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Renovando los votos con el Carnaval

La meteorología respeta a los 'atorrak' y las 'lamiak' que ayer volvieron a hacer de Mundaka una fiesta

Cientos de personas acudieron a Markina-Xemein para seguir el singular juego de gansos a caballo
Egilea
I. Fradua / I. Alberdi
Komunikabidea
Deia
Tokia
Mundaka / Markina-Xemein
Mota
Albistea
Data
2013/02/11
Lotura
Deia

AMENAZABA con fastidiar el gran día tras un largo año de espera, pero finalmente la meteorología no fue impedimento para que Mundaka y Markina-Xemein volvieran a refrendar su apego a sus singulares carnavales. Atorrak y lamiak cumplieron escrupulosamente con la siempre alegre tradición en la localidad costera; mientras que el An-tzar Jokoa volvió a centrar la populosa jornada en el municipio de Lea Artibai. Ambas localidades renovaron sus viejas usanzas con el domingo de Carnaval.

Día grande ayer para sus vecinos, Mundaka volvió a salir a la calle para festejar su identificativo Aratuste. Por la mañana, al sonde los atorrak, y por la tarde bajo la kalejira de las lamiak, el blanco y el negro -color identificativo de los disfraces de los hombres y las mujeres, respectivamente- se volvieron a fundir en un festejo que volvió a atraer a centenares de foráneos a una celebración que, pasen los años que pasen, sigue manteniendo inalterable su singular idiosincrasia.

Sin gota alguna de lluvia durante su pasacalles mañanero, fueron los hombres los que, tras el paso previo de los txistularis para anunciar el inicio de la larga jornada, abrieron la espita Carnavalera mundaquesa. Más de un centenar y medio de marraus de impoluto blanco -pantalón y camisa-, ataviados con dos enaguas -en cintura y hombros- y una funda de almohada en la cabeza anudada con un pañuelo rojo de seda recorrieron desde el mediodía el pueblo entonando satíricas canciones durante dos horas y media.

Cumpliendo con una tradición que se remonta siglos atrás, pero que experimentó un gran auge tras la oscura dictadura, Mundaka se convirtió, otro año más, en una sonora fiesta nada más asomar los atorrak a la plaza. Entrelazando viejas melodías con nuevas piezas, y bajo la batuta del director Xabier Fresko -enfracado en un solemne traje negro pero guiando a sus voces con una sonrisa perenne-, recorrieron los puntos más pintorescos de la anteiglesia al son de una estudiantina que, compuesta por violines, guitarras, timples, mandolinas o acordeones, sumó nuevos adeptos.

Empezando frente a la casa de José Mari Egileor -impulsor de este festejo durante los complejos tiempos de la dictadura- para tributarle el Aratuste que se ha convertido en un himno local hasta la zona de Txorrokopunta, y de allí hasta el Artza pasando por Goiko Kalea o bajando la cuesta de Kalbario, los atorrak deleitaron al público en todas y cada una de las diez paradas que efectuaron; eso sí, sin dejar de comer alguna que otra tostada típica en los txokos. Piezas satíricas como Mari Manu, Azkakortza o Jo ta ke -algunas de ellas lograron, incluso, salvar la férrea censura de la dictadura-, se cantaron junto a Ahaztuizu, la canción diseñada para esta edición carnavalera que narra, en clave de humor, algunos sucesos locales. Pero no fue hasta el puerto cuando se vivió el momento más pintoresco del primer episodio del populoso Carnaval mundakarra. Encaramado a los muros del puerto de uno en uno -y con serio riesgo de caer al agua-, los atorrak culminaron su blanca kalejira con el director embarcado.

Literalmente. Subido a un txintxorro, Xabier Fresko dirigió a la estudiantina desde el centro de una dársena en la que, en otros tiempos, hubo una identificativa grúa negra sobre la que el líder de los marraus se encaramaba para llevar el compás de la música. A falta de gruba -como se le llamaba en la localidad-, buen soporte ofreció la embarcación. El pasacalles se cerró pasando nuevamente por la plaza Lehendakari Agirre. El merecido descanso con la comida en el Casino llegó entonces para los hombres, que no retomarían su actividad hasta que las féminas concluyeran su kalejira horas más tarde. El testigo carnavalero en el mejor día para los mundakarras pasaba a manos de las mujeres.

Del blanco al negro Si bien no reinaron hasta que casi caía el sol, , la meteorología tampoco fue óbice para que las lamiak, personajes mitológicos que según las leyendas habitaron los alrededores del pueblo, salieran a la calle. Con un pasacalles que incorpora bailes a su alegre música de canciones propias, un centenar de féminas -bajo la atenta dirección de Naroa Oleaga-, ataviadas con su túnica negra y la larga melena blanca, además de la cara pintada de blanco, negro y rojo, ofrecieron un espectáculo lleno de color y movimiento. De la plaza a Goiko Kalea, pero también pasando por la mayoría de pequeñas callejuelas de Mundaka -y sus dos residencias de mayores-, la kalejira llenó de movimiento la noche mundakarra.

