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Orbitando ante la santa
Los danzantes de Anguiano volvieron a honrar a su patrona Santa María Magdalena, haciendo alarde de sus habilidades sobre los zancos
Sobre los orígenes de la danza, emparentada con otras repartidas por el mundo -incluida alguna de una religiosidad fuera de dudas, como la de los interminables giros que ejecutan los derviches en la búsqueda de su comunión con Alá-, el pasado año se conmemoró el cuarto siglo del primer documento en el que ha quedado de manifiesto la existencia de la danza de los zancos.
Para ello se escribió un libro, obra de José María Martínez Alesanco, en el que entre otras cosas se recuerda que el antropólogo e historiador Julio Caro Baroja, denomina la danza de Anguiano como «una danza de druidas, inverosímil y bárbaramente viril».
Mientras, otro ilustre antropólogo, Alfredo Feliú Corcuera, relaciona el ritual con un intento de ponerse en comunicación con el sol en pleno solsticio de verano, indicando que: «Se busca la magia del verano, los bailarines muestran al sol qué es lo que requieren de él: que tenga fuerzas para madurar las cosechas y traiga adelante hierba y fruta el año que viene». De ahí ese girar como orbitando, aunque ahora, y tras muchos siglos de cristianismo, la danza haya trocado en religiosa y los mensajes sean de honra a la santa patrona.
Dejando atrás las hipótesis, lo cierto es que estas danzas llenan de orgullo a los anguianejos por su singularidad y el atractivo que ejercen entre las gentes de otras latitudes. En estos días en torno a la festividad de Santa María Magdalena, el grupo de danzadores se vuelve a equipar con esas vestimentas que, son tan adecuadas para facilitar los descensos de vértigo por las calles en cuesta o por las escaleras de escalones irregulares como poco apropiadas para los calores que de forma habitual se suelen gastar en estas fechas, y se prestan, también, a dar espectáculo.
Ayer, a media mañana ya estaban zancos en ristre abriendo camino al paso de la procesión con la santa y una vez de vuelta ante el pórtico de la iglesia, sin parar de danzar, escucharon al cachiberrio con su plegaria en honor de la patrona y de casi todo bicho viviente, ya que, hasta para el Club Deportivo Anguiano hubo loas, sin duda merecidas, por su ascenso a Tercera División.
Después de la misa mayor, los danzadores se volvieron a calzar los zancos, en medio de una expectación que no por habitual deja de despertar cierto asombro, y se prestaron a bajar como planetas que orbitan, sin cesar, primero por las inquietantes escaleras y después por la calle de los Danzadores, para asombro de los cientos de personas.
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