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Tío Javier, el chunchunero gitano8 de julio de 1911

Egilea
Fernando Hualde
Komunikabidea
Diario de Noticias
Tokia
Pamplona
Mota
Albistea
Data
2004/07/08

Sin embargo hoy, con el permiso seguro del resto de personajes que han hecho historia, me voy a permitir la osadía de destacar y glosar la figura de uno de ellos. Hablo del tío Javier , el chunchunero gitano, de quien siempre me ha llamado la atención lo desapercibido que ha pasado, de puntillas muchas veces, en los diferentes tratados de historia sanferminera.

Se llamaba Javier Echeverría Navarlaz. Se le atribuyeron diferentes lugares de nacimiento, siempre dentro de Navarra, y entre ellos los que más fundamento tienen son los de Esquíroz, Tafalla, y Linzoáin. De él sabemos que en los años treinta del siglo XIX acompañaba musicalmente a los gigantes de Pamplona, labor esta que desarrolló durante décadas. Algo así como el Javier Lacunza o los hermanos Fraile de hoy. El tío Javier , que es como le llamaban todos, fue el punto de intersección entre la antigua comparsa -que funcionó hasta 1860- y la actual.

En el año 1908, después de algo más de setenta años poniendo música y ritmo a los gigantes, una enfermedad le obligó a retirarse. Y ese mismo año, ¿para qué tardar más?, el Ayuntamiento de Pamplona, presidido por don Daniel Irujo, le tributó un sentido homenaje al que acudió el propio Javier Echeverría, andando, desde Linzoáin (Valle de Erro), recibiendo en esta ciudad el reconocimiento y el agradecimiento hacia su labor.

Qué amor tendría aquél hombre a los gigantes de Pamplona que en 1910, a la edad de… ¡99 años!, Javier Echeverría se vino de nuevo andando hasta Pamplona desde Linzoain con su chistu y con su tamboril. Le costó cuatro días hacer este viaje. Y todo por acompañar una vez más a las egregias figuras de Tadeo Amorena. Sería su última vez.

Por vez primera en su vida, a punto de cumplir los cien años, se dio cuenta de que las manos ya no le seguían. Resignado por esta desgracia, no quiso dejar de acompañar a la comparsa y, en un acto emotivo, recogió su chistu y su tambor, y en silencio desfiló con los gigantes. Este, y no otro, fue Javier Echeverría, el tío Javier , de etnia gitana (... y pásmense ustedes, no ha sido procesado nunca , decía un periódico al recordar que era gitano), figura inseparable de los gigantes de Pamplona durante algo más de 70 años.

Al finalizar las fiestas de este año, y con la colaboración de la prensa pamplonesa, las barracas del recinto ferial, el cine y los cinematógrafos, donaron parte de su recaudación para que el tío Javier pudiese tener mejor calidad de vida mientras ésta le durase.

Las fiestas de 1911 las comenzó ingresado en el Hospital Provincial. En el fallecía el día 8 de julio, en plenas fiestas.

Ha sido el primer año en que Echeverría no ha podido asociarse a nuestro júbilo en las fiestas, y como si no pudiera soportar el peso de la ausencia, como si los cohetes y las músicas oídas en cercana lejanía desde el lecho del dolor le traspasaran el alma, Echeverría a muerto a una con las fiestas, escribió un cronista local.

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