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Un alarde definitivo y consolidado
Tras años de retoques, la que se vio ayer es la versión que se mantendrá en el futuro. El Alarde del Moro volvió un año más a emocionar a propios y extraños
Como ha ocurrido durante décadas, el estruendo de los cañonazos es el sonido que todavía retumba en los oídos de los centenares de personas que ayer acudieron a la escenificación del Alarde del Moro en Antzuola. Las dos valiosas piezas de artillería que mantiene con mimo Alejandro Mujika y desde el año pasado detona su sustituto, Mikel Larrañaga 'Maki', atronaron con los paquetes de pólvora de 20,7 y 19,2 gramos, según los calibres de las piezas, del 20 y del 19, y cerraron la representación, junto a la interpretación del himno local.
Cada julio de los últimos 131 años, los vecinos de este pueblo de Debagoiena reverdecen el papel de sus paisanos junto al rey navarro Sancho I Garcés en la batalla de Valdejunquera -entre las localidades de Salinas de Oro y Muez-, que les enfrentó a la tropas del caudillo del califato de Córdoba, Abd-Al Rahman III, el 26 de julio del año 920. El recuerdo de la leyenda permitió ayer, como lo hacen desde 1881, mantener viva la tradición de las revistas de armas del régimen foral guipuzcoano que mostraban a los hombres en edad militar, al estilo de Irun, Hondarribia, Tolosa o Elorrio, y que fueron prohibidas tras la derogación del fuero en 1876. La comitiva militar de fusilería y artillería -con los dantzaris, los txistularis, el general y el caudillo-, arrancó puntual. El nuevo Alarde, con ritmo y movimientos concebidos por el escenógrafo Valentín Moñux pensando más en el público, da un mayor protagonismo a la música, a los dantzaris y al caudillo musulmán. Esta vieja exaltación local se ha rejuvenecido con criterios escenográficos del siglo XXI, y ha calado entre los locales y forasteros tras los cambios introducidos en 2009. El trabajo conjunto de investigación de Eusko Ikaskuntza y Mairuaren Alardea Biziberritzeko Taldea puso en evidencia la necesidad de dignificar la figura del caudillo apresado y potenciar las músicas, danzas e indumentarias para enganchar, atraer espectadores y evitar caer en la monotonía.
Abd-Al Rahman III (Juan Carlos Gómez), con caracterización, rango regio e indumentaria inspirada en la casa real alauita, brilló al mismo nivel que el general, al que dio vida y personalidad Joseba Iparragirre. Después de cubrir el recorrido por las calles de Antzuola, y antes de la rendición, Abd-Al Rahman desapareció de los ojos del público para dar paso a la narración histórica y a la descripción de la bandera y escudo de Antzuola. Iparragirre ofreció un discurso ajustado a lo acontecido en el siglo X, en una intervención en la que se intercaló la ezpata dantza ejecutada por Oinarin Taldea.
Volvió Abd-Al Rahman con todos los honores a la Herriko Plaza transformada en escenario, y llegó el momento de la rendición. Antes se interpretaron los versos que compuso para el Alarde el urretxuarra José María Iparraguirre.
Después de tres años de retoques la de ayer fue la versión definitiva que esperan tenga larga vida. «Siempre hay margen de mejora pero sería en simples detalles. Los organizadores y el público creo que están contentos», apuntaba Moñux, que no paró de moverse durante toda la representación. Como apuntaron desde Mairuaren Alarde Taldea el objetivo planteado para la tarde de ayer era «consolidar la versión del espectáculo y también la participación tanto en la propia comitiva como a nivel del público asistente».
El cambio generacional también ha llegado a las filas del Alarde que desde 2009 ha crecido hasta alcanzar los 184 integrantes. Ha bajado la media de edad, con mayor presencia de los jóvenes, y se han renovado los personajes. Estrenaron participación Antonio Deogracias como portador del estandarte local, que según la crónica recuperaron los vecinos en la batalla, y es hoy en día la enseña oficial, y Tzeitel Martín que pasó a ocupar la batuta de la veintena de tamborreros. El hasta ayer director Patxi Olabarria desfiló con el tambor de la banda mora.
Si la renovación también tenía como objetivo la continuidad y el relevo, ayer se dio un anecdótico pero revelador hecho con la presencia de la niña Bidart, que con sólo 75 días de vida, desfiló en brazos de su madre Alaitz Jauregi como integrante de la corte de Abd-Al Rahman. «Su madre forma parte desde hace años de la banda de txistularis, su padre Iker Aizkorbe se encarga del reportaje gráfico del alarde, y la abuela Tere Agirrezabal forma parte del coro. Como no tenían con quién dejar a la niña y para que la madre pudiera seguir saliendo se nos ocurrió trasladarle hasta el grupo de acompañantes del caudillo», indicó la miembro del comité organizador Jone Larrañaga, quien destacaba este caso de implicación familiar en la escenificación anual.
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