No fue hasta pasadas las 20.30 horas cuando los blancos atorrak y las negras lamiak se juntaron en la plaza para dar por finalizados sus respectivos pasacalles. No acabó la fiesta, eso sí, ya que la algarabía se prolongó hasta altas horas de la madrugada. Y Mundaka, otra vez más, mantuvo inalterable la canción local que, literalmente, dice que no hay mejor día que el Aratuste. Y el domingo de Carnaval volvió a ser, pese a la lluvia o el frío que parecieron firmar una tregua con Don Carnal, la mejor jornada del año.

Gansos y osos, en Markina Varios kilómetros tierra adentro, también los markinarras acudieron fieles a la cita de su también singular Carnaval. A la clásica costumbre de disfrazarse imitando los temas más actuales -otros no tanto, como los milenarios faraones egipcios, con pirámide y todo- que animaron el txikiteo del mediodía, Markina-Xemein incorpora dos ancestrales costumbres, únicas en Euskal Herria durante estas fiestas: el juego de los gansos a caballo y el oso apresado que se pasea por las calles.

Como cada año, ocho jinetes pugnaron por arrancar la cabeza a los ánades -previamente sacrificados- que pendían de una soga, en la plaza del Zelai. Seis gansos, seis -como los toros-, fueron traídos desde el baserri amallotarra de Laparre y, tras untar sus cuellos con grasa, se dispusieron uno a uno para su decapitación. El orden de participación se decidió por sorteo y solo un jinete inscrito hubo de quedar fuera de la prueba al superarse el tope máximo.

Una hora duró el espectáculo y el vencedor final fue Iñaki Armaolea -con la inestimable colaboración de su montura, Kata-, que arrancó la testuz de dos aves, al igual que Urko Pagoaga, pero la rapidez con la que se llevó una de las piezas -arrancó una cabeza al tercer tirón, tras solo un minuto y un segundo de ser colgado el ganso- le dio la victoria. Pagoaga, ganador en las dos últimas ediciones, se conformó con el subcampeonato. Arkaitz Baskaran y el etxebarritarra Josu Egurrola completaron el palmarés de la cita.

Al igual que en las dos anteriores ediciones, la céntrica plaza markinarra estuvo abarrotada de gente -gracias, también a la tregua que ofreció la lluvia-. De hecho, esta es la tercera edición en la que el Antzar Jokoa markinarra se disputa a mediodía. Hasta 2010 la cita era a las 17.00 de la tarde y la agradable sobremesa retenía tanto a jinetes como a espectadores, ahuyentándolos del tradicional juego. A rebufo del txikiteo, el alegre ambiente ha vuelto a la competición.

No ha sido este el único cambio en esta tradición centenaria que, sin embargo, sigue manteniendo viva su esencia. Desde que llegara a finales del siglo XVII de las Landas, donde los cuellos de las aves se cortaban con espada a modo de torneo medieval, se ha ido adaptando a los tiempos, variando la localización del juego -antes en Guen kalea-, el día -se disputaba el martes de Carnaval-, o la disposición de las aves, que antaño se colgaban vivas.

Aunque este tipo de actividades estuvieron prohibidas durante la dictadura de Primo de Rivera, el juego se siguió celebrando cada año en Markina-Xemein. Solo en la década de los 50 se dejó de hacer y fue debido a que no había caballos en la zona para poder montar. Se hizo una disparatada prueba con motos, pero la organización prefirió no hacerla antes que perder su verdadera personalidad.

Renacimiento En 1979, sin embargo, la asociación de padres y el grupo local Zerutxu recuperaron las tradiciones del Carnaval markinarra, incluido el Antzar Jokoa. Aunque hubo que superar los obstáculos de la defensa de los animales y de sanidad, la cita ha permanecido en el calendario carnavalero markinarra -salvo por el paréntesis de la gripe aviar- hasta hoy en día.

Otra de las tradiciones rescatadas del olvido fue la de pasear la figura de un oso apresado. Existen documentos que atestiguan que a finales del siglo XVII se pagaba por matar a los plantígrados que habitaban los montes markinarras y esta tradición podría remontarse a aquella época -algo que no está constatado-. Aunque los ancianos del lugar recordaban que el hartza se paseaba en los años 30, no fue hasta el mencionado 1979 cuando se recuperó definitivamente.

Ayer, una vez más, fue llevado encadenado junto a los dantzaris de Zerutxu, que interpretaron el Zahagi Dantza en diversos lugares del casco viejo. Aunque trató de escapar de su centinela en varias ocasiones -provocando los llantos de los más pequeños- fue capturado y fue recluido en su guarida. Allí aguardará hasta el Carnaval del año que viene, cuando Markina-Xemein, al igual que Mundaka, vuelva a refrendar los votos de su singular Carnaval.

La meteorología respeta a los 'atorrak' y las 'lamiak' que ayer volvieron a hacer de Mundaka una fiesta

La meteorología respeta a los 'atorrak' y las 'lamiak' que ayer volvieron a hacer de Mundaka una fiesta (I. Alberdi)

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