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Sara torera
Ballet de Sara Baras
El espectáculo es bonito desde que se abre el telón. Se juega mucho con las luces, hay hallazgos visuales impactantes, como el fondo de puertas, los abanicos, la simetría impecable del cuerpo de baile, tanto cuando se les fraccionan los pies, como cuando bailan libremente. Pero la emoción, lo que se dice emoción, tarda en llegar. Tiene que pasar más de media hora de función, concretamente hasta la aparición del torero que encarna estupendamente José Serrano, para que sintamos el palpitar del arte grande, el riesgo del virtuosismo en el taconeo, el poderío de un arte basado en el baile -o en el cante, o en el toque- puro y duro. Los adornos externos, las proyecciones, los escenarios postizos, están bien. Pero el público se encierra con el intérprete en los cuerpos ceñidos, en la soledad de un arte que parte, fundamentalmente, de la sobriedad del individuo, de su grandeza interior. José Serrano se luce haciendo el rol del torero Escamillo porque parte de un baile muy canónico, casi siguiendo el famoso decálogo del gran bailaor Escudero, o sea: bailar en hombre, con sobriedad, con las caderas quietas, girando la muñeca de dentro afuera, bailando asentao y pastueño, dentro de una estética y plástica flamenca, con estilo y acento y respetando la indumentaria tradicional. Los toques toreros fueron los justos para definir el personaje, y el público le otorgó la primera gran ovación de la tarde.
Evidentemente, después de esta demostración, gentilmente cedido el protagonismo por la diva, Sara Baras, que ya había aparecido, pero sin apenas bailar, tomó las riendas del espectáculo e hizo lo que se espera de ella: poner al público en pie. Elegante y vaporosa en el vestuario -del negro al rojo, no podía ser de otra manera-, se marcó un taconeo de ésos que recorren el escenario en volandas de increíble virtuosismo, y que quitan el hipo. Lo mejor de Sara Baras es que logra, como nadie, la variedad de sonidos con el corazón, no con los zapatos. De ahí los maravillosos arranques en pianísimo que abren unos reguladores hasta el paroxismo. Lo más espectacular de su baile, viene secundado, además, por la siempre elegante estilización de sus brazos, y los detalles y juegos con el vestuario. Sara Baras estuvo muy torera, y hasta del vestido hacía un capote para mostrar su preferencia por Escamillo y torear a don José, muy bien encarnado por Luis Ortega. Estupendo y disciplinado el cuerpo de baile. Y un tanto irregular la música. A mí me sigue chocando ese violín amplificado, de difícil encaje con las guitarras. Como ya hemos dicho hay mucha fusión -desde el pop a lo sinfónico- y no todo fluye como debiera. Sí que me gustó la estilización de las sevillanas, y el precioso vals bailado por mujeres -vestal y negro- entre Sevilla y Viena. Se agradece que los cantaores y músicos flamencos estén en el escenario, su cercanía, su rajo, su sentimiento, es fundamental para el baile. El éxito del espectáculo, apoteósico.
Dirección: Sara Baras. Coreografía: Sara Baras, José Serrano y Luis Ortega. Música: Joan Valent y otros.Vestuario: Sybilla y Sara Baras. Iluminación: Fernando Martín. Programa: 'Carmen'. Reparto: Sara Baras (Carmen), Luis Ortega (Don José), José Serrano (Escamillo). Cuerpo de baile. Música grabada y guitarristas y cantaores con Miguel de la Tolea al frente. Programación: Abono de la Fundación Baluarte.Lugar y fecha: Auditorio Baluarte, 7 de noviembre de 2008. Público: Lleno de no hay entradas.
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