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Prohibido parar de bailar
El Maratón de Baile organizado por Adeshoras reunió a una treintena de personas dispuestas a bailar doce horas. Sólo tres de ellas resistieron el desafío
Con más de media hora de antelación llegaban a este centro, situado en el barrio donostiarra de Loiola, los primeros concursantes. Entre ellos se encontraba Marta Brizuela, una joven vallisoletana que reside desde hace un tiempo en San Sebastián. Según explicaba, «el año pasado me quedé con ganas de apuntarme, así que éste me he animado por ver cómo va. Suelo bailar habitualmente, pero no vivo de esto». El bilbaíno Javier Juanes admitía sentirse «tranquilo». A pesar de dedicarse profesionalmente a la danza contemporánea, «o por lo menos intentarlo», declaraba que «nunca he bailado tanto, a ver si puedo aguantar las doce horas».
Con idéntica intención se inscribía la bailarina de origen polaco Helena Golab. «Me apetecía mucho venir y notar la adrenalina como la siento ahora mismo. Me gusta la idea de este maratón, sobre todo porque todo el mundo tiene oportunidad de ganar. No es únicamente para profesionales», comentaba.
Otras treinta personas de entre 13 y 60 años aguardaban el inicio de la competición en uno de los espacios de Arteleku, convertido en una improvisada sala de baile. Apenas unos minutos después de las 12.00 horas, el cronómetro se ponía en marcha entre aplausos y vítores. Los segundos comenzaban a correr al ritmo de música indie, funky o pop. Temas populares de los años 80 y 90 ponían en movimiento a todos los asistentes, al tiempo que multitud de discos de vinilo y cedés giraban sin parar entre las manos del disc jockey.
Arantza Balentziaga, integrante de Adeshoras, señalaba que «el objetivo de este maratón es poner a todo el mundo a bailar. Queríamos desmitificar el tema del baile, para que a quien le guste pueda hacerlo sin más, probando un formato diferente de doce horas seguidas o hasta que resista. La única regla que la organización pone es la de no parar nunca».
El entusiasmo que se respiraba en la pista contagiaba al público y a los miembros del jurado. A estos últimos les correspondía la tarea más difícil. «No tienen que tener en cuenta la técnica, sino otra serie de cuestiones, como que el estilo del dancer sea un reflejo de su personalidad, su carisma, ver cómo se relaciona con los demás, cuál es su estrategia para llegar al final o qué recursos utiliza para dosificar fuerzas y que no se note el bajón de ánimo», detallaba Balentziaga.
Dos horas más tarde, el cansancio comenzaba a hacer mella en buena parte de los concursantes. Era el momento de proceder a las primeras expulsiones, que se irían repitiendo invariablemente cada sesenta minutos. Un toque en el hombro indicaba a los menos afortunados que debían abandonar el maratón.
Llegaron tres
Nadie requirió, por fortuna, de los servicios de la ambulancia de la DYA apostada a lo largo de la jornada en las inmediaciones de Arteleku. «Sólo ha habido que aplicar algo de Reflex en rodillas y tobillos doloridos. Lo peor serán las agujetas del día después».
Al final, sólo tres personas conseguían llegar al filo de la medianoche sin dejar de moverse. La incansable Helena Golab se llevaba el primer premio, dotado con un viaje valorado en 1.200 euros. Carla Fernández y Raquel Coloma quedaban finalistas y se consolaban con dos circuitos de talasoterapia en La Perla. El premio al mejor look, que consistía en un lote de ropa Volcom, se lo llevaba Eli Carcedo, gracias a un original vestido amarillo diseñado por su amiga Sara, mientras que el del público correspondía a Unai Barruetabeña, quien degustará de una comida en el Restaurante de Berasategui.
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