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Reflexiones alrededor del folklore del país en 2005

Egilea
Emilio Xabier Dueñas
Komunikabidea
Euskonews
Tokia
331 zkia,
Mota
Iritzia
Data
2006/01/19

Para delimitarlo básicamente, expondremos lo que tiene relación con el consabido adjetivo de “tradicional”, así mismo también ambiguo, y no se especificará ese límite existente, entre materia de estudio y práctica física-conocimiento mental (Patrimonio Cultural Material e Inmaterial), ya que quedará remarcado intencionadamente. cada acto conlleva un sentimiento tradicional y un sentido actualizado A lo largo del año, de cada año muchas veces, se suceden las realizaciones de actos diversos, enmarcados muchos de ellos en celebraciones, designadas como consuetudinarias y producto de la transmisión oral generacional. Cada una de estas conmemoraciones ha sufrido transformaciones, mayores o menores. La dinámica de la tradición la marca la diferencia; reivindicación de algo que está vivo. Comentar cada una de estas manifestaciones entraña la dificultad de que fuera puedan quedarse muchas de ellas, incluso generalizando. Por lo tanto, y siempre siguiendo el o los campos que más se pueden controlar, entablamos un diálogo de aproximación para que, de una forma breve, exponer lo más oportuno y siempre teniendo en cuenta que lo que no se presenta no significa que no haya existido. El comienzo pasa por indagar en el apartado más alegre de nuestro disfrute y, que en mayor o menor medida, ocupa un espacio más que importante: las fiestas. Éstas se han sucedido, a través de toda nuestra geografía. Unas son más conocidas que otras. La importancia es debida, entre otras causas al ámbito espacial que abarcan, o al reconocimiento de la comunidad que lo sustenta. Los Carnavales de Tolosa, Lantz o Zalduondo son los más nombrados en los medios de comunicación, como también lo es la festividad de San Juan en muchas poblaciones, pero no por menos conocidas la labor de esos pequeños colectivos, a veces individuales, que con su esfuerzo empujan a la realización de una cuestación en la víspera de Santa Ageda en un lugar apartado de un valle, del “Obispillo” de San Nicolás en Burgi, del Oilasko Jokua que va desapareciendo por la normativa de maltrato a animales, o de la ejecución de la Dantzari Dantza en Garai. Lo mismo sucede con las ferias agrícola-ganaderas de todo tipo que se han sucedido para no faltar a la “costumbre”. La revitalización de algunas de estas celebraciones es palpable con la gran afluencia de visitantes, que al mismo tiempo, sirve de impulso al mercado rural. Destacamos como las más conocidas, las de: San Blas en Abadiño, las de Santo Tomás en Bilbo o en Donostia, la del último miércoles del año en Ordizia, la Urriko Azken Astelehena de Gernika(-Lumo), o la del último sábado del año en Tolosa. Junto a éstas, otras que han nacido ya desde hace años pero llamémoslas de cuño renovado, como lo son las ferias de artesanía (Getxo, Errenteria, etc.), en las cuales pueden apreciarse todo un diverso mundo que, evitando la decadencia por las nuevas modas, insisten en mantenerse a toda costa; o las ferias de pescado y marisco de Bermeo, Mutriku, Zierbena... con un auge inusitado para un público ávido por algo nuevo para llevarse a la boca. El aspecto competitivo preponderante e inherente, en cada uno de los aspectos lúdicos de nuestra sociedad tradicional a nivel de aficionado, estructurado en un marco local o nacional, se percibe en los concursos gastronómicos de queso Idiazabal, de tortillas, de bacalao “al pil-pil” o de paellas; campeonatos de danza, como el “baile a lo suelto” de Segura, o de Aurresku en diferentes localidades; de música, con obras para bandas de txistularis, parejas de trikitrilaris o bandas de gaiteros; campeonatos de bertsolaris, tan en auge en estos últimos años, con retransmisión en directo por televisión. Digamos que los deportes étnicos conforman ese otro espacio, donde se puede observar como desde el campo amateur pasamos al semi-profesional o al profesional: desde los levantadores de piedras navarros y barrenadores afamados de la comarca vizcaína de las Encartaciones; pasando por las regatas de traineras del litoral; hasta los partidos de pelota mano, pala o cesta punta, en frontones especializados, donde al margen del movimiento incesante de apuestas, los deportistas son profesionales. la cultura de la divulgación bien entendida, debe llegar a todos los rincones de la sociedad En el mundo de la danza, y de la música, tradicionales, juntos o por separado, conviene resaltar la labor realizada cada año por las principales asociaciones conocidas en sus diferentes ámbitos y que en 2005, entre otras actuaciones, resaltamos: Euskal Dantzarien Biltzarra con sus cursos de enseñanza, sus Dantzari egunak territoriales o el “nacional”, realizado este pasado año en la localidad lapurtarra de Hazparne; Bizkai Euskal Folklore Elkartea