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Titánica Bernice
Danza, Ballets de Monte-Carlo
Bernice Coppieters, étoile de la
compañía monegasca, demostró porqué se ha convertido en una rutilante
estrella. Su interpretación de Titania, la reina de las hadas, fue
sublime. De porte majestuoso, la intérprete belga dotó de gran riqueza
de matices expresivos su intervención, con los que adornó la cascada de
movimientos ondulantes e insinuantes de la su coreografía, de corte más
bien contemporáneo. La bailarina belga magnetizó al público hasta el
punto de cosechar los mayores aplausos y bravos de la velada. En su
labor estuvo secundada por un magnífico Jérôme Marchand, en el rol de
Oberón.
El mundo de la nobleza ateniense compuso sus
desaguisados amorosos, a través de una coreografía muy clasicista, con
música de Felix Mendelssohn. Resultó especialmente hermosa la escena
del arreglo del entuerto entre las dos parejas de enamorados, uno de
los cuales -Demetrio- fue interpretado con solvencia por el mungiarra
Asier Uriagereka. De alguna forma, recuerda al famoso paso a dos del
beso, procedente de La Belle , obra por la que
Maillot recibió el Premio Nijinsky a la Mejor Coreografía. Muchas
carcajadas provocó en el público la parodia ofrecida por los
artesanos-comediantes, en la representación posterior a los esponsales
de los nobles.
Otro aspecto de gran protagonismo en El sueño
es la escenografía pensada por el artista plástico Ernest-Pignon
Ernest. Un mundo blanquecino y gris plata, con accesorios móviles como
cuartos de esfera o columnas. En cierta forma, la escenografía de
Pignon crea una aséptica atmósfera, que aleja a esta versión de la
edulcorada magia de otras coloridas adaptaciones. Sin ser la mejor
versión de un clásico de Maillot, El sueño demuestra
que una gran compañía, con un altísimo nivel, es más grande aún, si es
capaz de defender un producto no tan genial, cosa volverá a hacer, esta
noche, a las 20.00 horas, en el Kursaal.
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