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Un baile ancestral

La pequeña localidad encartada desentierra sus raíces más profundas para celebrar la festividad de la Virgen de Las Nieves

Egilea
Natxo Ugarte
Komunikabidea
El Correo
Tokia
Lanestosa
Mota
Albistea
Data
2008/08/06
Como cinco siglos atrás hicieron sus ancestros, a las ocho en punto, Gorka Porres mete prisa a su madre en el pórtico mientras ésta le termina de zurcir la faja y le retoca su camisa blanca. Después, una mirada emocionada y un beso en la frente son suficientes para desearle suerte. Es el primer año que participa en la Danza de los Arcos Floridos, un tradicional baile que, cada 5 de agosto, acompaña a la Virgen de las Nieves en su procesión por Lanestosa.
Veinte metros calle abajo, la historia se repite. Aunque a Joserra Fernández, con más de una década de experiencia, se le ha olvidado la obligatoria pañoleta roja. Previsora, su abuela se la anuda al cuello y despeja sus nervios con una caricia en la nuca. Como un goteo, los quince danzantes parten de sus moradas para el último ensayo. Nada puede fallar en su emotivo homenaje a la patrona de esta pequeña localidad de 300 habitantes.
«Llevar hoy las albarcas de cáñamo y el uniforme blanco con el pañuelo y el fajín rojo es un orgullo que pasa de generación en generación», asegura Joserra, que sigue los pasos de su padre y su abuelo. Todo nestosano porta esta tradición en la sangre, ya que sólo puede participar en ella un varón nacido en Lanestosa o con ascendencia familiar en el municipio.
Trenzado de madera
La escenificación del baile también se mantiene intacta desde sus orígenes. Los mozos giran entre ellos para tejer un singular trenzado de madera. Todos llevan un arco, de entre 2,5 y 3 metros de longitud, que debe ser de zarzarraya -rosal de espino- o avellano silvestre y estar recubierto de un adhesivo elaborado a base de harina y agua. A su vez, la rama es revestida con cenefas de colores. Además, la tradición manda que sea confeccionada por una mujer de la familia.
Al atardecer, la fiesta adopta un tono más entrañable. Los mozos se pasean casa por casa cantando 'vivas' a todo pueblo. Los danzantes brindan prosperidad a sus vecinos, a cambio de una limosna. «Antaño las familias lanzaban queso y chorizo, ahora nos dan dinero que repartimos para sufragar gastos», apunta Joserra. «Es aquí donde se demuestra que, en Lanestosa, todos somos una misma familia».
Un baile ancestral
Los danzantes acompañan a la VIrgen de las Nieves por la calles de Lanestosa./ B. Agudo

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