Poesía onírica

Crítica de danza

En ese duermevela, el creador donostiarra imagina un espacio cubierto de arena, con las infinitas opciones de dibujar trazos en el suelo, circunvalado por un poderoso cuadro de luz como frontera externa, donde habitan dos seres o más bien dos partes de un yo que se interrelacionan, confundiendo sueño y realidad. La atmósfera onírica construida por Calonge es de una sutileza casi poética. Sobre ese lienzo escénico, el apartado coreográfico mostró una obra cuya principal característica fue la exhibición de un trabajo de suelo de corte muy personal. Adoleció la pieza de una mayor profundidad en el desarrollo del lenguaje coreútico y acusó también la diferencia entre las calidades de movimiento de sus intérpretes. Potencial había, sin embargo, las frases coreográficas no llegaron a elaborarse hasta el punto de un enriquecimiento que se podía intuir con facilidad. Una constante del trabajo de Calonge es la brillantez de sus ideas, a veces mermada por una realización muy escueta como si fueran los trazos de un esbozo que aún necesita más tiempo de elaboración. A modo de ensalmo, recordar a Gazteszena la utilidad de los programas de mano, por enésima vez inexistentes.