que, además de los cursos de danzas nacionales o del extranjero, se ha encargado de las romerías en el Arenal bilbaíno; Elai Alai Elkartea con su ya característico Festival Internacional de Folklore de Portugalete en su edición XXXI, invitando a grupos folklóricos de países habituales como Rumanía o Colombia y otros exóticos como el de Sri Lanka; Argia y su espectáculo “Pas de basque” o la compañía Maritzuli con su “Côté tour... côté jardin...”; Euskal Herriko Txistulari Elkartea con su dilatada historia y publicación “Txistulari”, sus conciertos y otras conmemoraciones realizadas a lo largo de toda la geografía del país; o Euskal Herriko Trikitixa Elkartea con sus publicaciones en forma de textos y compact discs. Dejando al margen la propia práctica o existencia del acto y/o elementos que la conforman, nos ceñiremos en unas pocas líneas a desgranar, de entre todos los acontecimientos en materia de Folklore, principalmente, al finalizar el año, y olvidando por desconocimiento o por falta de espacio otros. La asociación Ortzadar Euskal Folklore Taldea, realizó entre el 16 y 19 de noviembre las jornadas a las que nos tiene acostumbrados en éstos más de veinte últimos años. La edición XXI giró en torno a la artesanía, “Eskulangintza XXI. mendean / La artesanía en el siglo XXI”. Tampoco debemos olvidar que cada cierto número de años Ortzadar publica los cuadernos “Sukil”; hasta el momento han aparecido cuatro números, con los textos de las citadas jornadas, con títulos tan variopintos como “El deporte y los juegos tradicionales”, “Indumentaria”, “Transmisión Oral”, o la “Arquitectura vernácula”. Por su parte, Herri Musikaren Txokoa, realizó entre los días 26 y 27 de noviembre sus “4. Jardunaldiak: Danbolinteroen Iragana, oraina eta geroa” en las estancias que posee este museo situado en Oiartzun. Acudieron diferentes personalidades del mundo de la música tradicional. Como en anteriores ocasiones, la afluencia de público a las charlas, así como a la audición y a los talleres fue muy importante, y se contó con la ayuda y colaboración desinteresada de las asociaciones locales. La Sección de Folklore de Eusko Ikaskuntza, por su parte, también, aunque sea en pequeña cantidad, ofrece su aportación. Este pasado año se presentó el número 8 de su Cuaderno Jentilbaratz y se realizaron los primeros “Dantza eta musika tradizionalaren topaketak. Egungo egoera eta etorkizunarako bideak / Encuentros sobre Danza y Música Tradicional. Situación actual y perspectivas de futuro”. en la práctica, existe el binomio Folklore e institución, con relación interesada por ambas partes El calendario festivo y los ritos de paso son dos de los pilares básicos sobre los que se asientan las danzas y música tradicionales, pero no los únicos. Todo el contexto existente alrededor de ellos nos obliga a no compartimentar éstos, u otros, elementos. Sin embargo, cada vez que hablamos de pasado intentamos indagar en el origen o en la raíz de un acto o elemento; cuando hablamos de presente nos embarga el positivismo o la frustración de lo que estamos realizando; y cuando hablamos de futuro estamos obligados a efectuar una predicción del devenir. La influencia de unas sociedades sobre otras, la tecnología cambiante y constante, la globalización o la diferenciación cultural, las necesidades consumistas, la religión, la política, la economía... En fin, todo lo que conforma cada comunidad, grande o pequeña, tiene que ver de forma directa o indirecta, según el caso, con lo que hacemos en el mundo del Folklore, provenga éste del rango tradicional o se acondicione a una actualidad existente. El Folklore como actividad sufre, al igual que otros campos de la Cultura, la irregularidad del mantenimiento y de la preservación. Los esfuerzos, a veces no comprendidos por otros sectores de la propia sociedad, se convierten en un progresivo deterioro. No por ello, debemos hacer recaer el peso específico de la “tradición” en los museos etnográficos, sino como complemento inmóvil al dinamismo y espontaneidad de una práctica cualquiera, y como tal debe ser entendido. Curiosamente muchos estados desarrollados, sucumbieron a las formas de representación popular en diferentes momentos históricos. Tampoco debemos olvidar que lo conocido por pasado tiene un alto grado se suposición. No es tan fácil dividir entre real e irreal, es más, la confusión nos imbuye y empuja hacia el exterior como si buscáramos una tabla de salvación a nuestras necesidades “pasadas”. El paso del tiempo produce cambios, cada vez más acusados, producto de necesidades y coyunturas diversas, a los cuales se tiene que supeditar el ser humano. La tendencia es inequívoca. Un profundo cambio, aparentemente irrelevante e incluso inapreciable, está sucediendo. El Folklore no es ajeno a esta transformación, por mucho que se defiendan posiciones acerca de su inmutabilidad e inalterabilidad.

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