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Pasión en zugarramurdi

Crítica, Compañía Rafale Amargo

Egilea
Ana Remiro
Komunikabidea
Diario Vasco
Mota
Kritika
Data
2003/08/14

En el incomparable y mágico lugar de las cuevas de Zugarramurdi se estrenaba en absoluta primicia y por un encargo realizado por la Quincena Musical, El amor brujo de Rafael Amargo, obra que incluye cante, baile y poemas recitados, sobre música de Manuel de Falla.



Para su creación, Rafael Amargo se inspira en la primera versión de esta obra, realizada en 1915, sobre el libreto de Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga. Esta partitura ha sido escasamente representada y el coreógrafo flamenco pretende recuperarla ahora del olvido, recogiéndo con la mayor fidelidad el espíritu con el que fue creada en su tiempo, pero con un concepto coreográfico contemporáneo. Desde luego, este objetivo se ve sobradamente cumplido al observar su trabajo.



Este interesante y genial coreógrafo consigue una obra actual con un sabor genuinamente gitano. Amargo sabe fundir elementos pertenecientes a distintas expresiones de danza sin que nada chirrie, logrando un resultado compacto y coherente. Ejemplo de ello es la equilibrada y original aportación de los Gemelos Lombard en completa sintonía con el resto de la obra.



En su faceta de bailarín, muestra un talante sencillo sobre el escenario que conecta claramente con el público, dosificando perfectamente su arrollador potencial a través de una transparente y diáfana expresión.



El personaje de Candela, desdoblado en bailaora y recitadora, está defendido por ambas artistas con gran fuerza y pasión. Mientras la primera hace gala de una enorme destreza y precisión en el movimiento, la segunda nos hizo partícipes de hondos y extremecedores sentimientos.



El diseño de vestuario y escenografía realizado por Roger Salas es impactante y tremendamente actual. Un inmenso corazón en llamas, la alternancia del blanco y el negro en el sobrio y moderno vestuario, junto a un espacio escénico blanco en cuyo suelo se encuentra inscrito el conjuro gitano, son algunos de sus elementos más llamativos. La interpretación musical, llena de brillo y de fuerza, sostuvo sólidamente la coreografía que creció en intensidad y emoción hasta llegar al climax final.



Con todo, y a pesar de que el entorno natural prestaba mágicas sensaciones al espectáculo, las escasas dimensiones del espacio escénico y la ausencia de las condiciones de silencio y oscuridad que proporciona un teatro, limitaron en parte el enorme potencial que encierra esta prestigiosa compañía.



El público, rompió en aplausos en numerosas ocasiones expresando su entrega y comunión con el espectáculo y viendose correspondido con la fiesta gitana que la compañía de Amargo regaló a los allí presentes al término del espectáculo.

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