o más estéticas–, el pañuelo y el delantal resultaban imprescindibles siempre para las trabajadoras del Gran Bilbao y valles de alrededores a las que inmortalizó Eulalia Abaitua. A menudo disponían de lugares en los que reemplazar sus alpargatas por calzado de piel cuando entraban en la ciudad y las jantzietxeak estaban pensadas para cambiarse de ropa antes de eventos señalados.

Durar años

Junto con las fotografías se han recuperado materias primas, formas de hacer y costumbres de un momento en el que la industrialización empezaba a transformar también una moda que apostaba por reutilizar y reciclar. “Añadir remiendos, zurcir agujeros, soltar lorzas en los embarazos... Las prendas debían durar años”, se puede leer en uno de los paneles. Habría que imaginárse a las mujeres cosiendo “sin luz eléctrica después de realizar las tareas domésticas, trabajar en la huerta y ocuparse de los animales y en muchas ocasiones, a pocas horas de tener que levantarse otra vez; si miramos a las vencejeras, se sumaría la fatiga de recorrer kilómetros de ida y vuelta a los mercados”, describió Nekane Madariaga, una de las comisarias de la muestra.

A pesar de sus “limitados recursos, vestían con gran dignidad y estética, fusionando la tradición transmitida con la modernidad de nuevos tejidos” gracias a la destreza con la que elaboraban y combinaban bieses, lorzas, frunces, tablas, bordados y vainicas rebosantes de “creatividad”.

Patrones

Clasificaron por áreas las imágenes seleccionadas entre el vasto fondo documental de Eulalia Abaitua. “Con el respaldo de otras fuentes, así como la consulta de fondos textiles e indumentaria de Euskal Museoa” procedieron a detallar las características de cada pieza considerando el contexto: “variantes de bolsillos de delantal, cuellos y mangas, tipos de tejido y técnicas” que retrataron “un momento histórico particular”. Después configuraron “bocetos y un primer conjunto de patrones” que no calcaron conjuntos completos, sino que “se propusieron los elementos más característicos y distintivos de cada tipología” de trabajo o festejos más o menos formales en campo y ciudad. Con los patrones digitalizados , se han creado también códigos QR que transmiten “historia y legado e invitan a reflexionar sobre el papel de la fotografía como medio artístico”, destacó la diputada.