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Un Quijote decepcionante
Crítica, Ballet de Lituania e Igor Yebra
De auténtica decepción se puede calificar la función que llevó a escena el Ballet Nacional de Lituania junto a Igor Yebra en el auditorio Kursaal de Donostia con un Don Quijote grotesco, soso y aburrido. Ya el enfoque de la obra no aportó nada nuevo siendo una mera transposición de la versión clásica del siglo XIX, empobrecida tal vez y mal ejecutada, finiquitando esta ya de por sí caduca manera de contar historias.
La obra no estuvo en absoluto ajustada sucediéndose en ella continuas descoordinaciones. La puesta en escena fue pobre, carente de ideas y el cuerpo de baile plano e inexpresivo. Los gestos mímicos utilizados por los miembros de la compañía en las escenas teatrales fueron realizados con un automatismo ineficaz y con una afectación que provocó una falta absoluta de autenticidad o credibilidad. Los bailarines, a excepción de los solistas, no poseían control suficiente y en muchas ocasiones la coreografía sobrepasaba sus posibilidades técnicas encontrándonos con unos cuerpos rígidos y forzados que utilizaban más la fuerza descontrolada que la técnica y que, en definitiva, dio como resultado un movimiento grueso y vulgar.
El trabajo de interpretación, por otro lado, podría decirse que no existió. Prueba de ello fue la expresividad hueca, exagerada y gratuita que se apoderó de toda la obra. Casi ningún personaje convence a excepción de Kitri. La solista femenina (junto con Igor Yebra) es la única que muestra una técnica depurada y una expresividad viva y coherente con el personaje. Igor Yebra por su parte no nos mostró su excepcional categoría como bailarín hasta bien entrada la obra. De su interpretación queda en limpio su magistral virtuosismo desarrollado sobre todo en la segunda parte, y su presencia y porte inigualables pero, por lo demás, apareció desconectado interpretativamente dando la impresión de no utilizar todo su potencial.
A lo largo de toda la representación, se advirtieron fallos que afectaron incluso a los solistas, que vieron desbaratarse algunos de sus momentos más brillantes.
En definitiva, y a pesar de la positiva actitud del público que abarrotaba la sala deseoso de aplaudir a la estrella, la obra no funcionó.
La historia se convirtió en una lineal serie de situaciones simplonas y carentes de interés, con momentos de danza de calidad muy desigual.
El Ballet Nacional de Lituania demostró que dista mucho de ser una compañía de calidad que, ni estuvo a la altura de los solistas, ni respondió a las expectativas creadas.
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