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Sasha Waltz: "La música barroca está orgánicamente unida a la danza"

La coreógrafa alemana, heredera de Pina Bausch, presenta en el Teatro Real este domingo su versión danzada de Dido & Aeneas, la ópera de Purcell. Su ya histórica pieza funde y desdobla bailarines y cantantes. En el foso se situará la Akademie für Alte Musik Berlin bajo la batuta de Christopher Moulds. Amor, miedo y destino.
Egilea
Elna Matamoros
Komunikabidea
El Cultural
Mota
Elkarrizketa
Data
2019/03/29
Lotura
El Cultural

 


Sasha Waltz durante un ensayo. Foto: Ute Zscharnt

Tras cuatro años de ausencia, Sasha Waltz (Karlsruhe, 1963) vuelve al Teatro Real del 31 de marzo al 4 de abril con su montaje de la ópera Dido & Aeneas, de Henry PurcellObra cumbre del barroco inglés y pieza venerada por especialistas y aficionados, presentaba todos los ingredientes para que Sasha Waltz desembarcara en ella con sus tropas en 2005 marcando un modelo muy definido de escenificación operística que ha desarrollado en algunas de sus producciones posteriores. Se trata de una montaje de Sasha Waltz & Guests y la Akademie für Alte Musik Berlin (en coproducción con la Staatsoper de Berlín, el Grand Théâtre de la Ville de Luxemburgo y la Opéra national de Montpellier) y enmarca un reparto que incluye al Vocalconsort Berlin rodeando a la mezzosoprano Marie-Claude Chappuis y al barítono Nikolay Borchev en los papeles principales. Con dirección musical de Christopher Moulds, figurines de Christine Birkle e iluminación de Thilo Reuther, el montaje cuenta con escenografía de Thomas Schenk y la propia Waltz. Aunque esta ópera ya se había visto en el Real (en versión concierto en 2013 y adaptada para público juvenil en 2015), es ahora cuando la presentan en todo su esplendor.

Este Dido & Aeneas se estrenó en Luxemburgo con un elenco de 12 bailarines más 51 músicos y supuso -a diferencia de la ópera de Purcell, que tras su puesta de largo apenas volvió a representarse hasta 200 años después de la muerte del compositor- un éxito inmediato que no ha bajado de los escenarios. “Sigue siendo sorprendente e ingeniosa. Estoy deseando ver cómo responde el público de aquí”, explica Waltz a El Cultural. Obra imponente y desgarradora, emocionante y llena de elegancia, Dido & Aeneas es también una ópera misteriosa. No sólo parece que escondía una alegoría política, sino que se desconoce cuándo fue compuesta exactamente -probablemente entre 1683 y 1688- y también cuándo se estrenó, aunque la primera interpretación de la que se tiene constancia fue en el internado femenino de Josias Priest de Chelsea, en 1689.

El poder colectivo y el entusiasmo de esta obra siguen intactos. Escucharla acompañada de danza contemporánea es un contrapunto interesante"
Con libreto de Nahum Tate -a partir de su Brutus of Alba, or the Enchanted Lovers, escrito en 1679, y del libro IV de la Eneida de Virgilio- tuvo un montaje original a cargo, precisamente, de un maestro de danza y coreógrafo: el propio J. Priest. No en vano, la presencia en ella de coros y ciertas danzas -gavota, bourré, minueto o zarabanda- y el sofisticado uso de la maquinaria escénica, asoman como rasgos afrancesados en la que se considera la primera ópera nacional inglesa. “Para mí -dice Waltz- la música barroca y especialmente la de Purcell está tan orgánicamente unida a la danza que siento que se funden juntas sin problemas”. En 2005, recuerda, “quería crear una ópera en la que todas las formas artísticas se mezclaran, en la que no hubiera ninguna jerarquía”. Así nació una obra en la que cantantes y bailarines no sólo comparten el espacio escénico, sino también la acción y el desarrollo complejo pero fascinante de la trama.

Pregunta. Su Dido & Aeneas ya tiene casi quince años, ¿qué tal está envejeciendo?
Respuesta. Creo que sigue siendo una lúdica, juguetona y motivadora gesamtkunstwerk [obra de arte total] experimental, en el sentido más auténtico de la palabra. Al juntar danza, música, iluminación y decorados crea algo mucho más completo que lo que se podría lograr con uno solo de estos elementos.

Con la escena del estanque quería dar una imagen real del agua, que es tan importante en la historia: por Cartago, el largo viaje de Eneas..."
P. ¿Cómo fue el proceso de reunir cantantes y bailarines en un plano de igualdad escénica?
R. Quería que los cantantes también se movieran y que así el grupo se convirtiera en un solo organismo. Tenía en mente una auténtica ópera barroca de hoy. También trabajé para mover al coro, y fue un auténtico reto organizar un grupo tan enorme, pero era importante para la dinámica de la pieza que cantantes, bailarines y coro no se quedaran en grupos separados, sino que se fundieran entre sí. 

La metáfora del agua es tangible en la pieza de Sasha Waltz. Foto: Sebastian Bolesch

Dido & Aeneas había perdido su texto original quedando incluso desmembrada musicalmente durante siglos hasta que aparecieron las primeras ediciones críticas del siglo XX. Una obra sofisticada, cargada de ingenio y sensibilidad, reapareció para el público; la complejidad de sus personajes, la profundidad emocional de sus intervenciones y la grandiosidad musical que los envuelve planteaban dificultades a la hora de abordar su puesta en escena. “Decidí que cada uno de los personajes fuera desdoblado por un bailarín, y en el caso del personaje de Dido, por dos, para poder mostrar con danza su auténtica vida interior; las emociones, los deseos más íntimos y también sus miedos”, explica la coreógrafa.

