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Un árbol destrozado por la multitud
1912 En aquel año, el Ayuntamiento decidió suprimir la fiesta del árbol de San Juan, que según algunos testimonios tenía un tono tremebundo. «Era fiesta de incultura, de instinto cruel, era un auto de fe...».
De niños, antes de que nos permitiesen salir a ver hogueras, la víspera de San Juan estaba marcada por aquel fresno, que entonces nos parecía enorme, y que rompía con el cemento y la piedra de la plaza del 18 de Julio como si hubiera aterrizado allí desde otro planeta.
Colocaban aquel misterioso árbol en mitad de la plaza y había que esperar a que, bajo los sonidos del txistu y el tamboril, los dantzaris del grupo Goizaldi bailasen su conjuro. Después, el fuego y la pugna infantil por lograr un trozo de corteza de aquel árbol que presentíamos sagrado.
La escena del árbol en la plaza de la Constitución tiene muchos ecos del pasado. De aquella gizon-dantza que el alcalde Alkain se empeñó en recuperar en 1980. También de la tradición, casi un auto de fe, que fue cancelada en 1912.
Lo evocaba un artículo que encontramos en las páginas de La Voz de Guipúzcoa de 1929: «Aquella ceremonia que suprimió el Ayuntamiento en 1912 tenía un acentuado carácter simbólico. La llegada del cabildo de San Vicente, la bendición del árbol, su simulada quema después de la bendición, el derribo a hachazos y el destrozo del árbol por la multitud, que parecía atacada de fanática furia y arrancaba las ramas como si quisiera aventar hasta la última hoja para que no fructificara más aquella planta, tenía para nosotros todos los caracteres de un auto de fe, de una vindicación de la religión de Cristo, para que el paganismo no dejara ni un solo rastro».
No eran los niños sino los mayores quienes se avalanzaban sobre el árbol. Como se indicaba en aquel artículo, «era fiesta de incultura, de instinto cruel, era un auto de fe... Se suprimió pero el 14 de junio de 1916, el Ayuntamiento acordó restablecer la fiesta, dándole un mayor carácter cultural».
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