Para Amaia Leiza, maestra al frente de Basque Ballerina, el ballet todavía sigue cargando con varias ideas preconcebidas a sus espaldas. Una de ellas es el elitismo, “el hecho de ver el ballet sólo para público de X rango”. Un prejuicio que desde el sector tratan de revertir, organizando actividades que lleven el ballet a la calle, entre otras cosas. También, el hecho de vivir en una era volcada en las redes sociales democratiza su consumo y ayuda a eliminar “la barrera de el ballet es solo para gente de la élite, sólo se ve en teatro y no es algo a lo que cualquiera puede tener acceso”.
Además, Leiza asegura que hay quien considera que se trata de una disciplina “fácil”, que no requiere una gran preparación física y expone “la molestia” existente entre sus alumnas, cuando en el colegio hacen de menos al ballet cuando lo comparan con el fútbol que practican otras personas, por ejemplo. Pero dice que “a mí no me molesta el hecho de que no se vea como un deporte, porque tengo muy claro que es arte; todo lo que sea danza es arte”, aunque se trate de “un arte de alto rendimiento”.
Finalmente, completa esta triada de falsas creencias el hecho de que se siga considerando una actividad dirigida al público femenino, con lo que la presencia de niños sigue siendo anecdótica. Leiza, por ejemplo, tiene únicamente tres (versus 200 niñas), “y tengo que decir que me siento súper afortunada de tener a tres, porque es muy difícil tener ya a un solo niño”. ¿La solución a este prejuicio machista? “Yo creo que entra nuestro trabajo, el de la sociedad y global; pero es verdad que todavía cuesta”.