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Pequeños pasos grandes

Egilea
Maria R. Aranguren
Komunikabidea
Noticias de Bizkaria deia.com
Mota
Albistea
Data
2009/10/13

casi todas las esperas importantes tienen que ver con pasillos estrechos y es ahí donde los niños estiran el cuerpo para alcanzar en óptimas condiciones la hora en que empieza la clase de danza. "Si tienen que estar trabajando a los 18 años no pueden hacer tonterías a los nueve", apuntala Mila Iglesias en la antesala de la academia, donde la imagen de su hijo, Igor Yebra, solicita disciplina a través de diversos pósters. Yebra, estrella del Ballet de la Ópera de Burdeos, es una promesa de futuro para los padres que deciden inscribir a los niños en la escuela de danza.

"Grand plié", ordena la profesora en un aula amplia y vacía, rodeada de espejos. Los cuerpos, enfundados en mallas, entrenan su futuro. "No se sospecha lo dura que es una clase de ballet. No se sospecha", expresa Iglesias, responsable principal de la escuela cuando Yebra está ausente. Diez minutos de clase sirven para hacerse una idea. Órdenes claras y obediencia inmediata.

Algunos de los jóvenes han participado este fin de semana en la gala que la asociación Bilbao Ballet Elkartea organizó en torno a la figura del bailarín vasco, y en la que intervinieron estrellas internacionales. Los alumnos, de entre 9 y 16 años, interpretaron la mazurca Coppelia e intervinieron en Cascanueces y Don Quijote, paso a dos y variaciones.

"Nunca dejaré la danza", asegura Anne López, de 16 años, con la mirada fija en el interlocutor. "Alguna vez he llegado a pensar que no iba a poder, pero nunca he pensado en dejarlo", continúa Alazne López, dos años mayor. Ambas han puesto los pies en el escenario del Euskalduna y ahora repasan, junto a otros tres jóvenes, algunos de los tópicos que parecen acompañar siempre la danza.

Las miradas se dirigen a Aitor Galéndez, de 13 años, que viste malla negra y camiseta blanca de tirantes. Sentado sobre el parqué, escucha y calla, un tanto tímido, una conversación que inevitablemente termina centrándose en su caso. Aitor ya no es un niño y confirma que desde el año 2000, en que se estrenó la película inglesa Billy Elliot, no ha transcurrido el tiempo para los chicos adolescentes que deciden bailar. "¿Qué pasa en clase, Aitor?", pregunta Iglesias. "Me insultan", responde tajante. Desde la escuela muestran interés en que el niño narre una discriminación que sufren todos los jóvenes y que lleva a muchos a abandonar la escuela. "Es uno de los principales problemas que tenemos. Cuando la familia no lo entiende, el niño no sale adelante", comenta Iglesias.

Pero el problema no es sólo de Aitor. La preocupación por poder salir adelante pervive en cada uno de ellos. "Si les exigimos una disciplina es porque no se les engaña y se les está diciendo lo que hay fuera", comenta Iglesias. Para Alazne López, que estudia bachillerato, enfrentarse a los libros resulta muy complicado. A veces sale de la escuela de danza a las once de la noche y tiene que madrugar para ir al instituto. El ritmo es agotador y el futuro pasa por transportar una maleta hacia donde el trabajo mande. Lo saben desde muy pequeños. Mientras Iglesias saca a relucir el eterno problema de los bailarines vascos que tienen que salir fuera para trabajar, Saioa Vivanco y Nerea Barrondo, de 9 y 11 años respectivamente, le miran sin perder detalle. "Yo estoy luchando con las piruetas ahora, pero esto es una aprendizaje continuo. Siempre se busca la perfección, la limpieza, la pureza", narra López.

Existe otro factor. Ese encanto que no se puede entrenar, ese duende que toca sólo a algunas personas, y que Iglesias señala mientras los niños mueven los brazos delicadamente.

Sin embargo, para las profesoras Tamara Morante y Anna Generalova, ciertas primeras impresiones pueden resultar engañosas. "A algunos niños les cambia mucho el cuerpo con el tiempo. Otros, que parecían tener menos habilidades, demuestran grandes resultados gracias al trabajo y al revés", explica Morante.

Confiesan que a veces se les hace duro exigir tanto. Ellas también fueron alumnas, y quizá también soñaron frente al espejo de casa con grandes escenarios. "¿Cuántos tenéis barras en casa para ensayar?", pregunta Iglesias justo antes de que los niños levanten tímidamente la mano.

Este fin de semana bailaron junto a la ucraniana Oksana Kucheruk, estrella del Ballet de la Ópera de Burdeos, la gran intérprete macedonia Aleksandra Mijalkova y el gran bailarín ucraniano Dima Chebotar, primer solista del Ballet Nacional de la Ópera de Macedonia. También junto a Igor Yebra, a quien acompaña siempre la palabra "maestro" cuando es nombrado en su escuela. Hasta ahora han dado pequeños pasos grandes. Al unísono. Perfectamente medidos. Acompañando la música.

Ballet :: Varios ALumnos de enre 9 y 16 años ensayan en la Escuela de Danza y Coreografía de Igor Yebra (José Sampedro)

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