El director de la Feria de Artes Escénicas de Donostia, Norka Chiapuso, repasa la historia del encuentro, la programación de este año y los retos a futuro.
dFeria cumple 30 años. ¿Tiene sentido celebrar números redondos?
Vamos a hacer una edición más. Si nos ponemos a celebrar, habría que festejar el 25, el 30, el 35, el 40... Es un número bonito, pero es una edición más. Lo importante es la perseverancia y seguir adelante con la feria.
Usted comenzó a dirigir dFeria en el año 2000. ¿Cómo era este encuentro hace casi un cuarto de siglo?
Aproximadamente, sí. Era muy distinto. Esta feria ha tenido una evolución dispar en el tiempo. Empezó siendo una feria de teatro y en el año 2000, cuando accedía su dirección, lo seguía siendo. Además, la hacíamos en junio. Cuando reinauguramos el Victoria Eugenia en 2007, decidimos que también se incluyera la danza. A su vez, la pasamos a marzo. Siempre hemos intentado hacer una programación interesante, novedosa y contemporánea, pero también empezamos a trabajar actividades paralelas, como generar encuentros entre profesionales y artistas, mesas de debate y reflexión, favorecer los pitchings... La actividad paralela creció. Últimamente estamos centrados en una estrategia de internacionalización hacia Europa, aunque con Latinoamérica llevamos muchos años trabajando. En cada edición solemos ser bastante críticos en las valoraciones para ir mejorándola año a año y pasito a pasito.
Le he preguntado por el pasado pero, ¿hacia dónde se dirige dFeria?
Lo primero, a que esta edición nos salga lo mejor posible (ríe). Más allá, hemos de entender que la feria tiene un tamaño manejable. Queremos que sea un evento humano, que no sea algo que desborde por su volumen. Nuestros caminos son los de la colaboración. Para el año que viene ya tenemos previsto hacer una colaboración a nivel europeo con profesionales emergentes. Este año, además, le estamos dando mucha importancia a unas mesas de reflexión: una será de teatro y la otra de danza. Debemos seguir pensando, viendo y analizando la realidad que vivimos y ver cómo podemos intervenir para mejorar esa realidad a través de la colaboración, abriendo puertas.
Las artes escénicas tienen una realidad difícil debido a la alta inestabilidad.
Vivimos en un mundo de subjetividades en el que tiene que haber formación pero también talento. Como estamos hablando de arte y no de un producto estándar, puede ocurrir que algo que sea maravilloso no se valore y, por consiguiente, no se contrata. ¡Es tan difícil para los artistas! Muchas veces somos testigos en primera persona de las dificultades que pasan para poder tener una trayectoria larga y digna.
Haciendo referencia al lema del festival, puede que para muchos artistas tener una trayectoria larga y digna sea una “utopía”.
Quizá fue una utopía en su momento pero puede estar haciéndose realidad. El lema elegido para este año pensábamos que daba mucho juego. Yo, que ya tengo una edad y tengo una trayectoria de 35 años en lo profesional, cuando pensábamos en los profesionales de las artes escénicas creíamos en la utopía, creíamos que podíamos cambiar el mundo y mejorarlo. Los jóvenes de hoy en día, con todas las dificultades que tienen y todo lo que se les exige pese a acabar accediendo a la precariedad, creo que han dejado de creer en ella. Todo ello nos tiene que hacer reflexionar.
¿dFeria busca esa reflexión?
Al ser una reunión de artistas, creadores y pensadores, debe aportar ese punto de reflexión a la sociedad en la que se diga qué estamos haciendo y hacia dónde vamos.
Y usted, ¿sigue creyendo en la utopía?
Creo en la utopía porque ya no tengo más remedio. Si a mi edad dejo de creer, me preguntaría qué he hecho con mi vida. No me queda otra. Todo cuesta, pero con esfuerzo y constancia, si vas haciendo cosas, siempre queda algo positivo. Igual no cambias el mundo, pero seguro que algo cambias para mejor. Yo sigo creyendo en eso.
En la presentación de la edición afirmó que dFeria vive “un momento dulce”. ¿A qué se debe?
Yo conozco dFeria desde su primera edición, en la que participé. Fue en 1988 y se creó bajo el auspicio del Patronato de Festivales y Teatros, y su primer director fue Jon Urbieta. Se hizo en los bajos del ayuntamiento, donde ahora se encuentra la Biblioteca Central. Era otro mundo. Luego se paró cuatro años y hubo que recuperarla. En medio también se enfrentó a problemas de índole política y hubo que defender la feria. Hubo que redefinirla en varias ocasiones y cada vez que lo hemos hecho es porque la hemos ido adaptando a lo que pensábamos que podía ofrecer. Cuando transitas todo ese camino, y se da que la institución cree en la muestra, al tiempo que la ciudad responde a ella, es cuando te encuentras en un momento dulce. Porque ese también fue uno de los retos, que dFeria no diese la espalda a los ciudadanos. Cuando todo resuena en sintonía es cuando vives un momento dulce porque todo el mundo empuja en la misma dirección y las cosas salen mejor.
El año pasado dFeria inauguró esa línea de apertura a Europa. En esta edición el país invitado será Italia y se arrancará la edición con el Centro Coreografico Nazionale Aterballetto.
Se sitúa en la región de Emilia-Romaña, al norte de Italia, en la zona de la Toscana. Es una zona rica y artística, que cuenta con este Centro Coreográfico, el más importante del país, y también cuentan con un centro dramático en Bolonia muy importante. También contaremos con la actuación de un circo italiano, con una compañía de títeres que está a punto de dar un salto muy importante, con danza en pequeño formato... Será una pequeña muestra italiana dentro de la treintena de espectáculos que hemos previsto.
