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Thierry Malandain, el artesano de los 20 años del Ballet Biarritz
La compañía biarrota celebra su vigésimo aniversario con una temporada 2018/19 «especial» dedicada a la conmemoración
Último de los diecinueve centros coreográficos nacionales fundados en Francia, pronto buscó la alianza con la Diputación Foral de Gipuzkoa. Habría que retrotraerse a la decimosexta edición del desaparecido festival Maiatza Dantzan (1999), para hallar las primeras actuaciones del Ballet Biarritz en suelo guipuzcoano. La historia de amor entre el público vasco y el entonces denominado Ballet Biarritz -que añadió el apellido de su director en 2009- arrancó con un programa de piezas cortas de Malandain -'Mozart à 2', 'Pierre du lune', 'Blé noir' y 'Ouverture cubaine'-, en el que bailaba el zarauztarra Isaías Jauregui.
Como coreógrafo, empezó a despuntar en la escena internacional con el 'Homenaje a los Ballets Rusos' (2001) -con el donostiarra Mikel Irurzun del Castillo en sus filas-, siendo nominado al prestigioso Benois de la Danse, tres años después. Con buen tino, ha ido reforzando sus lazos con Hegoalde mediante coproducciones con el Victoria Eugenia, convenios de colaboración o con la creación del Ballet Biarritz Junior (2005-2008), donde debutó Irma Hoffrén.
Figura de indiscutible influencia para la cultura vasca, pese a las escasas palabras en euskera y castellano que salen de su boca, la labor de Malandain ha sido recompensada con el galardón de la cultura de la Fundación Sabino Arana. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, el coreógrafo es poco amigo de las solemnidades y prefiere el trabajo cotidiano en sus personales lecturas sobre los clásicos, que cristaliza en creaciones como 'Rêverie romantique' que estrena esta noche, en el Victoria Eugenia.
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