Pureza de estilo

Crítica, 10&10

La veterana y reconocida Mónica Runde presentó en Donostia su último trabajo coreográfico ante un público que rozó el lleno en la sala. Hebras de Mujer nos habló de las relaciones de pareja, de la familia; en concreto del rebajado e injusto papel que ha desempeñado la mujer en nuestra cultura reciente y de la trasformación que ello suponía para éstas. De cómo ellas aceptan esta transformación y de la frustración que genera. Lo hace de una manera muy eficaz, explícita e ilustrativa, casi didáctica, al tiempo que profundamente estética, manejando en equilibrada y justa proporción la acción dramática y la coreografía. Ambas se conjugan para desembocar en una pieza diáfana en la que se lee con resuelta claridad el mensaje de la obra y las distintas situaciones que la componen.

El lenguaje coreográfico de Mónica Runde se distingue por su extrema elegancia y por una afinada y delicada sensibilidad a la hora de abordar el movimiento. Estos elementos, junto a la espectacular interpretación que de él hacen los excelentes bailarines que formaban el elenco, dio como resultado una obra deliciosa para el espectador. Todos los intérpretes exhibieron un movimiento nítido, concreto y escrupulosamente medido y una abierta y clara expresividad. No obstante, y a pesar de la tremenda fuerza expresiva que consiguieron las dos primeras escenas, la tercera y última perdió parte de esa fuerza al acentuar quizás en exceso las evoluciones coreográficas. Este tercer cuadro pareció generarse como si el movimiento viniera de otro lugar diferente rompiendo de alguna manera con la lógica instaurada por la pieza hasta ese momento.

El vestuario fue uno de los puntos fuertes del espectáculo ya que encajó a la perfección con la historia relatada. Describió perfectamente a los personajes y proporcionó bellísimas líneas con gran elegancia en diseños y tejidos, componiendo un conjunto muy armónico. También es utilizado muy hábilmente como reflejo del tipo de relaciones que se van estableciendo a lo largo de la obra.

Un acertado juego de iluminación y una escueta pero útil escenografía terminaron de redondear este espectáculo en el que la pureza de la danza y la sensibilidad en el abordaje del tema fueron los protagonistas.