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Un lustro sin parar de bailar

Empezaron seis. Hoy, Jare Dantza Taldea reúne a 80 personas, entre dantzaris y músicos de todas las edades. Entre medio, cinco años intensos para celebrar.

Egilea
Carlos Gonzalez
Komunikabidea
Noticias de Alava
Mota
Erreportajea
Data
2016/02/05
Lotura
Noticias de Alava

La primera actuación tuvo lugar en Villamaderne. Allí estaban los seis primeros componentes de Jare Dantza Taldea. Bueno, ellos y el CD con la música para poder bailar. Era el último paso, el encuentro con el público, para poner en marcha de manera definitiva un proyecto que en este 2016 cumple cinco años de andadura, un lustro que el grupo quiere celebrar con un programa de propuestas que arrancó en enero con una exposición en Oihaneder Euskararen Etxea y que pasará el día 20 por Campezo. Eso sí, sobre el resto de citas que se irán sucediendo (una cada mes), el grupo no quiere decir nada. Hay que ir desvelando las sorpresas poco a poco.

Lo habitual en estos casos suele ser hacer una jornada especial, un día señalado de reunión y fiesta. “Pero queríamos hacer algo diferente; un año normal ya realizamos unas seis actuaciones, así que no podíamos proponer lo mismo, teníamos que ir a más”, explica María Balsategui, quien, junto a Endika Saez de Adana y Mikel Díaz de Alda, describe que este cumpleaños extendido se empezó a preparar en primavera del año pasado. “Las ideas nunca faltan”. La voluntad por llevarlas a cabo tampoco, como se ha demostrado en este lustro.

De aquellas seis personas que tomaron la decisión de crear Jare tras dejar atrás otra formación, cinco siguen involucradas en la aventura. La sexta “sigue manteniendo la relación y de vez en cuando viene a bailar”. Eso sí, aquel germen inicial se ha multiplicado en número y de qué manera. Hoy son 80 los componentes de la formación, entre dantzaris y músicos. De hecho, además del grupo principal existen otros dos compuestos por los más pequeños y otros tantos que reúnen a jóvenes de 15 y 16 años -en este caso, todo chicas-, así como una agrupación de mayores de 50 años. A ellos y ellas hay que sumar una docena de instrumentistas (gaiteros, trikitilaris, txistularis, violinistas...), aunque la cifra puede ser mayor en función de los requerimientos de cada actuación.

Como es evidente, con este trajín, su sede en la Sociedad Manuel Iradier es un ir y venir constante de lunes a viernes. “Siempre hay actividad por las tardes y eso es de agradecer porque indica cómo ha crecido el grupo en estos años”, apunta Balsategui. De hecho, para ponerse en contacto con ellos es tan fácil como pasarse por este espacio del Casco Viejo, aunque también se puede hacer a través de las redes sociales -Facebook y Twitter (@JareDantza)-, referencias virtuales a la espera de que se concluya el proyecto de página web que se está construyendo ahora.

De todas formas, lo de verdad relevante sucede más allá de ese mundo virtual que es Internet y, también, del límite que suponen las paredes del lugar de ensayo. La senda siempre tiene que ser compartida con los espectadores, algo que Jare lleva haciendo en este lustro de manera incansable, siempre en la vía pública. De hecho, nunca ha actuado en un espacio cerrado, aunque algunos de sus componentes han tomado parte de manera excepcional en espectáculos como El Caserío 2.0 que el año pasado se representó en el Principal de la mano de la compañía gasteiztarra Arké. “En general somos muy anti-folklore” reconoce Saez de Adana, una postura que muchas veces se sustenta en el desconocimiento y los tópicos, algo que el grupo intenta cambiar, precisamente, saliendo al encuentro del público. “No queremos limitarnos a actuar el día de un santo, sino sacar la cultura a la calle en cualquier momento”, añade Balsategui, aunque cada propuesta se prepara con “cuidado y mimo” ya que, además, es necesario coordinar a muchas personas y tener previstas nos pocas circunstancias como, por ejemplo, los permisos burocráticos de turno, algo que a la formación le ha dado algún que otro quebradero de cabeza electoral.

No sólo Álava les ha visto actuar en estos años. A un lado y otro del Bidasoa, también, aunque hasta ahora no han pisado tierras guipuzcoanas. Lugares en los que son bien recibidos a pesar de que a veces “los alaveses hemos sido los hermanos pequeños de la cultura en Euskal Herria” y también hay cierta ignorancia acerca de unas dantzas “que les parecen riojanas o andaluzas. En Álava se tira mucho a la gaita y eso les chirría un poco; los navarros son más parecidos a nosotros en este sentido”.

Un camino de crecimiento

Balsategui y Saez de Adana son dos de aquellos seis primeros componentes de Jare. “La idea era crecer, entre otras cosas porque con tan poca gente tampoco podías hacer mucho, nos íbamos a terminar aburriendo”. Fueron sumando a unos y a otros, en muchos casos gente conocida o bien de manera directa o a través de terceros, como sucedió con Díaz de Alda, uno de los tres primeros músicos con los que contó la formación. “Nos contaron su proyecto, su idea de llevar la cultura vasca por todos los rincones y que lo iban a hacer por amor al arte; claro, ¿cómo te vas a negar a ayudarles?”, recuerda con una sonrisa el también miembro de Ioar Dantza Taldea.

Todos se implican en lo que supone la vida de la agrupación. Eso es algo que no ha cambiado en este lustro. “Siempre aspiramos a hacer cosas más potentes y como en estos años hemos crecido en posibilidades, también han crecido nuestras aspiraciones”, resalta Saez de Adana, al tiempo que Díaz de Alda apunta que “llevar un proyecto de este tipo puede parecer fácil pero es una gran responsabilidad, hay que estar todas las semanas haciendo y trabajando, y eso sólo se puede hace mediante el compromiso”. Una apuesta cuyos frutos se ven de manera clara, a juicio de Balsategui, en los grupos de chicas de 15 y 16 años, en el hecho de haber sido capaces de generar esa cantera con jóvenes “que son las que nos van a tomar el relevo”. De hecho, los tres coinciden a la hora de soplar las velas y pedir un deseo en que el suyo pasa por mantener la ilusión y las líneas de trabajo actuales, aunque no les vendría mal contar con más dantzaris masculinos. “En Álava está la cosa un poco escasa, no nos pasa sólo a nosotros”, ríen.

Lo que no han pedido en estos cinco años es ni una sola subvención (este año sí lo han hecho para financiar el programa del aniversario), una filosofía a mantener en el futuro, en un mañana en el que no piensan demasiado. Quieren disfrutar de lo que venga paso a paso.

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