Vayamos con los vecinos que es el día de Urruxkide”. Esta estrofa de la jota de los hermanos Petxan resumía ayer en Esparza la esencia de la fiesta itinerante que cada año celebra el Valle de Salazar, Urruxkide Eguna, un día de encuentro que ayer por fin llegó tras tres años de ausencia, Se la dedicaron a su madre, Antonia García, oriunda de la villa. Es el sentido de pertenencia, de vecindad el que reúne a los 14 pueblos y Ripalda en el día grande en el que juntos y alegres comen, beben y bailan; disfrutan con salud y se relacionan entre ellos con el intercambio simbólico de las llaves.

Un instante de la celebración en Esparza

Un instante de la celebración en Esparza Marian Zozaya

Ayer tocaba en Esparza y la jornada comenzó temprano, con las dianas por las villas y humeantes cafés, con homenaje a las personas mayores y misa amenizada por la rondalla del valle. Fueron estos los primeros sonidos que se multiplicaron más tarde en lo que fue un despliegue del tejido musical y cultural de los pueblos del valle, ataviados con su indumentaria salacenca. Benjamín Landa Sanz , Santi Ramírez Ramírez, María Arana Adot y Eugenio Elarre Semberoiz, octogenarios homenajeados fueron los primeros nombres propios del día. A su emoción se sumó después la de la joven ezpartzarra Garazi Pérez Zubialde, que interpretó por vez primera el Baile de la Bandera, ante ellos primero y en el acto central después. Se llevó todos los aplausos de la plaza, antes de dar paso al baile y la bandera de Enrique Narváiz Goienetxe.

Dantzas y dantzas

Dantzas y dantzas Marian Zozaya

Cada Urruxkide Eguna tiene su Aiert Otsoa, talla que contiene el mapa y los nombres del valle, y sirve para reconocer la labor altruista de personas y colectivos. El del 2022 recayó en Zaraitzun Kantuz, “por su contribución a la alegría del valle y la recuperación de sus canciones tradicionales”. Lo recogió, con ilusión manifiesta, Zelaida Birrun Urriza, su directora, junto a los componentes Pablo Iribarren Compains y Jokin Pérez Landa. Todo respiraba fiesta, salud, alegría, como versó Xabier Díaz Esarte , conductor del acto junto a los jóvenes Jon Pérez Zubialde y Maider Samper Mendivil, que en euskera y castellano comentaron el significado de cada acto cargado de simbolismo. Sin duda el mayor, fue el intercambio de las llaves entre los pueblos que se emparejan año tras año, como antes. También el Zinta Dantza, interpretado por las y los dantzaris más txikis del valle , vino a representar “la unidad de Salazar con sus cintas entretejidas para formar la trenza que simboliza esta unión”, expresó Maider, y puso en el foco del futuro a la mujer y la igualdad. Y de futuro y cantera habló también la combinación de la energía de los jóvenes danzantes de Otsagabia, con su Paloteado y su Jota, y la suavidad y dulzura de las jaurrietarrak con su Azuri Beltza. Fue el palpitar del valle que ayer latió con un solo corazón lleno de ganas de vivir, sin olvidar las reivindicaciones, necesidades y problemas, tal como recordó el presidente de la Junta del Valle, Pedro Mascarai (acompañado de la consejera Itziar Gómez) o se mostró en una visible pancarta que pedía el desbloqueo de la institución. A su vez, lo pedían los trabajadores del guarderío de Irati en el puente, afectados por la ordenanza del euskera. El día intenso estuvo precedido del concierto del grupo del valle Zalaparta Taldea y de la presentacióndel vídeo Zaraitzu Ibarra, realizado en tiempo de pandemia, en auzolan, la práctica centenaria que pervive en el valle. Habla de su historia, raíces y futuro, sin perder de vista la realidad y los peligros acechantes, como la despoblación. Confían en que el valle lo haga suyo, y que suene en el Urruxkide 2023.