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Un baño de Aratuste en Mundaka

La lluvia no impidió que la localidad costera se echara a la calle para llenar de color blanco y negro su Carnaval de la mano de más de dos centenares de atorrak y otro centenar de lamiak
Egilea
I. Fradua
Komunikabidea
Deia
Mota
Albistea
Data
2015/02/16
Lotura
Deia

eS el mejor día del año para los mundakarras. Las inclemencias meteorológicas no iban a ser óbice para fallar a su tradicional cita con el domingo de Carnaval, pese a que algún que otro momento de lluvia trató de afear un colorido Aratuste, único en su especie en Euskadi, que volvió a sacar a la calle a dos centenares de atorrak y otro de lamiak. Blanco y negro, hombres y mujeres, volvieron a demostrar que pese al paso de los años -y ya van muchos-, la localidad costera sigue rindiéndose a sus costumbres.

No son los carnavales más espectaculares. Pero el Aratuste de Mundaka cuentan con peculiaridades fuera de toda duda: su singularidad y profundo arraigo. Y dos personajes centrales en forma de atorrak y lamiak. La música comenzó a sonar bien pronto. La diana de los txistularis -con el traje de marrau, que así es como se llama originariamente al vestido que lucen los hombres-, sobre las 10.00 horas, puso sobre aviso a los vecinos. El de ayer no era un día más. Pero para ver a la estudiantina conformada por más de dos centenares de atorrak hubo que esperar un tiempo. Salieron puntuales a la plaza a las 12.30 horas. Y cumpliendo con las costumbres la primera pieza, cantada bajo la que fuera la casa de Jose Mari Egileor, fue para el impulsor del carnaval local y su conocido Aratuste. La siguiente canción, titulada Santa Katalinan, es de nueva creación en un repertorio que ya suma más de medio centenar de canciones satíricas. Algunas de ellas, incluso, consiguieron superar la censura de la dictadura con ingenios y juegos de palabras.

Centenar y medio de hombres de impoluto blanco -pantalón y camisa-, ataviados con dos enaguas -en cintura y hombros- y una funda de almohada en la cabeza recorrieron las callejuelas del pueblo. Lo hicieron bajo la batuta de Jon Fresko. Curtido en varios aratustes -y llevando a la batería el ritmo del conocido grupo Ken Zazpi-, el director, vestido de riguroso frac entre tanto blanco, cumplió a la perfección con su cometido. Con mayoría de guitarras, el grupo también contó con acordeones y violines, amén de otros instrumentos musicales, incalificables en algunos casos. Cayó alguna que otra chaparrada en los compases iniciales, lo que motivó que el pasacalles se tuviera que resguardar en los soportales del Ayuntamiento. 

Día y noche

Pese a verse trastocado el recorrido habitual, la alegría fue la tónica general. Cruzada Goiko Kalea -punto donde mayor número de gente se reúne y donde algún que otro atorra robó unas tostadas, postre típico del Carnaval - en ambas direcciones hacia la Portutxu, el desfile dejaba una impresionante estampa sobre el muelle del Artza con los hombres en fila de a uno. Completado el pasacalles, con Fresko subido a los árboles de Los Txopos, los atorrak se marcharon a reponer fuerzas para ceder el testigo a las lamiak.

Durante dos horas y media de alegre pasacalles, se pudieron escuchar himnos clásicos como Mari Manu, Enenden Brai, Lisboa en Carnaval, Jo ta ke o Añoranzas. También hubo espacio para canciones algo más actuales como Iji Taja o Gurutzie. Al finalizar, imperó la tranquilidad en Mundaka.

Del blanco se pasó al negro, si bien ese color no reinó hasta que la luna empezó a hacer acto de presencia. Y es que a las 18.00 horas se dejó ver el segundo personaje central del Aratuste mundakarra: las lamiak, personajes mitológicos que según las leyendas habitaron los alrededores del pueblo. Efectuaron un pasacalles mucho más vistoso que el mañanero de los hombres, ya que a sus canciones sumaron bailes en una ronda llena de color.

Casi un centenar de mujeres, ataviadas con su túnica negra y la larga melena blanca -además de la cara pintada de blanco, negro y rojo-, transitaron por las calles de una Mundaka, que aún conservaba buena parte del público. Con una ronda que varió el esquema tradicional, lo hicieron bajo la batuta de la joven directora Katixa Iturriaga, que debutaba en su puesto. Al concluir la ronda de las féminas, ambos personajes centrales del Aratuste se fundieron en una fiesta que, en algunos casos, llegó hasta altas horas de la madrugada. El mejor día para los mundakarras bien lo mereció. 

Guitarras, acordeones y violines dan sonido a los más de doscientos atorrak que ayer salieron a la calle en Mundaka.

Guitarras, acordeones y violines dan sonido a los más de doscientos atorrak que ayer salieron a la calle en Mundaka. (I. Fradua)

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