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Tauromaquia en acción
El
laureado y creciente valor flamenco Israel Galván presentó para la
Quincena Musical su última creación Arena en la que sumerge su enfoque
experimental y vanguardista en el mundo de la tauromaquia. Para
conseguirlo cambia la perspectiva tradicional y coloca su objetivo en
la acción del propio toro buscando nuevos parámetros que le permitan
rescatar de este arte nuevas formas para el flamenco.
Su propuesta es, desde luego, novedosa y arriesgada. Durante hora y media una sucesión de solos constituyen el núcleo del espectáculo construido con una danza austera y rigurosa que huye de lo espectacular para entrar en terrenos más áridos y difíciles. La obra está estructurada en seis cuadros o coreografías independientes dedicadas a seis toros (famosos por haber matado a toreros de renombre). En cada una de ellas hay un planteamiento escenográfico y musical diferente pero en todas ellas hay un lenguaje coreográfico común resultado de la búsqueda personal y creativa de este artista. La escritura coreográfica hallada por Israel Galván aporta ideas innovadoras pero no termina de despegar en su dimensión expresiva. Propone situaciones originales que abren expectativas a nivel creativo, como por ejemplo la danza de los puñales en los pies, pero que luego adolecen de un escaso o quizás uniforme desarrollo. En este sentido, su discurso coreográfico adquiere en algunos momentos un cariz introspectivo que descuida la conexión con el público o pierde ritmo escénico. Como intérprete, Israel Galván exhibe sobrada calidad en piernas, palmas y pitos, conjugando elegantes giros y concisas pausas con diestro zapateado, todo, acompañado por impecables trabajos rítmicos. La exquisita guitarra de Alfredo Lagos, el vehemente piano de Diego Amador o la chocante percusión del Cuarteto dirigido por Pilles Midoux, entre otros, encuadraron con calidad esta nueva danza desde distintas expresividades sonoras continuando la línea vanguardista de la obra.
Un trabajo nada comercial que propone una renovación coreográfica y escénica para el flamenco con planteamientos creativos contemporáneos de interés que, sin embargo, quedan a falta de mayor proyección expresiva.
Su propuesta es, desde luego, novedosa y arriesgada. Durante hora y media una sucesión de solos constituyen el núcleo del espectáculo construido con una danza austera y rigurosa que huye de lo espectacular para entrar en terrenos más áridos y difíciles. La obra está estructurada en seis cuadros o coreografías independientes dedicadas a seis toros (famosos por haber matado a toreros de renombre). En cada una de ellas hay un planteamiento escenográfico y musical diferente pero en todas ellas hay un lenguaje coreográfico común resultado de la búsqueda personal y creativa de este artista. La escritura coreográfica hallada por Israel Galván aporta ideas innovadoras pero no termina de despegar en su dimensión expresiva. Propone situaciones originales que abren expectativas a nivel creativo, como por ejemplo la danza de los puñales en los pies, pero que luego adolecen de un escaso o quizás uniforme desarrollo. En este sentido, su discurso coreográfico adquiere en algunos momentos un cariz introspectivo que descuida la conexión con el público o pierde ritmo escénico. Como intérprete, Israel Galván exhibe sobrada calidad en piernas, palmas y pitos, conjugando elegantes giros y concisas pausas con diestro zapateado, todo, acompañado por impecables trabajos rítmicos. La exquisita guitarra de Alfredo Lagos, el vehemente piano de Diego Amador o la chocante percusión del Cuarteto dirigido por Pilles Midoux, entre otros, encuadraron con calidad esta nueva danza desde distintas expresividades sonoras continuando la línea vanguardista de la obra.
Un trabajo nada comercial que propone una renovación coreográfica y escénica para el flamenco con planteamientos creativos contemporáneos de interés que, sin embargo, quedan a falta de mayor proyección expresiva.
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