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Pura coincidencia
La quinta edición de 'Dantzan bilaka' inauguró sus actuaciones en un Gazteszena a medio aforo. Tres fueron las propuestas
mostradas ante el público congregado. Cuando el espectador se enfrenta
con este proyecto, necesariamente el punto de vista y contexto han de
ser diferentes. Esta iniciativa prima el proceso de creación en sí
mismo, en detrimento de la puesta en escena. Por eso, resulta posible
encontrarse con trabajos finalizados, empaquetados y con lazo, frente a
simples apuntes o esbozos de un futurible. En este sentido, se debe
reconocer una relativa mejoría global de las muestras que antaño podían
aplacar los ánimos de los más acérrimos defensores de los experimientos
para coreógrafos nóveles. David Guerra presentó el trío 'Tr3x x tr3s',
una propuesta coherente con su planteamiento inicial, cuyo eje principal
era la investigación con la mesa como punto de apoyo. La pieza del
vizcaíno resultó predecible, algo así como un taller de clase que parte
del trabajo de suelo hasta levantarse y suspenderse en el espacio. En el
caso de Nagore Somoza, todo parecido con la realidad fue pura
coincidencia. Su fuente de inspiración era la mitología vasca como
encarnación de los miedos, deseos y potencial de una sociedad. Sin
embargo, la errenteriarra se pierde en multitud de pequeños borrones sin
llegar a cuajar ninguno. Iker Arrue ofreció 'Verfallen', un solo bien
construido y absolutamente fidedigno con el punto de partida: el hilo
como cordón umbilical y frontera limitadora. Poco a poco, el donostiarra
se va desprendiendo de las cinco ataduras para conquistar la libertad,
reflejada en su movimiento. El reto de 'Dantzan bilaka' consiste en
fidelizar un público a este tipo de experimentos, nacidos del dinero de
todos.
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