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Musiketxea, más de 30 años cuidando del folklore en Vitoria
«Fuimos un proyecto pionero, la formación en instrumentos tradicionales no existía en los conservatorios cuando pusimos Musiketxea en marcha», recuerda Pedro Elosegi, presidente de las Juntas Generales de Álava y uno de los principales impulsores de la Academia Municipal de Folklore de la capital alavesa. Musiketxea nació en 1990 con el objetivo de difundir la danza y la música tradicional desde un doble prisma. Además de tener una función docente, la escuela debía abrirse más allá de sus paredes para llevar la práctica a la calle a través de actuaciones en fiestas populares y programas como Dantza Plazan, un espectáculo abierto a la ciudadanía.
«El propósito de estudiar un instrumento es ofrecerlo y compartirlo con lo demás, es ocio y también una profesión para disfrutarla con el público», resume Roberto Álvarez, quien ha asumido la dirección de la Academia durante los últimos años. Los pasillos de esta casa de música de fachada neoclásica reciben a alumnos interesados en formarse en danzas vascas o instrumentos como la alboka, la txalaparta o el txistu desde hace más de 30 años. Su primer curso se desarrolló entre 1990 y 1991 y, desde entonces, sus antiguos alumnos difunden la música tradicional a través de festivales, sus carreras profesionales en el mundo de la cultura o como los profesores que mantendrán viva estas costumbres entre las siguientes generaciones.
El dantzari Josu Sánchez, coreógrafo de Mulixka Dantza Taldea, se animó a ampliar sus conocimientos en Musikaetxea en su adolescencia tras empezar a practicar danzas en su ikastola. Su progresión fue enorme. «Estuve con los profesores Marta Etxebarria, Elena González de Artaza y Jon Fernández. Me abrieron un mundo de posibilidades y me dieron la confianza que necesita un dantzari», revela el vitoriano, quien antes de fundar Mulixka también fue profesor en Musiketxea. «Creé el grupo de danzas con todo lo aprendido en 2016 y no olvido las oportunidades que me dio la escuela», agradece Sánchez, cuyo hijo sigue su ejemplo y también se prepara para ser dantzari en la Academia municipal. Tiene por delante 9 años de formación, un proceso que puede alargarse hasta 15 en el caso del txistu aunque la mayoría de los ciclos formativos dura 12 años.
Durante su etapa en Musiketxea Sánchez coincidió con el txistulari vitoriano Iñaki Palacios, quien acaba de publicar su tercer disco, 'Baltik'. «Empecé a los 6 años animado por los aitas y más adelante pasé por el Conservatorio Jesús Guridi para obtener mi titulación», explica Palacios. Empezó a hacer sus pinitos como profesor a los 16 y hoy comparte sus conocimientos en la Escuela de Música de Basauri. «La transmisión del conocimiento es parte de cada músico, sobre todo en los instrumentos tradicionales, pero considero que también es importante estar sobre los escenarios y sacar discos para que los alumnos tengan un referente de hasta dónde pueden llegar», afirma.
Las fiestas tradicionales son el principal altavoz de la música folklórica vasca y, aunque la pandemia de coronavirus ha complicado la celebración de este tipo de actos en el último año, también hay antiguos alumnos que han creado festivales para difundirla. Es el caso de Patxi Villén, fundador y director del festival Aitzina Folk, quien también fue alumno de Musiketxea. «Allí tuve mi primer contacto con instrumentos vascos, la txirula y la alboka. Antes había tocado la gaita en el Centro Gallego. Recuerdo los recitales, tocar en el Principal...», enumera Villén, cuya colaboración con la Academia Municipal de Folklore continúa. «Tocamos música folk de todo tipo, pero la música tradicional vasca siempre tiene un rincón asegurado en Aitzina», destaca. Hace dos años las dantzak también se incorporaron al festival gracias a dantzaris como Aizkoa Madinabeitia, quien también se formó en la Academia y es profesora allí y en el Conservatorio.
«Musiketxea es un lujo. En ningún otro sitio puedes formarte con tantas actuaciones en la calle, un arreglista que te prepare las canciones, músicos que se las aprendan... ver a chavales tocando para que otros jóvenes bailen es muy enriquecedor», explica Madinabeitia, quien también está al frente del grupo de dantzak Indarra. El atractivo de la Academia es tal que incluso conoció varios proyectos de ampliación, primero en Zaramaga y después en Lakua aunque finalmente no se llevaron a cabo. «El crecimiento de Musiketxea siempre ha estado condicionado por el espacio», apunta Elosegi. Txistulari y director del centro en excedencia, se enorgullece al recordar a los músicos, profesores y antiguos alumnos que allí se iniciaron en esta tradición.
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