Pléyade de cisnes

Crítica de Danza

Con una duración de dos horas y media y dividido en dos partes, el espectáculo narró el amor imposible del príncipe Siegfried y la reina de los cisnes, Odette, convertida en un ánade por hechizo del malévolo Rothbart. El primer y tercer acto, desarrollados en la corte, cuentan con la coreografía de Petipa, donde abundan las danzas de carácter -inspiradas en los bailes tradicionales-. Ahí es donde radican las mayores licencias de esta versión, ya que la compañía moscovita obvia la danza húngara en el baile en honor del príncipe, presentando sólo las danzas española, napolitana y polaca.
Sin embargo, el segundo y cuarto acto, ubicados en el lago, ofrecieron una bellísima imagen de la pléyade de cisnes, interpretada con gran simetría, corrección y pulcritud, fruto de la rigurosidad de la escuela rusa de sus ejecutantes. El elenco femenino resultó muy superior al masculino en calidad, sobresaliendo la intérprete del doble papel protagonista Odette/Odile, quien poseyendo un alma de Cisne Blanco, encarnó un Cisne Negro muy solvente con sus 32 fouettés bien dibujados. Por contra, el príncipe Siegfried adoleció de una falta de lustre y donaire en su rol, mientras que el pérfido Rothbart acusó un exceso de edad y falta de forma. En conjunto, el trabajo del Ballet del Teatro Nacional Ruso de Moscú fue correcto y así lo entendió el público que aplaudió con ganas una de las pocas actuaciones de ballet clásico que recalan en Donostia últimamente.