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Un santo bien acompañado

Egilea
M.T,
Komunikabidea
Diario de Noticias
Tokia
Pamplona
Mota
Albistea
Data
2009/09/28

a veces, de la pasión, de la ilusión y de la devoción, saltan chispas. Para bien y para mal. Ayer, para bien, miles de pamploneses acompañaron a San Fermín de Aldapa en su recorrido por las calles del Casco Viejo de Pamplona. Para mal, ciertas tensiones que nunca faltan, pero siempre sobran. Así, a las 12.26 horas comenzaron a salir de misa los fieles que, durante casi una hora, participaron en la ceremonia en la que pudieron disfrutar de la actuación del coro Voces Graves de Navarra. Afuera, cientos de personas llevaban más de 20 minutos esperando la salida del Santo, por lo que cuando los que salían se colocaban en primera fila, surgieron algunas disputas. "¡No tienes respeto a los demás!", espetaba un joven de 30 y pocos años a un hombre trajeado, de unos 50, con una niña pequeña en brazos. "Tengo una cría y no me dejáis pasar hacia atrás, ¿qué quieres que haga?", respondía este último. Pero el ambiente se seguía caldeando. "¡Caradura, eres un caradura!", continuaba el joven. "¿A que dejo la niña en el suelo y te doy una hostia?", se encaraba el hombre trajeado.

Pero el Santo salió y los aplausos dieron fin a las disputas. De este modo, San Fermín txikito pudo disfrutar desde la puerta de su iglesia del baile con el que le honraron los dantzaris de Duguna. Vestidos de blanco y rojo, con faja roja y medias blancas con cascabeles en las espinillas. Sobre el pecho, en el corazón, estampada la figura de San Fermín, en la izquierda, las cinco llagas de Cristo. En la espalda, dos escapularios más. Uno con el escudo de Navarra y otro con el de Pamplona.

De este modo, cinco de los Dantzaris regalaron a San Fermín de Aldapa un precioso baile con dagas al ritmo de los txistus que le acompañaban. Los aplausos dieron fin al baile y el comienzo de la andadura del Santo por las calles del Casco Antiguo.

Comienza la procesión

El santo, a bendecir a los fieles

Con los dantzaris delante de San Fermín, la procesión dio comienzo. Cerraba la marcha La Pamplonesa, que deleitó, una vez más, a los pamploneses que se congregaron en las calles del recorrido. Los padres y los niños, a hombros de sus progenitores, saludaban y aplaudían al Santo cuando pasaba por su lado. Éste marchaba por la calle 2 de Mayo hasta que en el cruce con la calle del Carme, llegó la primera sorpresa. Ocho guitarristas, un tambor y una pandereta cantaron a San Fermín. "Que sean fiestas de gozo y paz", rezaba su canción. Luego de unos merecidos aplausos, la procesión marchó de nuevo por la cuesta del mercado, desembocando en la calle mañueta.

Mientras tanto, los gigantes y cabezudos se habían unido al grupo y encabezaban el recorrido. En la entrada a la calle Mañueta, por su estrechez, se formó un tapón que acabó con La Pamplonesa sin espacio para tocar. "¡Esa banda que no toca!", gritaba un hombre. Pero es que no podía. El director se desesperaba e intentaba hacer sitio para sus músicos. Pero era imposible. Hasta que la calle no se ensanchó, no pudieron tocar. Así comenzó la ascensión por la calle Curia, que estaba a rebosar. Los más afortunados, los vecinos que veían pasar a San Fermín desde la comodidad de los balcones de su casa. Al llegar a la catedral, la segunda sorpresa. A la entrada de la plaza de San José, sobre un pequeño escenario esperaban 16 joteros acompañados de una guitarra y una mandolina. Tras escuchar dos jotas, la procesión reanudó la marcha tomando Navarrería. En esta plaza, los balcones, más que de gente, estaban repletos de pancartas. Una de ellas, bastante grande, ocupaba seis balcones. Sobre un fondo blanco, con letras azules, todas rezaban "Jai herrikoiak (fiestas populares). Del barrio, para el barrio". La polémica sobre la organización de las fiestas sigue presente en los vecinos de lo viejo.

Pero en la calle del Carmen esperaba la tercera y última sorpresa. Un violinista y dos txistularis deleitaron al santo y a los allí presentes con una fina y delicada melodía. Hicieron lo imposible. Lograron el silencio mientras tocaban. De esta forma llegaba la procesión de vuelta a la Iglesia de San Fermín de Aldapa. Allí, escoltado por los dantzaris, los gigantes y los cabezudos, el santo volvió a su casa. "Mira, ya se va, ¿ves?", le decía un padre a su hija de meses que sujetaba en brazos. Se va, sí. Pero hasta el año que viene.

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