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«Los vascos tenemos algo en la sangre que hace que la danza se nos dé bien»
El creador eibarrés estrena 'Apple Street' en la inauguración del IV. festival de danza de calle Dantza Hirian
- ¿En qué consiste 'Apple Street'?
- Es una propuesta de danza contemporánea que está
ideada para hacerla en espacios no convencionales. Me gusta la idea de
un espacio urbano que se convierte en un bodegón visto desde otra
perspectiva. Si convierto un espacio urbano en un espacio no habitual,
lleno de manzanas, el espectador va a recordar el lugar lleno de frutas
la próxima vez que pase por allí. La obra también habla del amor. Era
una necesidad que tenía después de la pieza anterior sobre el
existencialismo. Procuro que todas mis piezas sean de una lectura
agradable. Entre el antes y el después de verla, que el cambio para el
espectador haya sido para su bienestar.
- ¿Qué quiere significar con la elección de la manzana?
- Cogí la manzana, porque es la reina
de las frutas. La Biblia habla del fruto prohibido y no de la manzana
como tal y todos los artistas lo representaban así. La manzana de Eva
es el símbolo del deseo, del amor, de lo inalcanzable. Como símbolo
tenía la potencia necesaria para ser consecuente con el concepto del
amor que quería desarrollar. Si hubiera puesto plátanos, hubiera sido
más sensual.
- ¿Cómo ha sido el trabajo de creación?
- Siempre hago un trabajo previo más conceptual o
sesudo: me imagino la pieza como me gustaría que fuera. Luego,
generamos frases coreográficas, material neutral sin más. Es como hacer
un jarrón de cerámica sofisticada: primero la arcilla, luego cuando hay
suficiente masa, empiezo a probar, a da formar, a tirar, y es cuando el
movimiento cobra mucho significado. El 70% del material inicial va a la
basura. El movimiento en sí no es lo importante. Todo el mundo es capaz
de crear una frase coreográfica correcta; lo más difícil es que tenga
un significado. La potencia está en los vacíos de las frases
coreográficas, que es donde se esconde la iniciativa para expresar la
danza.
- ¿Cómo se define como coreógrafo?
- Soy un coreógrafo versátil, que tiene el conocimiento
de las herramientas anatómicas, del relieve, de la dinámica. Cuando me
dediqué a coreografiar, tenía claro que quería hacer un trabajo de
autor; había temas que quería contar. Ser un creador es algo innato; es
una necesidad. Vivir de la danza tiene su dificultad, pero me permite
desarrollarme en la dirección que yo quiero.
- Para Ud., la coreografía es la unión entre energía física y energía emocional.
- La danza puede ser muy neutral, el puro movimiento
anatómico, tanto de un deportista de élite como de una persona de
tercera edad. Hay otra parte, que es el movimiento psicológico. Cuando
estás enfadado y tiras un vaso, ahí hay una energía psicológica que ha
producido ese movimiento. El bailarín, además de moverse
sofisticadamente, puede desarrollar esa parte emocional, esos espacios
nuevos; ahí sí puedes encontrar material para llevar al espectador a
estados emocionales.
- A la hora de crear, ¿existe alguna diferencia entre un trabajo de sala y uno de calle?
- Totalmente. Desde el principio, todo
el imaginario del creador cambia de dirección. El público puede estar a
todos los lados, así que la composición del espacio es diferente. Pero
la proximidad del público, te permite emplear gestos o detalles que, en
un teatro, deberían ser remarcados. También te impide desarrollar una
dramaturgia en un tiempo. Apple Street dura quince
minutos; no puedo hacer una obra que sólo se entienda si se ve entera,
pues, en la calle, hay gente que pasa constantemente. Las piezas de
calles deben ser permeables en el tiempo.
- ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene actuar en la calle?
- El suelo de la calle no es igual que una clase de
danza con tarima y linóleo. Trabajar sobre asfalto no es igual para el
cuerpo de un bailarín. Desde un punto de vista anatómico, cuando tú
saltas, la tarima absorbe parte del movimiento. A la cuarta vez, el
cuerpo me dice que basta ya. Tienes que tenerlo presente a la hora de
montar la pieza. Como ventaja, que si no lías mucho, a nivel técnico no
hay que llevar grandes estructuras de luces ni montajes técnicos. En la
pieza de calle, pruebas el sonido y ya está. A nivel de público, en un
teatro, tienes responsabilidad en el número de personas que va a ir,
pero en la calle, siempre hay transeúntes.
- En enero, actuó en Eibar, ¿cómo fue la experiencia?
- Acababa de estrenar la pieza Absurdo
y recibí una llamada desde el Teatro Coliseo de Eibar. Ellos habían
reinaugurado el teatro hacía poco y querían que actuara allí. La verdad
es que está fenomenal, tiene 400 localidades y todo el equipamiento
nuevo. Pero una cosa era actuar en el Mercat en Barcelona y otra en
Eibar con una pieza dadaísta. A ver si me echan a pedradas, pensé. La
experiencia fue fantástica, la gente respondió muy bien y el teatro se
llenó.
- ¿Cómo ve el panorama de la danza en Euskadi?
- La danza está creciendo más, el espectador se interesa
más, las instituciones entienden que compañías necesitan un apoyo real.
Si todos se aúnan, veo que la danza puede seguir creciendo.
- Euskadi, ¿es un país de coreógrafos o de bailarines?
- De bailarines, claro. Cuando trabajé en Europa, en
cada compañía, había un bailarín vasco y curiosamente de mucho nivel.
No sé en qué parte de la sangre debemos llevar algo que hace que la
danza se nos dé bien, porque no hay centros especializados, aunque el
vasco coge la mochila y se va estudiar a donde haga falta.
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