Cita el espectáculo circense, ‘Gelsomina Dreams’, de la compañía Compagnia blucinQue. ¿Les es difícil traer propuestas de circo?
Es difícil. Hay circos muy importantes con propuestas para salas y teatros. Esta propuesta será la que clausure la edición, en el Victoria Eugenia, el jueves 14. Quizá el desarrollo del circo en el Estado está más relacionado con festivales o eventos en la calle. Pero hay compañías de circo de gran formato y de mediano formato. Probablemente, deberíamos programarlo más, pero cuesta hacerlo.
¿La infraestructura necesaria para los espectáculos de circo es más compleja?
Al igual que este, suelen ser espectáculos preparados para teatros. Con lo que ellos te hacen llegar la ficha técnica y se monta lo que haga falta. Hay que pensar que un escenario es un espacio vacío en el que hay que imaginarse que se puede hacer cualquier cosa y montar cualquier cosa. Un escenario es un espacio de libertad. Cuando lo ves con un teatro sin público y las luces del patio apagadas, piensas: qué difícil es lograr extraer arte de un espacio así y que surja la magia.
Pero acaba surgiendo.
Claro y para eso necesitamos a los artistas y su talento. Y, en muchas ocasiones, suele ser el eslabón más débil y la parte más maltratada.
Para acabar con la cuestión de la internacionalización, comentaba que el año que viene prevén hacer algo con profesionales emergentes europeos. ¿Hay que entender que la nueva estrategia está funcionando?
Sí. Invitaremos a unos 35 gestores que están empezando su camino. Asimismo, estamos trabajando con otro instituto de cultura de un país para que este sea el invitado del año que viene. La estrategia de internacionalización está funcionando porque, además del núcleo duro de Donostia Kultura, nos hemos rodeado de una serie de profesionales que son muy competentes. La gente que nos trabaja esta cuestión viaja constantemente por el mundo y luego se nota en los resultados.
En la 30ª edición, de los 28 espectáculos programados, un 52% serán obras de teatro, un 44% piezas de danza, además de ese único espectáculo circense.
Cuando se tomó la decisión de que la feria fuese una muestra de teatro y de danza fue en serio. No queríamos programar teatro y que la danza fuese algo testimonial. La danza tiene la entidad y la necesidad de ser apoyada, igual que lo es el teatro. Hacemos matemática pura. Si tenemos 30 espectáculos, intentaremos que en torno a la mitad sean de teatro y la otra mitad de danza. Y de esas mitades intentamos que sus mitades sean propuestas en euskera. A nivel de programación, cuando hay que quitar algo, las franjas suelen mandar. Si no lo hiciésemos así y programásemos lo que más nos gusta en abstracto, los ratios se nos irían. Se descompasaría. Somos muy rigurosos, también con lo que tenemos pactado con el sector.
El 11 de marzo han programado el espectáculo más reciente de Kulunka, ‘Forever’, una compañía de Hernani que nunca falla.
Forever, que ya ha pasado antes por Donostia, es una auténtica maravilla. Kulunka tiene una trayectoria espectacular. Empezaron con André eta Dorin, luego llegó el espectáculo Solitudes –obtuvo dos premios Max en 2018– y ahora han hecho Forever, que es un espectáculo sin texto fuera de serie. Lo puedes llevar a cualquier lugar del mundo. Nos hace mucha ilusión que se represente en dFeria, con todos los agentes internacionales que van a venir. Es una obra que requiere un montaje complicado, que habrá que hacerlo en tiempo récord.
Hay buena presencia de compañías vascas de gran calidad: Erre Produkzioak, Ttantaka, Lasala, Kukai...
Fíjate, a Lasala la hemos programado en Gazteszena, que es una sala bien chula, pero podría estar perfectamente en el Victoria Eugenia. Pero, al final, son cuatro días y tienes que tomar decisiones. Podemos estar muy orgullosos de la creación vasca, somos un país chiquitín pero mira qué cosas se hacen.
¿Será Alberto San Juan el plato fuerte de la edición?
Alberto San Juan, también. Es un pedazo de actor, un tipo comprometido que ama el teatro. Podría estar haciendo cine toda su vida pero ahí está, dando el callo en el teatro. Y, encima, siempre con proyectos que tienen un discurso detrás y con gran espíritu crítico. Es un lujo tenerlo.
En la presentación dijo que la obra con la que viene, ‘Macho grita’, levantó polvareda en Madrid.
Es casi como no decir nada, porque hoy en día hay gente que se asusta de casi todo. Sí que tuvo cierta polémica, porque la acusaban de romper los estereotipos del hombre de España.
¿Cómo se ve desde Euskadi los intentos de censura que se están dando en Madrid? Ahí está el caso de ‘Altsasu’ y más recientemente el de ‘La Tarara’, espectáculo de Hika Teatroa, que se canceló en Morazarzal (Madrid), municipio gobernado por PP y Vox.
Y hace un par de años se retiró una obra sobre Santa Teresa de Jesús de los Teatros del Canal. Puede ser explícita o más implícita, pero siempre la ha habido. Cosas que no gustaban ideológica o estéticamente, de una manera sutil, no se programaban. Eso es una censura más implícita, que ha sucedido en ciertas ocasiones. Lo que ocurre ahora es que es más explícita, lo que hace que se esté viendo más esa censura y, con determinada gente, se amplifica. ¿Qué me va a parecer? Deplorable, claro.