Desamor y muerte

Entre luces que proyectan y agrandan las figuras, trampillas que se abren en el suelo o bailarines volantes, Dido -reina de Cartago, enamorada del héroe troyano Eneas- culmina su drama con uno de los momentos más esperados de la representación; el célebre When I am laid in earth está con Waltz hermosamente representado. La acción escénica no sólo no enturbia la escucha musical, sino que la engrandece e incluso justifica. Hay que abrir ojos y oídos para adentrarse en este montaje en el que la protagonista se entrega al desamor y la muerte.

El espectáculo supone un auténtico derroche de imaginación por parte de Waltz, que vertebra cada segundo de la obra con auténticas filigranas, envolviendo al espectador sin dejar espacio al vacío. La sobrecogedora escena inicial en la que el agua protagoniza la acción -los bailarines se sumergen en un estanque transparente- se convirtió en un emblema de la coreografía más valiente de las últimas décadas. “Con la escena del estanque quería dar una imagen real de agua, del mar, que es tan importante en toda la historia”, explica Waltz. “Cartago era una de las ciudades portuarias más importantes de aquella época y Eneas tuvo un viaje muy largo por barco a través del Mediterráneo. En el prólogo se habla asimismo de tritones y náyades, así que ahí encontramos otra referencia más”. En la Dido & Aeneas de Waltz hay agua -real o metafórica- de principio a fin: “Quería mantener ciertos elementos a lo largo de toda la pieza”, añade.

Busco reflejar la sociedad, nuestros problemas y temores escondidos. La coreografía no es mi única herramienta, aunque sí la principal"
Waltz encontró su sitio en la creación berlinesa y es vista por muchos como una justa heredera de la Ausdruckstanz de principios del siglo XX. “De joven tuve la danza expresionista de Mary Wigman como inspiración porque mi profesora [Waltraud Kornhass] había estudiado con ella y me transmitió su fascinación”, recuerda. “Luego, sobre los dieciséis años, el movimiento de la Judson Church de Nueva York fue mi inspiración y Trisha Brown se convirtió en un referente importante al terminar mis estudios”.

Mientras revisa sus piezas de hace décadas, Waltz sigue a la cabeza de la producción coreográfica más actual: con su agrupación Sasha Waltz & Guests -que celebra ahora sus 25 años, a lo largo de los cuales ha acogido a más de 300 artistas- y mientras espera paciente a incorporarse como nueva directora del Staatsballett de Berlín junto a Johannes Ohman la temporada próxima, también acaba de estrenar hace pocas semanas una pieza nueva, la primera ideada para el enorme escenario del Volksbühne berlinés. Es Rauschen, creada para 12 bailarines a partir de la idea de una sociedad instalada en un espacio perfecto y dominado por las máquinas, carente de toda emoción y consciencia del mundo. Ha sido definida por la crítica como un paso más en el inexorable alejamiento de Waltz de su anterior panorama formal.

P. ¿Qué dirección está tomando como coreógrafa?
R. Estoy interesada en ampliar mi propio lenguaje. He estado explorando los aspectos visuales de mi trabajo y ahora me interesa más el hecho de hablar en el escenario, mezclando texto y movimiento. Pero todavía en el corazón de mis creaciones sigue habiendo un trabajo muy intenso con el cuerpo, y el desarrollo de un vocabulario único para cada obra y para cada tema.

P. Entonces, ¿cuál es su principal interés como creadora?
R. Siempre pienso que como artistas somos capaces de analizar y comentar lo que pasa en nuestro tiempo. Mi interés es reflejar la sociedad; nuestros problemas, puntos de vista, los miedos escondidos. Hablar sobre asuntos sociales, sobre política o cuestiones éticas. La coreografía no es mi única herramienta, aunque sí sea mi principal elemento, pero también la escenografía o el texto me ayudan a destacar asuntos de los que quiero hablar.

Guiño a Antonio Ruz

Waltz sigue con interés lo que pasa en el mundo, más allá de sus complejos proyectos futuros y el presente de su compañía. Mira alrededor y nombra a tres coreógrafos variopintos a los que seguir en los próximo años: “Sharon Eyal, Marlene Freitas y el español Antonio Ruz”

La coreógrafa evita sentarse a contemplar sus éxitos y mira sus piezas con ojos críticos. Aún así, se aleja del escepticismo en el que podría caer cuando se enfrenta a sus coreografías más célebres, como este Dido & Aeneas. “Siento que la música barroca habla a nuestro público actual y se funde muy fácilmente con la danza, porque su respiración y su espíritu alegre es muy similar. El poder colectivo y el entusiasmo de esta obra siguen intactos. Escuchamos algunas de las piezas de la música barroca interpretada con danza contemporánea; eso proporciona un contrapunto muy interesante”. Una coreografía que de la mano de Purcell eleva el espíritu y encoje el corazón. “El público tendrá una velada con fantásticos cantantes, orquesta y bailarines”. En una obra en la que parece detenerse el tiempo, sus auténticas esencias -amor, miedo y destino- “siguen siendo tan relevantes como nunca”.
 

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