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Un bailarín que mostró su danza por el mundo
Qué fue de... Ion López Garnika
Su vida ha sido, sigue siendo y será, dice, la danza. Cuando Ion López Garnika (Estella, 1962) la descubrió a los 18 años pudo por fin exteriorizar el artista que sabía que escondía dentro. El estellés, conocido en estos círculos por su segundo apellido, había dado con su vocación tras rastrear e interesarse de adolescente por diferentes formas de expresión. Le atraía el teatro, la música, el dibujo.pero se cruzó por sus manos una solicitud de acceso a la escuela de danza del Conservatorio Julián Gayarre de Pamplona. Le seleccionaron y hacia este lenguaje no verbal encauzó una pasión que vivió primero como aprendiz; después, en su exitosa carrera internacional como bailarín; y a día de hoy, a sus 47 años, como docente de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León (Valladolid).
Una trayectoria que no se aventuraba a adivinar cuando empezó aprendiendo la técnica de bailarín en Pamplona entre un grupo de doce chicos. Allí, miembro también entonces del grupo de José Lainez, pasó sus dos primeros años de formación. Después, estudió en la academia de María de Ávila en Zaragoza y decidió continuar aprendiendo fuera de España. Puso el ojo en Bruselas, en el prestigioso centro de Maurice Béjart. Realizó las pruebas de acceso junto a 300 personas y fue uno de los 16 afortunados que pasó el corte. "Entonces yo no veía nada imposible. Fue una alegría inmensa", recuerda.
Perfeccionó en este país durante dos años su técnica clásica y contemporánea, gracias a dos becas del Gobierno Vasco y del Ejecutivo foral, y comenzó por todo lo alto su carrera como bailarín. "En el Ballet del Siglo XX de Bélgica aprendí el oficio, uno de los máximos exponentes de la danza mundial y crecí muchísimo artísticamente", asegura. Él se trasladó después con la compañía a Suiza y en 1990 cambió de aires. Optó por el Balletto di Toscana de Florencia. "A los cambios me empujaba mi afán por progresar".
Lisboa: fin de su carrera
Un año más tarde se mudó a Frankfurt (Alemania) para mantenerse a las órdenes de William Forsythe. "Tuve la oportunidad de colaborar con él en sus obras y fue una experiencia grandísima". Con él trabajó hasta 1998, cuando puso el punto final a su carrera. Lo hizo en la Expo de Lisboa. "Empecé por todo lo alto y acabé también así porque compartí escenario junto a gente de mucho renombre como Ángel Corella, Lucía Lacarra o Tamara Rojo", detalla.
Se despidió porque necesitaba pasar página. Se había cansado de viajar de un lado para otro con la maleta siempre en la mano, a pesar de que en ella escondía recuerdos de sus actuaciones en los mejores teatros del mundo y a las órdenes de los coreógrafos más brillantes. "Me había cansado de todo lo que hay alrededor: giras, hoteles, aeropuertos.", cuenta.
Volvió a España y se afincó concretamente en Barcelona. Hasta 2004 fue profesor de danza en el Instituto de Teatro de la ciudad condal. Impartió también clases de composición coreográfica en el Conservatorio Superior. Después, hizo lo propio en Mallorca, en el Ballet joven, y en Valencia, con la compañía de María Carbonell.
Desde 2006, es uno de los docentes de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León, ligada a la consejería de Educación de la comunidad. Ahora, tiene 70 alumnos a su cargo, niños en su gran mayoría. "Enseño todo lo que sé: disciplina, técnica, amor a la danza... Estoy muy contento y me veo reflejado en ellos. Tienen esa misma vocación que yo sentía y contribuyen a que me siga apasionando la danza", indica.
Después de tanto ir y venir, el estellés ha encontrado cierta estabilidad en Valladolid. Se siente como en casa y, en el caso de cambiar de nuevo de aires, volvería a Pamplona para cerrar ciclo. "Me gustaría regresar al conservatorio y crear un grupo de danza, como hizo Lainez conmigo. La danza me nutre. Para mí es como el comer y necesito hacerlo a este nivel", asegura.
Ion López Garnika en la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León (Valladolid). JULIO CÉSAR TORTUERO
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