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Telmo Esnal convierte las danzas tradicionales vascas en lenguaje universal
En una entrevista con Efe, Esnal cuenta que, cuando dio por terminada su película "Urte berri on, amona!" en 2011, se dejó "seducir" por el escultor Koldobika Jáuregi que llevaba "años" viendo el modo de crear a partir de las danzas tradicionales vascas.
Telmo Esnal convierte las danzas tradicionales vascas en lenguaje universal
Coincidiendo con estos primeros contactos, Esnal (Zarautz, 1967) también bailarín y dantzari, vio "Pina Bausch", de Wim Wenders, y ya no tuvo dudas. "Había que hacer algo".
"Nos juntamos con el antropólogo y folclorista navarro Juan Antonio Urbeltz, que lleva toda su vida investigando y buscando de pueblo en pueblo con su mujer, y nos abrió un mundo que yo desconocía: la simbología que hay detrás de cada baile", señala.
Así oyó por primera vez el origen de las danzas de espadas, que se solían relacionar con guerreros, y que Urbeltz achacaba a las peleas de los agricultores con los insectos: "Ezpata en euskera es espada, pero 'ezpatie' es tábano, la mosca del caballo. Y él decía que entre un guerrero y un tábano bailarín se quedaba con el bicho".
Claramente, Esnal también. Y podría haber hecho un documental, concede, pero todas aquellas historias que se iban contando en cada uno de los bailes, aquellos símbolos que le nacían como imágenes, le decidieron a hacer una ficción casi sin palabras, que recorre el ciclo de la vida sólo con la música y el baile.
"La historia es muy sencilla: la gente trabaja la tierra, de la tierra sale un árbol, el árbol hay que proteger de las plagas y, si lo cuidas, da el fruto. Y del fruto se hace la sidra y con la sidra viene el pueblo. La manzana es el eje de esta película", resume.
Esto, dice, es "el trasfondo de cómo ha sido el pueblo vasco, nuestra idiosincrasia, la de un pueblo sin héroes. Es siempre la comunidad, el vamos a hacer esto, la ausencia de ego".
Un modo de ser que se demuestra en cómo hacen las películas los nuevos cineastas vascos, creadores de cintas como "Handia", "Loreak" u "Oreina", en las que directores, productores o guionistas se intercambian papeles, se ayudan y comparten para mejorar el resultado.
"Es el auzolan -que significa trabajo de barrio-, que era como se hacían las cosas en el caserío. Pero nos vamos alejando cada día de esto, nos olvidamos de las cosas importantes, de lo que nos rodea, de la naturaleza, de pertenecer a una comunidad, para ir corriendo de un lado a otro".
"Somos esclavos del miedo a perder las cuatro cosas que tenemos", filosofa.
Si la música y la danza hablan por si solas, el vestuario diseñado por Koldobica Jáuregi y creado por Arantxa Ezquerro es la metáfora de la evolución, con colores que van ganando en intensidad y trajes que adquieren a cada plano mayor sofisticación.
Del mismo modo, Esnal destaca a los bailarines, que no son profesionales, y la música, en la que ha trabajado también, además de Urbeltz y Marian Arregi, el francés Pascal Gaigne, ganador de un Goya por la banda sonora de "Handia".
Esnal sabe que el público necesita "enamorarse" de su película, por lo que confía en el "boca-oreja". La cinta llega este viernes a las pantallas españolas.
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