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Tres generaciones en danza
Miembros de Andra Mari Dantza Taldea, los Artetxe son una familia en la que el baile tradicional está siempre muy presente
Los tiempos cambian, pero la tradición perdura y eso en Andra Mari Dantza Taldea lo saben mejor que nadie. Tres generaciones se reunieron ayer en el frontón Krutzeko de Galdakao para el último acto del sexagésimo aniversario de la agrupación. Dantzaris veteranos, actuales y futuros ofrecieron un espectáculo que puso de manifiesto que este legado sigue vivo, muy vivo, y transmitiéndose, como todas las buenas tradiciones, de padres a hijos. Es el caso de la familia Artetxe, donde la danza tradicional forma parte de su día a día.
Kepa Artetxe, el aitite, recuerda que ya su ama era una gran dantzari. Su hija Soiartze empezó a bailar a los nueve años "porque no me dejaron antes" y desde entonces lleva haciéndolo toda la vida. "Hasta que he tenido hijos y no he podido seguir tanto", confiesa, aunque sigue muy vinculada a la asociación. De hecho Bingen, uno de sus hijos, también conoce el folclore prácticamente desde la cuna "He ido a todas las actuaciones, y a los seis años empecé a bailar", recuerda el pequeño, que con once años ya apunta maneras.
Si por algo se caracteriza Andra Mari es por su rigor a la hora de recuperar los bailes, intentando siempre preservar los movimientos tal y como se hacían antaño. Para ello se ensaya con mucha frecuencia y trabajo. Ahora los chavales practican dos horas dos veces por semana, pero el aitite y la ama de los Artetxe ensayaban más. "Yo he llegado a bailar los siete días" recuerda Soiartze. "Aunque claro, si lo haces con gusto es más fácil. No cuesta hacer el sacrificio".
Aunque bailar con Andra Mari no es un juego. "Ay que ser atleta, algunas danzas son muy duras" asevera Kepa. "No hay que perder la disciplina", de ahí que la importancia de transmitir los fundamentos de las costumbres de generación en generación. Cuando ve a su nieto bailar, se fija en sus movimientos. "Si lo hace bien me siento orgulloso, pero cuando veo que falla... ¡ay!", reconoce. Su nieto es más benévolo: "No me extraña que lo haga tan bien, con todo el tiempo que lleva". El pequeño Bingen admira a su aitite y su ama confiesa que "es como su mejor amigo". "El otro día le hice un arco de madera y él quería llevarlo al colegio. Me dijo: "Mis amigos van ha pensar que mi aitite es un artista", comenta orgulloso el aitite.
No solo se trata de los bailes, también las historias que están detrás de ellos son importantes en Andra Mari. En esto Kepa es un experto y conoce las leyendas. Por ejemplo, los golpes en la tierra en Santa Águeda son para "despertar a la tierra" de cara al verano, y los giros en el aurresku representan los nudos de una cuerda para mantener unida a la sociedad. "Es importante que no se pierda el sentido de las danzas, hay mucha simbología", reivindica el patriarca de los Artetxe.
La labor de Andra Mari no se limita a la preservación de la cultura, sino también a su difusión y por ello organizan anualmente varias giras por Europa, en las que enseñan y aprenden bailes de otras regiones. "Conoces gente de muchas culturas, el intercambio es muy bonito" coinciden los veteranos. Esta faceta es una de las más apreciadas por las tres generaciones, aunque reconocen que la cosa "ha cambiado mucho". Las giras cuando comenzó Kepa eran más limitadas: viajaban en coche durante dos semanas, aprovechando cada parada en los pueblos para hacer un espectáculo. "Teníamos que tomar mucho café", bromea el aitite.
Fue en la generación de Soiartze cuando en Andra Mari comenzaron a internacionalizarse y expandir la danza vasco por todo el mundo, gracias a la popularización del avión. Y, a lo largo de los años y los viajes han trabado amistad con otras familias de apasionados por la danza, una relación que perdura y no dudan en acogerles en su casa si hace falta. Con Boise, Estados Unidos, también mantienen una estrecha relación, hasta el punto de cruzar el Atlántico para unirse cada cierto tiempo.
Danza vasco-húngara
La lista de países que han visitado es demasiado larga, pero coinciden en señalar Hungría y Bulgaria como las culturas más similares a la vasca en cuanto al baile. Aunque si destacan que en ostros países no es habitual ver un arraigo tan profundo por la cultura y su trasmisión. "En Alemania son más las personas mayores los que bailan", Señala Soiartze. Todo lo contrario que en el grupo de baile de Galdakao, donde hay una treintena de jóvenes dantzaris. Al pequeño Bingen también le apasiona viajar, y, aunque de momento sus excursiones con Andra Mari se limitan "a Portugaleta y Tolosa", no duda en que visitará otros países "en cuanto tenga 14 años".
El gusto por la danza en la familia Artetxe no solo se vive de manera profesional, en los escenarios con el grupo Andra Mari. Las reuniones familiares o de amigos son el momento ideal para bailar en un ambiente más distendido. Basta que uno coja el violín "esa suele se mi hermana", dice Soiartze, para que la sobremesa se convierta en una fiesta. O incluso sin instrumentos: "Bingen va por la calle y a veces va haciendo pasos de baile, le encanta", señala su ama, que se ve reconocida en su progenie.
Hoy concluirá en el aniversario con una misa en la iglesia Andra Mari de Elexalde en honor a los fallecidos y fallecidas del grupo, con su correspondiente ezpata-dantza, tras la cual se celebrará una soka-dantza en el exterior. Una comida popular en el Aretxondo Jantokia será el cierre de este aniversario, aunque con familias como los Artetxe, la tradición y el baile cumplirán sin duda muchos años más.
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