Tal y como versa la tradición, durante la semana siguiente a la Pascua de Resurrección, Pamplona recibió este lunes la efigie de San Miguel de Aralar. La figura accedió a la ciudad a través del portal de la Taconera, en donde protagonizó el mítico beso con el angelico de la Casa de la Misericordia, ante una cálida luz de abril y un apagón tecnológico a nivel internacional. Tras el recibimiento de las y los pamploneses, la imagen fue trasladada por la calle de San Antón –tal y como corresponde a los años impares– hasta la parroquia de San Nicolás para su veneración.
La efigie, tal y como explicó Romeo, “no viene a Pamplona y, de paso visita la catedral, sino que es al revés”. Y, en cuanto al motivo de esta visita, está relacionado con la celebración de la dedicación de la catedral en 1127. “Desde ese entonces, nos visita cada año y, para recibirla, sale cabildo catedralicio y el obispo”, explicó. Y, por primera vez en la historia, se añadirá a esta tradición la danza de Ardaintzeta que sobre todo destaca por esa melodía de las campanas. De esta forma, los músicos no verán a los dantzaris, por lo que habrá que “echar mucha atención a las notas” para poder hacer los golpes con las herramientas –espada y broquel, que forman parte de la iconografía de San Miguel de Noáin–.
Los dantzaris no pudieron ensayar previamente el troqueo debido a que no había posibilidad, así que “habrá mucha tensión y concentración para que haya precisión. Aunque sea difícil, yo no tengo duda de que esta actuación dará lugar a un acontecimiento brillante, muy especial y emotivo, además de que será un momento muy plástico y estético”, aseguró. Además, parece que el buen tiempo acompañará al acto, de manera que resultará más vistoso Solo falta “que no haya viento para que no se distorsione la audición de las campanas”, añadió, y San Miguel volverá a ser recibido, una vez más, por todo lo alto, entre repiques y bailes de troqueo.