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"Muchos grandes bailarines vascos no pueden actuar nunca en su tierra"

Alicia Amatriain ballet de Stuttgart

Aquella niña de 14 años que llegó a la escuela de Stuttgart sin saber ni una palabra de alemán, pero que bailaba como un cisne, es ahora la estrella de la compañía de la ciudad. La donostiarra vuelve a "casa" para participar el viernes en la VIII Gala de los Vascos y la Danza
Egilea
Maite Redondo
Komunikabidea
Deia
Tokia
Bilbao
Mota
Elkarrizketa
Data
2012/10/24
Lotura
Deia

Será a las 20 horas cuando este viernes se suba al escenario del Palacio Euskalduna Alicia Amatriain (Donostia 1980), que ha triunfado en los principales teatros del mundo. Esta primera figura del ballet, que hace no menos de 100 representaciones al año entre obras clásicas y contemporáneas, compartirá cartel en esta ocasión con el bailarín mungiarra Asier Uriagereka, al que se entregará el premio de la Asociación Bilbao Ballet Elkartea (ABBE). Además, el coreógrafo Jon Ugarriza estrenará su ballet Donostia 1813, que protagonizarán los bailarines del Barcelona Ballet de Ángel Corella, Ion Agirretxe y Cristina Casa.

Va a ser su tercera participación en una Gala de los Vascos y la Danza. ¿Qué va a bailar en esta ocasión?

He seleccionado dos coreografías de John Cranko, Aus Holberg Zeiten, un paso a dos, una pieza muy alegre, y una de mis piezas preferidas, una parte del tercer acto de Onegin.

¿Se sigue emocionando cada vez que se sube a un escenario del País vasco?

Sí, claro, pero tengo que reconocer que he tenido la suerte de poder bailar en casa en bastantes ocasiones. Desafortunadamente, otros compañeros míos no han podido. Es una pena, me gustaría que ellos también pudieran sentir lo mismo que yo.

¿Recuerda la primera vez que se puso unas zapatillas de ballet?

Era muy pequeñita, no sé si tenía cuatro o cinco años. Tengo que confesar que yo no lo pedí, fue mi madre la que tenía afición. En lugar de meterme a inglés o gimnasia, porque mis padres trabajaban y para pasar un poco de tiempo ocupada, me metieron al ballet.

¿Y cuándo decidió que la danza era lo suyo?

Tengo que reconocer que no lo he tenido siempre claro. Aquí no había posibilidad de seguir evolucionando y a los 12 años me ofrecieron ya ingresar en la escuela de John Cranko en Stuttgart pero no me apetecía dejar a mi familia, a mis amigos... Meses más tarde, me lo volvieron a ofrecer y a los 14, ya me lo tuve que plantear seriamente. Si quería bailar, me tenía que ir. Me habían dado ya tres oportunidades, ya no iba a haber más.

Ha tenido una carrera meteórica. A los 21 años, sin llegar a ser bailarina solista, llegó ya a la categoría de principal. ¿Cómo se consigue eso?

Ja, ja, ja...Yo siempre digo que con mucho esfuerzo y con un poco de suerte. Yo, en realidad, aspiraba a solista, pero no sé qué pasó aquella temporada pero varias compañeras decidieron tener niños. Mi súbito ascenso se debió, entre otros motivos, al embarazo de una compañera a la que sustituí como la Tatiana de Oneguin. Quisieron hacer algo nuevo, que una niña de 21 años interpretara este rol en lugar de una bailarina madura. Después del espectáculo, me dijo mi jefe que tenía dos noticias para darme, una buena y una mala. Primero me dio la mala: no tenía contrato de solista. Y luego me dio la buena: ¡Me daban el de primera solista!

Cuando comenzó a bailar ¿se imaginó que la profesión era de esta manera?

Nunca. Tengo que reconocer que al principio no me podía ni imaginar lo que era la vida de bailarina, la disciplina que conlleva esta profesión. Me acostumbré poco a poco a ella. Pero tengo que confesar, que a pesar de la disciplina que conlleva una profesión como esta, además tan corta, soy muy afortunada por poder dedicarme a lo que amo.

¿Y cómo es el día de una primera figura de una gran compañía de ballet?

Trabajo más o menos de diez y media a seis y media de la tarde, entre clase y ensayos. Un día de espectáculo sería hasta las dos de la tarde, y luego, por supuesto, en el escenario. ¿Si he tenido que dejar muchas cosas por el camino? No... por supuesto, no hago locuras, no voy a esquiar, ni tengo una motocicleta, es muy peligroso para nosotros... Son cosas que la gente normal no se lo pensaría dos veces.

¿Qué opina de la película 'Cisne negro'? ¿Refleja algo la realidad de los bailarines profesionales?

¿Qué estamos como cabras? Ja, ja, ja... Triunfar siempre conlleva naturalmente un esfuerzo, pero la película me parece demasiado exagerada. Claro que nos hacemos heridas en los pies, pero el filme llega a unos extremos increíbles, refleja una obsesión, que no es real. Por supuesto que hay roles por los que luchas, pero de buenas maneras.

¿Ha pensado en colgar las zapatillas en alguna ocasión?

Hace cinco años tuve una lesión muy grave y sí estuve a punto de colgar las zapatillas porque pensaba que no podría volver. Pero tuve la suerte de recuperarme y aquí estoy.

Ha interpretada personajes como Odette y Odile de 'El lago de los cisnes', la protagonista de 'Romeo y Julieta' y la Tatiana de 'Onegin'. ¿Son algunos de sus roles preferidos?

Me siento bien con casi todos los personajes, pero hay dos que cada vez que los hago me tocan de diferente manera. Uno es el de Tatiana en Onegin y el otro es Marguerite, en La damas de las camelias, de John Neumeier.

¿Y por qué son tan especiales?

Tienen un nivel dramático tan intenso que es una manera para mí de desahogarme. Me resulta fácil meterme en la piel de estos personajes, los siento mucho.

¿Piensa en el futuro? ¿Qué le gustaría hacer cuando se retire?

El futuro siempre está ahí, siempre se piensa en ello, pero nunca se sabe lo que puede ocurrirte, puedes tener una lesión y tienes que dejar de bailar. Tengo varias ideas, pero exactamente el camino que voy a seguir no estoy segura.

¿Cómo ve al público vasco?

Existe mucha educación de ballet. Cada vez que he estado, veo los teatros llenos y el público es acogedor y muy entendido.

Entonces, ¿por qué la mayoría de los bailarines y bailarinas vascos tienen que marcharse?

Creo que no es tanto que falte afición ni que no haya escuelas en la actualidad para prepararte. Pero, después te tienes que ir, no hay compañías para trabajar. Llevamos diciéndolo desde hace años: no faltan escuelas, no faltan profesores, ni tampoco alumnos porque hay muchísimos. Pero faltan compañías.

¿Qué es lo que echa en falta de su tierra?

Mi familia, mis amigos, la comida, los pintxos, mi casa... Hace dos años que no he tenido oportunidad de ir.

¿Ha pasado media vida en Stuttgart. ¿Piensa fijar sus raíces allí?

Lo tengo muy claro: yo volveré a Donosti. No sé cuándo, algún día, pero yo vuelvo. Dentro de mí, tengo muy claro que mi casa es Donosti.

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