La primera vez que se alzaron con la txapela de la victoria, un miembro del jurado exclamó: ¡No va a ser la única!. Y dio en el clavo. Después de aquel triunfo en 2014, entonces en la categoría de menores de 16 años, la dantzari Saioa Galarraga y su compañero sobre las tablas Julen Murgiondo han sumado más títulos al palmarés que comparten. El último en la 47ª edición del Campeonato de Baile al Suelto de Euskal Herria celebrado el pasado 21 de octubre en Segura. La pareja de Bergara volvió a subir al podio del certamen, revalidando un primer premio que ya consiguieron en 2019 y 2022. No hay dos sin tres.
Llegaron al mundo de las danzas vascas como cualquier otro niño y niña de su edad. “Muchos hemos bailado de txikis, aunque con el tiempo casi todos lo han ido dejando”, expone Julen, a lo que Saioa añade que en la localidad mahonera “ha habido tradición de bailar”. Pero a ambos también les viene de familia. Sus madres fueron dantzaris de pequeñas; la de Galarraga, incluso, participó en competiciones.
Ingresaron, de este modo, en el grupo Moisés Azpiazu Dantza Taldea de Bergara bajo las órdenes de Maite Lazkano, que pronto vería en ellos algo especial. Una gran sintonía. “Nos puso juntos en los ensayos y más tarde nos animó a competir”, cuentan al unísono. Entonces Saioa tenía 13 años y Julen 12.
El primer campeonato lo disputaron en casa. “Estábamos bastante nerviosos y nuestros padres todavía más. Recuerdo que se me caían los pantalones y me tuvieron que ayudar a poner el gerriko”, rememora Murgiondo, mientras provoca la sonrisa cómplice de Galarraga: “A mí me hizo el moño la ama de Maite. Toda la gente de alrededor estuvo muy pendiente de nosotros a la hora de salir al tablado”. El estreno les dejo un muy buen sabor de boca y siguieron adelante.
De aquella puesta de largo han pasado diez años. Una década formando un tándem de campeonato. “Después de tantos años la dantza es parte de mí. Lo he disfrutado siempre, tanto bailando en grupo como con Julen. Lo pasamos bien”, recalca Galarraga.
Y de la sencillez en los primeros pasos ejecutados a una mayor dificultad en las coreografías; una evolución de la que ha sido partícipe su profesora Maite, que conoce muy bien lo que es adjudicarse, hasta en dos ocasiones, el Campeonato de Segura. “Todo lo que sabemos se lo debemos a ella. Le estamos tremendamente agradecidos”, señala Murgiondo.
Es una pareja que fluye por sí sola. Uno de esos binomios que empastan a la perfección, y que tiene su punto fuerte “en la compenetración” que demuestran para sacar lo mejor de cada uno sobre el escenario, además de “su elegancia”. “De Julen destacaría la fuerza física que derrocha al bailar –el aludido bromea diciendo que se hace mucho ejercicio y se suda–, la ligereza y las puntas finas”, indica Galarraga. Murgiondo tampoco escatima en elogios para su compañera y amiga: “Su alegría y el empeine son dos de sus fortalezas”.
Cierre de temporada
Habituales del circuito de campeonatos de las euskal dantzak que arranca en mayo, y con varios títulos a sus espaldas, hace una semana se impusieron a otras doce parejas en la champions de competiciones. Recibieron, asimismo, el trofeo especial diseñado por el artista hernaniarra Aitor Ruiz de Egino, que se otorga por ganar este primer premio tres veces en cinco años.
Han reeditado su distinción como mejor pareja de dantzaris de Euskal Herria. “Es una alegría haber traído de nuevo esta txapela y trofeo a Bergara; lo vivido en Segura ha sido muy emotivo”, afirman. No restan méritos, sin embargo, al resto de dantzaris: “Las parejas que se miden en este certamen son las mismas que lo hacen durante el resto del año; 4-5 estamos muy niveladas y cualquiera puede ganar”; y tampoco desmerecen citas como la de Bergara y otras plazas en las que “nos sentimos muy a gusto”.
“Ese punto de presión con el que afrontamos las competiciones no está tanto en el resultado como en quedarnos satisfechos con lo que hemos hecho”, manifiestan. No obstante, proclamarse vencedores en Segura ha sido “una muy bonita manera” de clausurar la temporada.
Futuro
La afición que comenzaron a curtir de txikis sigue muy viva. “Antes teníamos unos días establecidos para ensayar, pero desde que empezamos a estudiar en lugares distintos –Julen se especializa en Ingeniería Biomédica y Saioa cursa la recta final de Biología–, nos adaptamos a las posibilidades de cada uno”, relata Murgiondo.
Hablan sobre el futuro de las danzas tradicionales vascas con optimismo: “Es un mundo relativamente amplío, que, en general, tiene bastante fuerza en todos los pueblos; a los niños y las niñas se les sigue apuntando en los diferentes grupos. En cuanto a las competiciones, cuando comenzamos la categoría de mayores estaba un poco de capa caída; ahora se mueven algunas parejas más, así que, por lo menos, no está bajando como parecía que iba a pasar”, se congratula Galarraga.
Saioa con 23 años y Julen con 22 continuarán calzándose las abarcas. ¿Hasta cuándo? “No hemos hablado acerca de esto”, responden. De momento miran al mes de mayo del próximo año con ilusión y ganas de volver a salir los escenarios. A competir y darlo todo.