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Sensibilidad y frescura
Crítica, Los Ballets de Monte-carlo, Romeo y Julieta de Profkofiev
El Romeo y Julieta de Jean-Cristophe Maillot sobre la bellísima música de Prokofiev resultó un ballet que respondió a las expectativas del público de la Quincena Musical que quedó sobradamente satisfecho y entusiasmado con el trabajo que allí se mostró.
Esta obra ideada ya hace algún tiempo y perteneciente al repertorio de la compañía, refleja el interesante trabajo realizado por este coreógrafo al frente de los Ballets de Monte-Carlo y su talento para la coreografía.
El trabajo coreográfico de Maillot está a la altura de las más prestigiosas compañías de danza internacionales. Utiliza un lenguaje corporal contemporáneo y combina una onda sensibilidad con una elevada técnica. Destaca, sobre ésta última, la enorme expresividad que adquieren los brazos y torsos a lo largo de toda la coreografía.
Para la composición de este clásico Jean-Christophe Maillot prescinde de algunos elementos y multiplica otros, trasformando la estructura de la acción para poner el acento en los aspectos que más le interesan como son, por un lado las dualidades y ambigüedades de la adolescencia con sus impulsos contradictorios y por otro, el intrumento del destino: Fray Lorenzo, desdoblado en otras dos personas para simbolizar los dos estados del ser individual, el ser híbrido que actúa en cada uno de nosotros y que hace el mal queriendo hacer el bien. Estos personajes están presentes en el escenario a lo largo de toda la obra desarrollando un papel coreográfico fundamental.
La escenografía y la iluminación se constituyen en dos sólidos elementos de este trabajo. Proporcionan a la obra un original diseño y adquieren un enorme protagonismo. Unos impresionantes paneles de diferentes formas geométricas van transformando el espacio a lo largo de las sucesivas escenas y sus enormes dimensiones y su color blanco puro son un excelente marco en el que la destreza y gracia de los bailarines y sus también puros movimientos quedan destacados y ensalzados. Proporcionan ambientes diáfanos, casi transparentes, en los que los elaborados y precisos efectos de luces aportan un gran contenido estético.
En cuanto a la interpretación, en la actuación del Kursaal destacó admirablemente por encima del resto de sus compañeros Bernice Coppieters en el papel de Julieta, con unas cualidades físicas imponentes y una deliciosa sensibilidad en el movimiento.
De singular belleza y frescura fueron los pasos a dos de amor interpretados por los dos protagonistas, y de enorme plasticidad y autenticidad la escena de la pelea y muerte de Tebaldo y Mercucio realizada por toda la compañía en una rica combinación de acciones simultáneas en movimientos retardados. El cuerpo de baile cumplió con calidad técnica y presencia, aunque no consiguió situar y ambientar la acción y tampoco fue capaz de clavar los unísonos de conjunto que son exigibles en este nivel de compañías.
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