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"Momotxorros", la anarquía del carnaval

Egilea
Noelia Gorbea
Komunikabidea
Diario de Navarra
Tokia
Alsasua
Mota
Albistea
Data
2009/02/25

Mientras ayer caía la noche y las sombras se adueñaban de Alsasua, un ser mitológico cobró vida entre alaridos, cencerros y música de akelarre. Fueron los Momotxorros, primeros protagonistas del carnaval rural de la localidad. El desfile principal arrancó una vez que el sol quedó oculto y la oscuridad dio paso a una noche fría en la que las temperaturas apenas alcanzaron los seis grados.

El polideportivo Zelandi se convirtió en el centro de operaciones donde los participantes en el desfile del conocido "martes de carnaval" se transformaron por unas horas en seres mitológicos.

Los Momotxorros tenían claras sus funciones, por lo que los preparativos tanto en el interior como en el exterior del centro deportivo no se hicieron esperar. Mientras unos ayudaban a vestirse a otros, estos pintaban la cara de los más adelantados. El ritual fue vistoso, pero se sucedió con rapidez. De hecho, minutos antes dar comienzo el desfile, los Momotxorros se encerraron en el interior del polideportivo para bailar su primera danza en un ritual exclusivo para ellos. Los curiosos que habían estado observando cómo se fraguaban los preparativos tuvieron que salir del recinto y esperar junto a las cientos de personas que copaban las calles.

Algo impacientes y encerrados en las inmediaciones de Zelandi, decenas de Momotxorrosesperaban intranquilos una señal que les permitiera comenzar su particular desfile por las calles de Alsasua. Entre humo y bengalas que tiñeron el ambiente de rojo, la explosión del cohete anunciador del pasacalles apenas se hizo esperar quince minutos. Así, alrededor de las 19.45 horas, estos seres mitológicos salieron en estampida con caras, brazos y piernas ensangrentadas. "Nos embadurnamos con sangre de vacuno", explicaron los protagonistas.

Con la cara cubierta por un pañuelo y la cabeza oculta por una cesta de mimbre adornada con piezas de piel de animal, crines y cornamenta de vacuno, los Momotxorros azuzaron y amedrentaron con sardes (tridentes de madera) a todo el que encontraron a su paso. El resto de vestimentas blancas que cubrían su cuerpo iban igualmente manchadas de rojo. Fue una manera de simbolizar el significado de estos seres, que jóvenes y mayores encarnaron por una noche. "Emulamos la simbiosis entre lo humano y lo bovino", dijo Unai Ipalde, de 31 años.

Durante buena parte del recorrido, los flashes de las cámaras de fotos no dejaron de verse, ya que muchos querían captar una imagen para el recuerdo. "Nunca había estado aquí y cuando regrese a Madrid lo recomendaré", aseguró Mª Carmen Omaña, de 51 años. En mitad del desfile, subido a un carro y protegido por un vallado de madera improvisado, el macho cabrío (personaje que simboliza al diablo en los akelarres) abrió el paso del séquito de brujas, que componían la segunda parte del pasacalles.

Un poco de orden

La comisión de carnaval, en sintonía con la mayor parte de los habitantes de Alsasua, decidió incluir, como novedad en el desfile de este año, a ocho pastores con la intención de que trataran de evitar que se cometieran destrozos. "En ocasiones anteriores, la gente aprovechaba que íbamos todos disfrazados para romper algún retrovisor de coche o similares. Esto es lo que precisamente queríamos que no se repitiera en esta edición", señaló Josu Mendez, uno de los Momotxorros, durante el pasacalles.

El desfile aunó a todos los personajes míticos de la fiesta alsasuarra: brujas, mascaritas... que compartieron escenario con sus mayores, ya que los más pequeños también tuvieron la oportunidad de acompañar a los veteranos en un pasacalles que se alargó hasta pasadas las nueve y media de la noche. Como punto final a una tarde gobernada por seres mitológicos, los Momotxorros celebraron la "desmascarada", un ritual que consistió en quitarse las máscaras que les cubrían el rostro para bailar su última danza a cara descubierta al tiempo que afinaban sus gargantas mientras emitían gritos que retumban en el espacio.

Entre los testigos de una comitiva que sembró las esencias de las tradiciones en la que se movieron los personajes recatados de la mitología, pudieron verse a ambos márgenes de la calzada, espectadores procedentes, sobre todo, de Navarra y País Vasco.

 

 

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