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Un impulsor de nuestras danzas
El vitoriano Manuel García de Andoin ha fallecido en Burdeos tras dedicar toda su vida a la música y a la danza
La inclinación musical de Manolo Andoin -como se le llamaba- quedó encauzada muy tempranamente. En 1931 era alumno de la ikastola que había en la calle Zapatería, y formaba parte de su grupo de danzas, Gaztetxu. Allí se formó el txistulari y dantzari. Muchacho inquieto y con ideales claros, en aquellos años de la Segunda República, y con motivo de un mitin en el frontón Vitoriano (que estaba situado, como se sabe, en la calle San Prudencio), leyó unas palabras que fueron objeto de multa gubernativa. Ya en la época franquista, Manolo Andoin tomó parte en numerosos actos de propaganda nacionalista, repartiendo octavillas, pintando paredes o sembrando las calles de ikurriñas. Ello le llevó a la comisaría y a la cárcel varias veces. Marchado al exilio, se afincó en Bayona, donde trabajó en una forja en el barrio de Mousserolles. Y en las horas libres siguió cultivando su gran pasión: la música y la danza.
«Sublime desconocido»
Con su hermana Miren, Manolo Andoin estrenó el Contrapás, del músico alavés José Tomás Uruñuela. Lo había aprendido gracias al propio Uruñuela, para lo que los dos hermanos habían tenido que desplazarse a Baranbio, donde entonces vivía el gran músico. Recordemos que Uruñuela, el «sublime desconocido», como se le ha llamado, había nacido en Vitoria en 1891 y murió en 1963, en San Sebastián, ciudad en la que había fundado la Escuela Municipal de Danzas. Su brillante carrera en España y Francia fue marcada igualmente por la guerra y el exilio. Tuvo estrecha relación con músicos y coreógrafos como Jesús Guridi, el Padre Donostia, Maurice Béjart, Sakharoff, etc. Buen maestro para Manolo Andoin.
uando se preparaba una de las primeras representaciones de El Caserío de Jesús Guridi después de 1936, Manolo Andoin estaba haciendo el servicio militar. Entonces, José Ignacio Pérez Viñegras le propuso bailar en lugar de las señoritas del cuerpo de baile de la compañía. Improvisaron un grupo y danzaron con la ropa de las bailarinas, ya que a ellos se las habían quemado los requetés. Al final del espectáculo, el público les tributó tal ovación que los de la compañía no entendían a qué venía tal éxito. Curiosamente, al terminar la función, el conocido policía, de triste memoria, Bruno Apodaca, subió a saludar «a esos chicos que bailaban tan bien».
Manolo Andoin, que trabajaba como modelista de fundición en un negocio familiar, era incansable en su afición musical. Fundó los grupos de danzas Txirinbil y Oldarki, y atendía cualquier solicitud que le hacían para formar grupos de danzas en Vitoria y en toda la provincia. Sin su ayuda probablemente no habrían nacido los grupos de Aramaio, Legutiano, Murgia, Adurza, Errekaleor, etc.
Interesa destacar que participó en el rescate de danzas como el Txakolina, de Aramaio; Los Bailados, Los Troqueados, La pájara pinta y El Rompecejas, de Villabuena; Los Troqueados, de la fiesta de San Juan Degollado de Laguardia; La Cadena, de Yécora, etc.
Con el grupo Oldarki, Andoin impulsó la creación de los coros de Santa Águeda, que después tomarían tanta fuerza, reanudando la vieja tradición del País. Como txistulari intervino algunos años en la fiesta del Barte en Larrea, y en un sinfín de romerías, como las de Jugatxi, Andra Mari en Aramaio, Urrialdo, etc.
Manolo Andoin tomó parte en la creación de cuadrillas de blusas como Los Tronperris el 1941, Los Chismes en 1950, Los Desiguales en 1954, y Jo ta ke en 1959.
Celedón de Oro
Reconociendo toda una vida de esforzada dedicación, el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz le distinguió con el Celedón de Oro. El periódico Sud-Ouest le ha dedicado una sentida semblanza, elogiando su enorme trabajo en favor de nuestra música. En el texto se ha recordado, entre otras cosas, que Manolo creó tres sociedades culturales, la más conocida quizá Zahakin, y que a él se debe el emblema de las fiestas de aquella ciudad, el león coronado. En aquella ciudad era personaje popular. A él le gustaba llamarse «alcalde honorario» del barrio conocido como Petit Bayonne.
En silla de ruedas desde 1987 como consecuencia de un acciente, Manolo no perdió nunca su buen humor, ni su apego a Vitoria, donde se le solía ver con alguna frecuencia, sobre todo con ocasión de las fiestas de La Blanca. Descanse en paz.
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