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Símbolos en movimiento
Hasta hace un año, Telmo Esnal dudaba de si su proyecto más personal y valiente se pudiese entender fuera de Euskadi. “Cuando Dantza se llevó el premio Glocal in Progress y vi que empresas estatales se interesaban por ella, comprendí que el lenguaje de la película era universal”, aseguró ayer el director en la presentación de este filme que “habla de la vida, del nacimiento de la naturaleza y de un pueblo campesino” solo con el baile. “Las danzas tradicionales vascas están llenas de una simbología que se desconoce. Yo solo le he dado una historia”, apuntó.
El zarauztarra no lo ocultó. Sacar adelante el proyecto “ha costado mucho”, no solo en cuanto a producción, sino también en forma. Narrar el surgimiento de la vida, la batalla entre el bien y el mal, y la evolución de la naturaleza a través de la danza no es nada sencillo. “El baile son símbolos en movimiento. A partir de esa idea, quería desde hace años contar una historia que narrase un pueblo, una vida. Con la ayuda de Koldobika Jauregui fuimos dándole presencia a eso”, contó Esnal, quien al comienzo del proyecto dudó entre hacer un documental “o crear un documental a partir de la película”.
“El mundo de los símbolos siempre ha estado en el arte, y nosotros queríamos utilizarlos en la danza. Había un riesgo de que estos se perdiesen con la historia, por eso decidimos seleccionar cuidadosamente dónde debían ser mostrados”, indicó Jauregui, quien se ha encargado del atrezzo y el vestuario del filme.
De este modo, en el relato, una manzana, un árbol o una espada adquieren una nueva categoría y se transforman en una metáfora de algún punto concreto de la evolución humana. Ese mismo objeto además, da pie a coreografías “únicas” que parten de los bailes tradicionales vascos representados en entornos con gran contraste, ya sea un desierto, un monte, un pueblo o sobre el agua. “Vimos muchas localizaciones y pensamos en cientos de transiciones, pero lo importante era el baile”, explicó Esnal.
Para potenciar más si cabe el contraste y el valor simbólico, Dantza se olvida de los trajes tradicionales a favor de un vestuario imponente en el que tienen cabida monstruos grises salidos de una pesadilla, redes a modo de camisa campesina y dantzaris con cintas multicolor.
Un vestuario que parte del trabajo que realizó Jauregui en sus espectáculos previos: “La película evoluciona con los vestuarios. Los tonos más pobres del comienzo, de esa tierra árida, pasan a ser más sinuosos y coloridos con la llegada del pueblo”.
DANTZARIS COMO ACTORESEl mismo grupo de dantzaris actúa en todo el filme. Un reparto en el que no hay actores. “En realidad yo soy administrativa, así que no se qué hago aquí”, contó entre risas una de las bailarinas, Ainara Ranera, quien tiene la complicada labor de trasladar los sentimientos de su personaje solo con la mirada. “Costó muchísimo, pero ha sido una experiencia diferente y muy bonita”, comentó. Telmo Esnal (centro) con parte de los ‘dantzaris’ del filme.
Sus compañeros de reparto, Amaia Irigoyen y Gari Otamendi, lo corroboraron: “Es raro estar bailando y tener una cámara delante, pero al final son tantas horas que se te termina por olvidar”.
“Hay que tener en cuenta que ellos en un ensayo o una actuación están una hora y cuarto bailando. En la película, han tenido jornadas de diez horas”, apuntó Esnal.
Esta mezcla de actores no profesionales y una historia sin diálogos cargada de simbología no era un producto fácil de vender. “La primera vez que Esnal me habló de su idea la tenía en la cabeza. Cuando empezó a darle forma vi que había tanta pasión que me pareció completamente necesaria producirla”, relató la productora del filme Marian Fernández.
Hasta el impulso hace un año del premio Glocal in Progress, el proyecto estuvo estancado en un cajón varios años, lo que le permitió al director darle una mayor profundidad. “Producir un proyecto nunca es fácil. Que estuviese parado me permitió ligar mejor cada una de las escenas, darle forma a las transiciones, y compender que a pesar de los bailes tradicionales lo que contaba era la historia de la vida”, indicó.
Telmo Esnal (centro) conparte de los ‘dantzaris’del filme. (Ruben Plaza)
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