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Primer producto de la factoría Yebra
140 alumnos de la escuela abierta por el bailarín bilbaíno llevan al escenario del Arriaga 'Cascanueces Suite'
Junto a pequeños bailarines de 4 años en adelante -«está siendo un
trabajo muy duro para mí, para ellos y para sus padres», confía entre
sonrisas el director de la escuela y del espectáculo-, estarán las
estrellas del ballet de la Ópera de Burdeos Oksana Kucheruk y Roman
Mikhalev, que ya bailaron en la segunda gala 'Los vascos y la danza',
organizada hace un par de semanas por la Asociación Bilbao Ballet y
dirigida también por Yebra. La coreografía esta vez es de Ángela
Santos, «que es como mi segunda madre, me ha ayudado muchísimo», sobre
la versión que hizo en su día Fernando Bujones, «uno de los grandes
bailarines del siglo XX», sentencia.
Igor Yebra quería que sus alumnos tuvieran algo más que una
actuación de fin de curso al uso para mostrarles la importancia de una
disciplina que «no es un juego, aunque sea divertido. Es algo serio»
que alguno de los 150 bailarines puede llegar a convertir en una
profesión. Como han hecho muchos vascos que andan bailando fuera y que
no cuentan con infraestructuras aquí. Eso precisamente,
«infraestructura, base, conservatorios, escuelas», es lo que reclama
Yebra.
Lo hace «sin catastrofismo, sin quejas. Al contrario, lo que quiero
que se vea es que si hace 30 años la danza ni existía en Euskadi y en
este tiempo, sin ayudas, hay tantas primeras figuras y buenos
bailarines en los cuerpos de baile de muchas compañías, qué no nos
puede deparar el futuro», explica. En un curso, sin ir más lejos, él ha
consegudio de sus alumnos una 'Cascanueces Suite' de algo más de una
hora de duración, que llega al público gracias al apoyo de La Caixa.
«No saldrá perfecto, nunca saldrá bien porque siempre se cometen
fallos, pero de eso se aprende. Esa es la mentalidad», dice el profesor.
Para Igor Yebra, nacido en 1974, formado en la escuela de Víctor
Ullate, primer bailarín de esa compañía entre 1987 y 1996 y actualmente
bailarín estrella del Ballet de la Ópera de Burdeos desde el año pasado
y primer bailarín invitado de la Ópera de Roma desde 2001, hace falta
que la formación en danza sea similar a la de música. La diferencia en
el trato de ambas artes le parece incomprensible.
Reclama al menos un conservatorio de nivel elemental y medio en
cada capital vasca, además de uno superior en la comunidad, para llenar
un «agujero negro en la educación de nuestra sociedad» y para que los
chavales, aunque no se dediquen profesionalmente al baile, «sepan
valorar un espectáculo al verlo». De esta manera, además, el esfuerzo
que tanto él como sus alumnos ponen en la escuela no quedará como «una
quijotada», sino como un paso hacia la divulgación del ballet en
Euskadi.
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